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Crítica:ESTRENOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Personajes insufribles

¿Pueden dos treintañeros seguir viviendo hoy como, digamos, hace 20 años, cuando Mecano era uno de los grupos musicales de referencia, existían locales como Aguacate en los que se concentraba el tout pijo madrileño, y en Pachá sonaban sin parar los grupos más comerciales de la movida capitalina? Esta premisa, que podría haber dado de sí toda una reflexión sobre el peterpanismo, la idiotización organizada de un sector de la sociedad joven, y hasta un retrato de clase acerado y vitriólico, se convierte, en manos de los neodirectores Juan Cavestany (más que interesante guionista) y Enrique López Lavigne (conocido productor), que firman este Borjamari y Pocholo, en poco más que una excusa, bastante vulgar, para un par de chistes tontos, una indecible cantidad de veces en que se repite el latiguillo "O sea, ¿no?"... y bien poco más.

EL ASOMBROSO MUNDO DE BORJAMARI Y POCHOLO

Dirección: Juan Cavestany y Enrique López Lavigne. Intérpretes: Santiago Segura, Javier Gutiérrez, Guillermo Toledo, Pilar Castro. Género: comedia. España, 2004. Duración: 95 minutos.

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Santiago Segura parodia con cariño a unos "pijos supercanallas"

Tiene El asombroso mundo... muy poco de asombroso, y sí mucho de rutinario, de gastado, de falto de gracia. No hay en él el menor acercamiento riguroso a los protagonistas, meras marionetas cargadas de tics y carentes del menor atractivo; ninguna construcción de personajes ni algo parecido a un trabajo a fondo sobre el gag. Se diría que, conscientes del arrastre en taquilla de actores como Santiago Segura (capaz de convertir en oro todo lo que toca: este chico es un prodigio, no hay más remedio que reconocerlo) o Guillermo Toledo, Cavestany y López Lavigne se fiaran sólo de ese arrastre y se dejaran llevar por la inercia de crear algo parecido a una trama, una galería de ¿personajes?, y a rodar. Es una lástima: el tema del pijerío de los ochenta deberá esperar a otros cronistas para, bien desde el humor, bien desde otro ángulo, revivir con un poco más de entidad y de interés ante nuestros ojos.

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