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Reportaje:

Víctimas de la violencia étnica en Voivodina

Los 350.000 magiares que residen en la provincia serbia son el blanco de los ataques de los nacionalistas radicales

Guillermo Altares

La mayoría de los países donde residen húngaros del exterior están en la UE desde hace mucho (Austria), entraron en mayo (Eslovaquia y Eslovenia), van a hacerlo a corto plazo (Rumania en 2007) o a medio (Croacia ha empezado a negociar). El problema está en los 200.000 húngaros de Ucrania, que padecen como el resto de los ciudadanos de este país la pobreza y la crisis política aunque no el acoso étnico; pero sobre todo en los 350.000 magiares que residen en la provincia serbia de Voivodina, que se ha convertido en el feudo de los nacionalistas radicales serbios y donde los ataques se han multiplicado en los últimos meses de forma tan preocupante que el Gobierno húngaro ha denunciado la situación ante la UE.

"En los últimos meses se han producido 500 incidentes bien documentados", asegura en Budapest Szilveszter Kispalko, un estudiante de 19 años, húngaro de Voivodina (Delvidek en magiar) invitado, junto a otros 14 jóvenes de esta provincia del norte de Serbia, por la Federación Mundial de los Húngaros para participar en la campaña a favor del sí. Se trata de agresiones físicas, como la que sufrió Tihamer Lauro, que también está en Budapest y que pasó dos días en el hospital después de una paliza, y también de profanaciones de cementerios, amenazas, pintadas insultantes en viviendas e iglesias, o destrucción de propiedades. "La situación es tan mala que es difícil que empeore con el resultado negativo del referéndum", aseguraba anoche el líder de los húngaros de Voivodina, Jozsef Kasza, que siguió el referéndum en la sala de prensa de la Junta Electoral Central.

Voivodina es una rica provincia de dos millones de habitantes de mayoría serbia, en la que viven minorías húngaras, croatas, eslovacas y albanesas y que logró sobrevivir en paz la terrible década de las guerras étnicas en los Balcanes. Sin embargo, la instalación de casi medio millón de refugiados de otras zonas de la antigua Yugoslavia, sobre todo de Croacia y Kosovo, han convertido a esta provincia en el feudo del Partido Radical Serbio de Vojislav Seselj, procesado por genocidio en La Haya, que ganó las últimas elecciones municipales y provinciales.

El presidente húngaro, Ferenc Madl, que calificó los ataques de "atrocidades", se reunió con su homólogo serbio, el pro europeo Boris Tadic, quien aseguró que el Gobierno "protegerá a los minorías". Belgrado ha minimizado la escala de los ataques. La UE mantiene que las agresiones no fueron instigadas por las autoridades serbias, pero estudia la situación con creciente preocupación. Kasza, en cambio, acusa a Belgrado de "pasividad".

En los otros países donde residen importantes minorías húngaras la violencia étnica forma parte del pasado, aunque no los temores. "El que diga que las cosas no han cambiado para los húngaros en Rumania le enviaría un solo día a la época de Ceaucescu en los ochenta", asegura el escritor Attila Bartis, nacido en Transilvania y ahora residente en Budapest. "Pero la situación está muy lejos de ser sana, las tensiones étnicas han podido atenuarse pero no erradicarse", agrega este novelista.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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