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Reportaje:

El Foro Mundial, por dentro

El encuentro sobre la reforma agraria que se celebra en Valencia es una fábrica de propuestas y de denuncias

Ignacio Zafra

El Foro Mundial sobre la reforma Agraria (FMRA) es un espacio de denuncia y una fábrica de propuestas. Junto a los líderes de renombre, el encuentro que se celebra hasta mañana en la Universidad Politécnica de Valencia congrega a cerca de 600 delegados de 70 países.

Uno de ellos, Mauro Vay, señala: "El Foro es muy importante porque sirve para conocernos, y constatar que en todo el mundo la problemática es la misma: la mala distribución de la tierra". Vay la conoce bien. En su país, Guatemala, el 0,2% de la población controla el 80% de los terrenos.

El FMRA está articulado en torno a las conferencias plenarias y los talleres. Ayer por la tarde se desarrollaban 14. Una montaña de información que se encargan de organizar y recopilar los voluntarios, un centenar de jóvenes.

Un árabe israelí critica a su gobierno, y un boliviano defiende la hoja de coca

En el Taller 16 se debatía el acceso, uso y gestión del agua. En el 15, sobre derechos humanos y violencia en el campo. Uno de los coordinadores, el hondureño Jesús Garza, planteaba "cómo visualizar la violencia que sufren millones de campesinos". Y luego: "En los años ochenta éramos famosos en Centroamérica porque había guerras. Hoy es normal oír hablar de Colombia por la misma razón. Pero ¿qué estará pasando en Uruguay?, ¿cuántos muertos hay en Brasil? En Guatemala, el año pasado, hubo 180 asesinatos. La violencia en el campo es una constante en los países pobres, en vía de desarrollo o como prefieran llamarlos. En definitiva países destrozados".

Cada frase que Garza pronunciaba en castellano levantaba un eco en inglés y portugués a cargo de los traductores, sentados entre el público.

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El hondureño pidió a los asistentes, unas 30 personas, ejemplos de violencia en su país; y alternativas para eliminarla. Un hombre, que se presentó como palestino, miembro de la minoría árabe del Estado de Israel (un 20% de la población), intervino para denunciar que el Gobierno hebreo discrimina a su comunidad en el acceso a la tierra -en su mayor parte propiedad estatal- y al agua, y preguntó ante qué organismos internacionales puede solicitarse amparo.

Más tarde llegó el turno del "compañero" Dionisio Núñez, "diputado de la Asamblea del Parlamento Boliviano". Núñez, en pie, extrajo del bolsillo una hoja de coca y relató la situación de cerca de 90.000 campesinos de su país, los cocaleros. El producto, aseguró, ha forma parte de las culturas andinas precolombinas desde hace "miles de años", por sus propiedades nutritivas, medicinales, y como forma de acceder a la naturaleza y a los dioses.

"Desde los años sesenta y setenta, cuando se popularizó el consumo de la cocaína, el cultivo de la hoja ha sido criminalizado", y los campesinos que vivían de ella reprimidos por "el ejército, la policía, y los cuerpos especiales". Núñez, después de recordar que en Bolivia los agricultores representan el 70% de la población, abogó por promover los valores positivos y culturales de la hoja de coca, y por diferenciarla, "como ha hecho la OMS [Organización Mundial de la Salud]", de la "droga nociva", la cocaína.

El Foro es una fábrica de propuestas, y como tal parece haber cumplido su objetivo. El desafío, en el que ya trabajan los organizadores, reside ahora en articular todas esas voces y ofrecer una conclusión.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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