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Reportaje:

Del 'pásalo' al 'bájatelo'

El negocio se desplaza de los SMS a las aplicaciones multimedia y la 'navegación' por Internet

Ramón Muñoz

El negocio de los contenidos por el móvil se canaliza ahora a través de los mensajes cortos (SMS). Las empresas especializadas en ofrecer servicios como logos, sintonías y juegos utilizan también los SMS como medio ideal para que el abonado participe en concursos, sorteos, encuestas o chats, organizados por televisiones, radios, prensa escrita o portales de Internet. El negocio consiste en el envío de un mensaje denominado premium, a un precio que oscila entre los 0,3 euros a los 0,9 euros sin IVA, más caros que los mensajes normales, cuyo precio medio ronda los 0,15 euros.

Ese negocio movió en 2003 más de 200 millones de euros, tras dos años de crecimiento espectacular. Y es que, según un estudio de Ericsson Consumer Lab, el usuario medio español de telefonía móvil realiza una media de 3,9 llamadas al día y envía o recibe 2,3 mensajes cortos. Ahora bien, ese negocio tiene un pero: el usuario es fundamentalmente joven y, por tanto, su poder adquisitivo es menor. Y es que el 68% de los jóvenes que tienen entre 15 y 24 años utiliza SMS, porcentaje mucho mayor que el resto de la población.

Más de 21 millones de SMS 'premium' se mandaron al mes en 2002, y la media subió hasta los 25 millones en 2003
El móvil no sólo tiene aplicaciones lúdicas, sino también puede ser un método de pago o incluso un instrumento de propaganda política
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Por eso la venta del SMS está ya demasiado explotada y de hecho las empresas que se dedican a comercializar los mensajes premium creen que su facturación sólo crecerá en 2004 un discreto 4%, y superará levemente 100 millones de euros. Y es que, como señala Manuel Tomás, director general de la Asociación de Empresas de Servicios a Móviles (AESAM), el modelo se está agotando y hay que buscar nuevas perspectivas de crecimiento, que vendrán a través de los mensajes multimedia (MMS) con descargas y servicios interactivos mucho más sofisticados.

Tomás señala que, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, en España los márgenes son muy reducidos porque el 50% de lo que cuesta el premium se lo lleva el operador, y el otro 50% se lo reparten entre el proveedor de servicios y los derechos de autor o el cliente final (la televisión que organiza el concurso).

Alrededor de una treintena de empresas en España prestan este tipo de servicios, entre las que destacan firmas como Movilisto, Netsize, Mobile 365, Myalert, Tiempos 21 o Letmeknow. Todas ellas luchan por encontrar en las facilidades y aplicaciones que permite la tercera generación (3G o UMTS) un nuevo filón, aunque, como señala Tomás, "hasta por lo menos dentro de dos años no comenzarán a generalizarse servicios basados, por ejemplo, en la videoconferencia".

No obstante, Manuel Tomás aventura que la 3G será una revolución. Los operadores de móviles, las empresas de contenidos (estudios de cine, discográficas, televisiones, etcétera) y las propias compañías de servicios compiten por sacar tajada de este pastel, para el que ya se están preparando aplicaciones. ¿Se imaginan convertir los actuales SMS sobreimpresionados que salen en programas de televisión por MMS con el rostro del telespectador entrando en directo en el programa? Ésta y otras ideas están siendo desarrolladas para cuando se generalicen los nuevos terminales -ahora apenas sobrepasan los 10.000 en España- y se extienda la cobertura para UMTS, que sólo alcanza al 20% de la población, fundamentalmente de las grandes capitales.

Programas como Gran Hermano u Operación Triunfo generaron hasta un millón de mensajes SMS en los días de máxima audiencia coincidiendo con las votaciones. El premium multimedia permitirá rentabilizar mucho más ese tipo de aplicaciones, e incluso las descargas, porque, a diferencia del SMS, no hay que recordar un número de teléfono, sino simplemente descargarse un contenido desde una página de Internet, pero a través del móvil.

Y es que el crecimiento de este tipo de servicios ha sido espectacular. Lanzados en abril de 2001, más de 21 millones de SMS premium se mandaron al mes en 2002, y la media subió hasta los 25 millones al mes siguiente, según un estudio de Netsize. Esta cifra representa alrededor del 12% del total de mensajes cortos remitidos, que ascendieron a 19.900 millones en 2003.

Pero el móvil no sólo tiene aplicaciones lúdicas. Puede también ser un método de pago o incluso un poderoso instrumento de propaganda política. En las recientes elecciones filipinas, los dos candidatos -Gloria Macapagal y Fernando Poe- remitieron miles de SMS para convencer a sus votantes. No en vano, en aquel país, los SMS ayudaron a organizar una revuelta popular pacífica, conocida como Fuerza del Pueblo, que derrocó al presidente Joseph Estrada. En Rumania, la autoridad electoral ha prohibido los mensajes con comentarios sobre los candidatos a las elecciones. Ante estos ejemplos, los estrategas se frotan las manos ante una propaganda electoral en la que el candidato remita, por ejemplo, a los electores un vídeo de unos segundos de duración.

La televisión en el móvil se inclinará también por los usos de corta duración, como resúmenes deportivos o de noticias, según se ha puesto de manifiesto en la XXVI Conferencia del IDATE (Instituto de Audiovisuales y telecomunicaciones en Europa), que ha tenido lugar en Montpellier la pasada semana.

Una empresa londinense ha desarrollado un sistema que permite invitar a una ronda a cualquier amigo remitiéndole un SMS con un código especial que se consigue previo pago. La persona a la que invitas muestra el mensaje en cualquiera de los pubs de la cadena Corney & Barrow para que le sirvan la bebida. En Suecia, algunas administraciones utilizan los SMS para relacionarse con los contribuyentes.

Y sólo es el comienzo. Porque el móvil, pese a su corta y exitosa historia, aún está vacío.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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