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El Metropolitan de Nueva York abre sus puertas a la moda animal y salvaje

Casi 80 creadores muestran sus piezas inspiradas en pájaros, bestias, pieles y plumas

Desde hoy y hasta el 13 de marzo de 2005, la muestra Wild: fashion untamed (Salvaje: la moda sin domesticar), organizada por el Costume Institute del Metropolitan Museum of Arts de Nueva York, reúne más de cien trajes y otros accesorios cuya principal inspiración son los pájaros y las bestias, las pieles y las plumas como síntesis de la parte más viva y salvaje de la naturaleza. Casi ochenta creadores de moda de distintas épocas exhiben su pasión por la representación de una feminidad que no elude sus connotaciones sensuales y hasta eróticas. Señas de identidad como Versace o Cavalli recuperan su cetro, sin olvidar antecesores tangenciales como Balenciaga o Elsa Schiaparelli.

Las plumas están recreadas a partir del ave del paraíso, una de las más usadas

Mientras en España se instala una agria y estéril polémica sobre si la moda debe o no entrar en los museos, el Metropolitan da un golpe de efecto lleno de brillantez y originalidad. La muestra Wild: fashion untamed ha sido pensada a lo grande por su comisario, Andrew Bolton. El tema lo exigía. Se trataba de un rugido interpretado en gasas estampadas de leopardo, pieles teñidas en fantasía o alusiones al poder de las serpientes: la obsesión por la animalística y la naturaleza más salvaje en la moda es muy antigua, y ya en el siglo XX ésta volvió con fuerza para no irse. Bolton ha hecho un guión que se salta la cronología para establecer relación de mestizajes, asociaciones y seducciones, pero con un sutil hilo temático.

Plumas en formas corpóreas, plumajes reales o estampados, animales dibujados con realismo que se vuelven simbólicos, todo ello envuelto en las tendencias de más de 50 años de moda, en los ejercicios virtuosos de los estilistas y diseñadores más famosos o destacados en su tiempo, los intérpretes en el objeto del vestido tanto de un instinto primario y aparentemente lejano (cubrirse con una piel hasta llegar a decorarla) como de uno más sofisticado: el reino absoluto de la mujer-mujer.

La exposición se adentra en las características de los animales que han sido definidos por la poesía o la mitología como "ideales de feminidad", evocando el poder depredador y de conquista de las bestias salvajes. Dibujos del siglo XIX representando La belle sauvage, donde los dibujantes imaginaron el uso de pieles de animales, son el germen sobre el que se ha construido la imagen de moda de esa especie de amazona del siglo XXI, modeladas con una segunda piel fantasiosa donde a veces tanto pieles como plumas o garras son solamente una representación, un ideal "diseñado". En la muestra, los trabajos de Dior, Fendi y Gucci resultan nuevas visiones de esa exclusiva "mujer burguesa" y urbana que traslada al siglo XXI lo ancestral. Tampoco se ha olvidado la presencia de la que Bolton llama la "mujer ética", cuya preocupación derivada de las muy difundidas teorías ecologistas ha rechazado el uso de las pieles verdaderas o de otros elementos procedentes del mundo animal y salvaje, pero que a la vez acepta la seducción de ese mensaje y se refugia en la representación. Con menos fuerza se toca al hombre, que si bien había usado de las pieles en el renacimiento como parte de su atuendo común (como es el caso de los retratos masculinos de Holbein, Rafael o Tiziano), luego llegó a ser tildado de chabacano y a ser encasillado en un estereotipo que hasta Charles Chaplin usó con magistral ironía en Tiempos modernos; el hombre de hoy aún usa con reserva esas prendas y sigue fascinado cuando las lleva una mujer.

Pasando al apartado de las plumas, en la exposición están recreadas, a partir del ave del paraíso-una de las más usadas a través de los tiempos-, desde sombreros exquisitos y cuellos principescos hasta los insinuantes arreglos de las showgirls de Las Vegas, y alrededor de este escabroso y llamativo acento hay piezas de Rudi Gernreich y Jean Paul Gaultier.

Pero la parte más jugosa es la de los felinos y su asociación con una mujer conquistadora, con viajes en el tiempo hasta el antiguo Egipto y a la sociedad victoriana, viéndose las estampaciones temáticas de Azzedine Alaïa, Christian Dior y Gianne Versace, quien hizo del leopardo estampado en mil variantes uno de sus motivos perennes, casi su segundo logo. A pesar de que el motivo central está lleno de sugerencias a la sexualidad, ésta es tocada primero a través del mito y de leyendas bíblicas (Medusa, las sirenas, Lilith), imágenes que se combinan hasta llegar al delirio expresivo de John Galliano en sus creaciones para la alta costura de Dior. No son todas, pero muchas de ellas pueden ser calificadas de femme fatale, y así son sugeridas a través de elementos y simbologías donde se deja en el aire la dominación y el fetichismo con una imagen contundente: la Catwoman de Thierry Mugler. La lista de exponentes es probablemente la más importante jamás reunida por un museo de esta envergadura. Entre otros, cabe citar a Gilbert Adrian, Miguel Adrover, Adolfo, Balenciaga, Bill Blass, Roberto Cavalli, Courrèges, Dolce & Gabbana, Tom Ford, Givenchy, Karl Lagerfeld, Alexander McQueen, Issey Miyake, Missoni, Moschino, Rick Owens, Prada, Paco Rabanne, Elsa Schiaparelli, Anna Sui, Emanuel Hungaro, Valentino Garabani, Víctor and Rolf, Vivienne Westwood, Yohji Yamamoto y, naturalmente, piezas históricas de Ives Saint Laurent.

<i>Madame de Maison-Rouge como Diana </i><b>(1756), de Jean Marc Nattier. A la derecha un diseño de los años sesenta de Adolfo.
Madame de Maison-Rouge como Diana (1756), de Jean Marc Nattier. A la derecha un diseño de los años sesenta de Adolfo.

Cavalli, el triunfo de un sueño

Probablemente, el verdadero y principal triunfador de esta exposición sea Roberto Cavalli. Para él, "esto es una muestra colectiva de artistas y de obras de arte. Estos trajes son nuestra obra y nos representan profundamente, fuera del compromiso comercial o mediático, con la pasión". Este conocido modista italiano tiene una larguísima trayectoria de décadas donde han destacado siempre ciertos elementos precisamente de la animalística, las fieras, las pieles y las plumas; sus estampados, muy elaborados, han sido infinitamente copiados a la vez que denostados y hundidos en el olvido durante el imperio del minimalismo: "Mi éxito de los últimos tiempos se debe al cambio en el gusto y a la orientación de una moda que intentaba en vano masculinizar, enfriar a la mujer. El minimalismo aplanó injustamente a la mujer, la privó casi de sus curvas, que son su esencia, su dibujo". Poco después, la respuesta o resurrección ha sido escandalosa por inesperada y brillante. A Cavalli se le reconoce hoy, gustos aparte, su constancia: "Siempre mi inspiración ha sido la naturaleza, que ofrece a los estilistas sustancias preciosas, colores y texturas. Es la parte más bella del universo, con los animales como los felinos, leopardos, serpientes, llenos de misterio y de ondulaciones: ahí está la inspiración".

El trabajo de Cavalli sobre los tejidos combinados a esos elementos y mimetizados es parte del leivmotiv principal: "Lo que yo hago es recuperar, refrescar. Probablemente lo que ha pasado es que la mujer se ha rebelado".

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