Cuando la risa se atraganta
Cualquiera que abra al azar una página de Deseo o de otro libro de la amplia obra narrativa y dramática de Elfriede Jelinek, comprenderá de inmediato el estupor que desató la concesión del Premio Nobel entre los sectores más conservadores de la sociedad austriaca. Una autora con un malvado sentido para los espectáculos perversos de la cotidianidad, capaz de verter tanta acidez sobre los más preciados valores del país -la música clásica (La pianista), la naturaleza intacta (Oh, Wildnis), el deporte (Sportstück), el matrimonio burgués (Deseo) o la moral amorosa (Las amantes)-, representa un peligro público que más valdría mantener a raya. ¿Será para tanto? A juzgar por su poder de irritación en Austria, Jelinek ha conseguido algo extremadamente raro en la narrativa europea actual: demostrar que la literatura todavía posee capacidad de ataque y demolición.
Una sonora carcajada sardónica estalla entre las páginas de sus historias ejemplares nada divertidas, deformadas y puntuadas a la vez por un humor grotesco que hiela la sangre. Una escritura destripadora exprime al máximo el lenguaje y las trampas de sus convenciones; al darles la vuelta surge a menudo lo contrario del significado original de frases hechas, dichos o citas populares (lo cual complica considerablemente la comprensión y hace prácticamente imposible su traducción -tanto más notables los resultados de Pablo Diener, Carlos Fortea, Susana Cañuelo y Jordi Jané-). Tópicos y pautas lingüísticas campan a sus anchas, cubren como una enredadera cualquier estructura y hacen sospechar un propósito pérfido. Jelinek cercena y desmonta los mitos de la cotidianidad, "el amor", "la sexualidad" o "la naturaleza", para lo que se sirve de un procedimiento narrativo que se distingue por la falta absoluta de caracterización psicológica: no hay nada que interpretar en el comportamiento de los personajes, todo está a la vista. En un vertiginoso centrifugado gira un mundo cerrado sobre sí mismo: la banalidad de la violencia, ejercida por marionetas planas; su interior -sus deseos y sus pensamientos- se expone paralelamente a su exterior. Más explícito imposible.
Después de un libro de poemas y unos escarceos iniciales en el campo experimental, Jelinek encontró en 1975 con Las amantes su fórmula magistral -la única hasta ahora, todo hay que decirlo: iluminar con la luz fría del informe objetivo la colisión entre deseos y "bajos" instintos y aprendizaje cultural-. Esta su segunda novela significó el definitivo reconocimiento de la crítica y un éxito de público ininterrumpido desde entonces. Con mirada sarcástica de documentalista penetra en el mundo de falsas proyecciones de felicidad de dos jóvenes obreras: Brigitte y Paula se encuentran en el punto más bajo de la escala social; para salir de allí sólo disponen de sus cuerpos, que emplean a fondo, con el fin de cazar un hombre: "Si alguien tiene un destino, se trata de un hombre. Si alguien consigue un destino, se trata de una mujer".
No menos contundente resulta La pianista (1983), una estrafalaria historia de amor, que se desarrolla sobre el escenario seudorrealista de una Viena atemporal, por la que se persiguen frenéticos una profesora de música y su alumno libidinoso. Erika Kohut, la pianista solterona, vive -y hasta comparte la cama- con su madre, que la ha criado como instrumento de su ambición y le exige, en favor de la carrera musical, que renuncie a los hombres y entierre su cuerpo en "sus deberes cotidianos como una momia egipcia". Pero Erika, a punto de quedar definitivamente momificada, se enamora. La exasperada constelación materno-filial presta el segundo marco argumental para conjugar, con una colmada dosis de ironía, las teorías de Freud y Lacan sobre la feminidad. Como tomadas del manual, se despliegan las desviaciones del personaje ante los ojos atónitos del lector. La fina y respetable Frau Professor revela gustos inesperados en un sórdido tugurio de peep-show de suburbio -magníficamente presentado con imágenes expresionistas: "Los pequeños chiringuitos ya escupen su luz sobre las aceras"-. Detrás de los devaneos eróticos de la señorita sobreprotegida -cada cual más delirante- asoma la tragedia de la persona aislada, incapaz de disfrutar sin castigar y sin vejarse a sí misma. Elfriede Jelinek no moraliza; descubre lo patético en esta vida ejemplar de mujer frustrada, pero no la ridiculiza. Su mirada, sin embargo, es implacablemente incisiva y se hunde en las relaciones causa-efecto preferentemente obviadas: madre, hija y amante sólo son anónimas piezas chirriantes dentro de un engranaje social utilitario de violencia generalizada.
En cuanto a frialdad de exposición y dureza de denuncia, el grado más extremo se alcanza, sin duda, en Deseo (1989), probablemente también la novela menos accesible, ya que se prodiga en juegos de palabras incomprensibles y prescinde aún más de una trama convencional. Cómo huye la dócil Gerti de los bestiales ataques sexuales de su marido, el vigoroso director de la fábrica local, y se pierde entre el alcohol y el amor por Michael, el estudiante macizo que la seduce y humilla, se averigua de pasada, entre los incontables actos sexuales, expuestos y variados sin cesar con metáforas cambiantes que oscilan entre el lenguaje clínico y la rústica palabrería de machote. Estas escenas -supuestamente pornográficas, y digo supuestamente porque la pornografía implica un placer-, hacen brotar la risa en un impulso casi irreprimible, pero pronto se atraganta ante la ferocidad de la exhibición. Queda clara una cuestión: hay dos sexos y un sólo lenguaje. La pornografía es masculina, y si es divertida, lo será desde el punto de vista masculino, ya que las mujeres no disponen todavía de un lenguaje propio para hablar del sexo.
Elfriede Jelinek. La pianista. Traducción de Pablo Diener. Mondadori. Barcelona, 2004. 288 páginas. 18 euros. Deseo. Traducción de Carlos Fortea. Destino. Barcelona, 2004. 240 páginas. 17 euros. Las amantes. Traducción de Susana Cañuelo y Jordi Jané. El Aleph. Barcelona, 2004. 192 páginas. 16,50 euros. / Les amants. Traducción de Pilar Estelrich y Lidia Álvarez. 192 páginas. 16,50 euros.
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