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Crítica:ESTRENO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobre el monstruo

Una sola película, La ciénaga, éxito inesperado en el festival de Berlín de 2002, bastó para situar en el panorama internacional a una cineasta superdotada, la argentina Lucrecia Martel. En aquella película, la disección de la vida de una familia de la burguesía provinciana era la excusa para la exploración del mundo por parte de algunos adolescentes, su manera de situarse respecto a la realidad, la forma en que la tragedia se adueñaba de su vida. Todo ello en medio de una cotidianidad asfixiante en la que el calor, la familia, las creencias más o menos religiosas y el azar creaban un clima entre morboso, siniestro y apasionante.

Mucho de ese ambiente estancado, de ese universo encapsulado y enfermizo, y con parecidos personajes, vuelve a aparecer en este segundo largometraje de Martel y primero en coproducción con España. Otra vez, la mirada se centra prioritariamente en una adolescente (la magnética María Alché), enfrentada a los dilemas derivados de una fuerte educación religiosa, pero víctima de pulsiones muy terrenales. Con un ritmo tan moroso como hipnótico resulta el ambiente que está retratando, Martel cuenta las contradicciones de su personaje, que no son mucho más evidentes que las que corroen a su madre (Mercedes Morán, espléndida actriz). Y lo hace con una narración envolvente, cerrada sobre sí misma y singularmente aviesa: apenas parece que ocurra algo en ese hotel, centro de la acción, y sin embargo los dilemas morales y las decisiones que cada personaje toma tendrán un insospechado peso en el desenlace de la historia.

LA NIÑA SANTA

Dirección: Lucrecia Martel. Intérpretes: María Alché, Mercedes Morán, Julieta Zylberberg, Carlos Velloso, Alejo Mango, Mónica Villa, Arturo Goetz. Género: drama. Argentina-España-Italia, 2004. Duración: 110 minutos.

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Y como ocurría en La ciénaga, también esta notable película es la ocasión para un retrato social, más tenue que en la anterior, pero no menos punzante. E, igualmente, Martel diseña su discurso para que destaquen en él esos sentimientos que con tanta ambigüedad se viven en algunos momentos de la adolescencia: el equívoco despertar de la sexualidad unido a la noción de prohibición; el escándalo ocasionado por actos impensados que no se viven con culpabilidad pero que la sociedad sanciona como pecaminosos; la distorsión que provoca en una adolescente una educación religiosa que diferencia alma y cuerpo... Todo esto está contado en La niña santa con la sutilidad y la distancia moral que ya hicieron de La ciénaga una película imprescindible... no menos, por cierto, que esta Niña santa que confirma el singular e infrecuente talento de su máxima responsable.

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