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Lampedusa en Palestina

Emilio Menéndez del Valle

Pareciera que sobre Palestina / Israel nada nuevo puede escribirse bajo el sol. Algunos que denigraron a Arafat (no ya con el contundente epíteto de terrorista, al tiempo que pasaban por alto que terroristas eran las acciones que paulatinamente liquidaban a su pueblo, sino con los reiterados eslóganes de "obstáculo para la paz" o "no existe interlocutor palestino con el que negociar") le rinden ahora el supuesto tributo de haberse quitado de en medio. Las puertas del cielo se han abierto para el rais, pero es probable que aquellos que han hecho todo lo posible -y continúan haciéndolo- para que las puertas de la tierra estén cerradas para su pueblo, que sobrevive entre muros de vergüenza, ignominiosos bantustanes y muerte cotidiana, acaben ofreciendo un espiritual puente de plata al enemigo desaparecido.

En estos días, la mayoría de los medios de comunicación, ellos mismos influidos por las declaraciones de algunos de los protagonistas, venden el producto de la siguiente resumida manera: la reelección de Bush y la muerte de Arafat constituyen una oportunidad histórica para resolver el conflicto. Si un moderado sucede al difunto, el compromiso será posible. Sin embargo, los hechos son tenaces. Como lo son las decisiones políticas, o precisamente la ausencia de decisión o de voluntad políticas. La tan manida comunidad internacional y, sobre todo, la opinión pública sensibilizada por las miserias de los condenados de la Tierra y por la responsabilidad de quienes las ocasionan, deben tenerlo presente.

Consideremos los hechos. El pueblo palestino está sometido a ocupación, como el pueblo francés y otros europeos estuvieron sometidos a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Esa ocupación es obviamente ilegal en virtud del derecho internacional y de las múltiples resoluciones de Naciones Unidas. La Unión Europea, aún dividida en algunos aspectos de su política exterior y carente de voluntad política en lo que a este conflicto respecta, la califica asimismo de ilegal. De todo ello Israel hace caso omiso.

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Una Administración norteamericana con visión política, la del presidente Clinton, impulsó los acuerdos de Oslo de 1993, que abrieron paso a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con competencias, en la mayoría de los casos limitadas, en unas cuantas ciudades de las que los israelíes se retiraron. Conviene no olvidar que -a causa del asedio a que durante los últimos cuatro años Israel la viene sometiendo con la complicidad o apoyo directo de la Administración de Bush- la ANP no ha sido hasta ahora sino un movimiento de liberación nacional perfeccionado que aspira a lograr un Estado. En paralelo y absurdamente, a Arafat se le ha imputado no ser un auténtico hombre de Estado, sino un líder revolucionario. Hombre de Estado... ¿De qué Estado?

Un dato relevante es el tema de los dos Estados, uno palestino (hoy virtual) y el de Israel (bien consolidado y única potencia nuclear de la zona), que, en virtud del proceso de paz, deberían llegar a coexistir. Poco conocido es, sin embargo, que ese hecho constituye una de las concesiones palestinas más importantes, no tanto porque ello supone el reconocimiento formal y explícito de Israel por parte de la ANP, que también, sino porque hablamos de dos Estados de muy distintas dimensiones. El hoy virtual se constituiría tan sólo sobre el 22% del territorio de la Palestina histórica, mientras que el resto lo configuraría el Estado hebreo.

Destaquemos un tercer hecho. El supuesto proceso de paz conocido en su último formato como Hoja de Ruta, lanzada en abril de 2003 por EE UU, UE, Rusia y ONU y bloqueada por Israel, fija las condiciones para "lograr una resolución definitiva y permanente de aquí a 2005, que comprenda las fronteras, Jerusalén, los refugiados y los asentamientos". Dicha resolución "termina con la ocupación iniciada en 1967" y da paso a un Estado palestino viable.

Consideremos a continuación las principales decisiones políticas o la ausencia de las mismas desde la llegada al poder de Ariel Sharon, en paralelo con la primera Administración de Bush, socio y aliado, que no mediador neutral y honesto. Primer comentario: el actual primer ministro israelí no tiene la menor intención de facilitar la creación de un Estado palestino viable. Yossi Beilin, uno de los laboristas honestos, ex ministro de Justicia con Ehud Barak, lo dijo hace unos meses: "Es Sharon quien no es un interlocutor válido para la paz". Pero Sharon es sincero. Nada más acceder al Gobierno realizó unas contundentes declaraciones: "La guerra de independencia no ha terminado, 1948 no fue sino el primer capítulo. No existe un nuevo Sharon. No he cambiado" (Ha'aretz, 18-4-01). Continuó con éstas: "Debe quedar muy claro que no regresaremos a las fronteras de 1967" (International Herald Tribune, 1-8-03). Y con éstas: "El objetivo de la Hoja de Ruta de lograr un Estado palestino viable y soberano a lo largo de las fronteras de 1967 no será otorgado a los palestinos aunque cese toda la violencia" (ídem, 1-9-03). No hay que engañarse. El problema reside en que, como editorializaba EL PAÍS el 30-7-03, "Sharon lo quiere todo".

Y nada más contundente que la larga, meditada y muy reciente entrevista concedida a Ha'aretz (8-10-04) por su máximo hombre de confianza, principal asesor y responsable de las relaciones con la Administración de Bush, Dov Weisglass. Ante las preocupaciones y rebelión de los colonos israelíes por la anunciada retirada de Gaza de 7.000 de ellos (pero no de los centenares de miles que ocupan Cisjordania y hacen inviable el Estado palestino), Weisglass afirma taxativamente: "El significado de lo que acordamos con los americanos es la congelación del proceso político. Y cuando se congela ese proceso, se impide el establecimiento de un Estado palestino y la discusión sobre los refugiados, las fronteras y Jerusalén. En efecto, todo el paquete conocido como Estado palestino, con todo lo que implica, ha sido eliminado de nuestra agenda indefinidamente. Y todo ello con autoridad y permiso. Todo con la bendición presidencial y la ratificación de ambas cámaras del Congreso . ¿Qué más se les podía haber dado a los colonos?".

Dicho ello unas semanas antes de la desaparición de Arafat, pero cuando el Gobierno de Israel lo daba absolutamente por muerto, política o físicamente. ¿Va a cambiar Sharon de estrategia por el fallecimiento del rais? Lo dudo. Bush, supuestamente presionado por Blair, dice que podría constituirse hacia 2009 un Estado si la dirigencia palestina, moderada, hace reformas y combate el terrorismo. Justo en 2009, de nuevo en año electoral y de nuevo con el pretexto de que las elecciones impiden a todo presidente norteamericano (a causa del voto judío) tomar decisión alguna sobre este asunto. ¿Por qué no en 2005? Todo suena a una gran farsa. ¿Líder moderado? Aun a regañadientes, Arafat aceptó en 2003 el nombramiento como primer ministro de Abu Mazen, el gran moderado que gozaba del favor de Washington, de la UE y, supuestamente, de Israel,pero no especialmente de su pueblo, a quien Sharon seguía sin proporcionar horizonte político alguno. Un intelectual palestino lo describió gráficamente: "Tenemos un presidente (Arafat) amado por el pueblo, pero al que nadie en el mundo dirige la palabra, y un primer ministro (Abu Mazen) ensalzado en el mundo, pero que en su país es considerado un títere". Sharon despreció a Abu Mazen llamándole "polluelo sin plumas" y The New York Times acertadamente describió así la situación: "El daño político más grave al proceso de paz lo está haciendo Sharon, cuyas calculadas respuestas militares están minando la autoridad de Abu Mazen, el moderado nuevo primer ministro palestino. Para poder construir un consenso político contra el terrorismo, Mazen necesita demostrar a su pueblo que sus palabras conciliadoras han producido un cambio en el comportamiento israelí. Lamentablemente, las últimas acciones de Sharon demuestran justamente lo contrario" (12-6-03).

Y así ha sido hasta hoy. Ninguna concesión israelí. Y cuando en diversas ocasiones representantes de la Autoridad Palestina y de los extremistas islámicos de Hamás o Yihad, bajo patrocinio egipcio, han estado a punto de pactar el fin de los atentados suicidas, Israel ha llevado a cabo asesinatos selectivos contra líderes islámicos que han hecho evaporarse tal posibilidad.

Sharon sabe que el presidente Arafat, encarnación de la palestinidad, ampliamente respetado, limpia y democráticamente elegido por su pueblo en 1996 en comicios supervisados por la Unión Europea, era el único líder con carisma y autoridad moral y política, capaz de sellar la "paz de los valientes" iniciada con Rabin y, simultáneamente, convencer a su pueblo de la necesidad de hacer nuevas concesiones trascendentales (por ejemplo, en el espinoso asunto del derecho al retorno de los miles de refugiados). No lo asesinó porque sabía que le convertiría en mártir. Pretendió humillarlo teniéndole cercado en su sede semidestruida de Ramala durante tres años. Argumentó, con la mezquina complicidad de la superpotencia, que todo tenía que cambiar en la Autoridad Palestina, comenzando por su líder, si los palestinos querían que Israel negociara. La ANP inició las reformas y consolidó algunas importantes. Arafat ha muerto. Auguro que en breve, en cuanto se realicen nuevas elecciones en los territorios palestinos ocupados y machacados, Israel comenzará a decir que sus sucesores no disponen del predicamento y carisma de que él gozaba y que no podrán imponer a su pueblo las necesarias dolorosas realidades. Que serán desbordados. Razón por la cual volverá a predicar que no dispone de interlocutor válido para hacer la paz, esto es, para hacer comulgar a los palestinos con nuevas ruedas de molino. Deseo equivocarme, pero creo que seguirá sin ofrecerles ningún horizonte político real, no habrá gestos genuinos ni cesiones auténticas, y como la frustración y el odio continuarán creciendo, el ocupante volverá a desplegar la violencia ciega contra el ocupado, y éste, a vengarse como pueda. Sharon, que no quiere la paz -salvo que ésta implique la sumisión del enemigo-, se ha apuntado a la filosofía que el príncipe de Lampedusa exhibe en El gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual. De manera que Cisjordania se transmute definitivamente en Judea y Samaria y, si de paso los palestinos, adecuadamente instigados, comienzan a matarse entre sí, tanto mejor para el Gran Israel. La violencia es simple, y las alternativas a la violencia, complejas, pero es hora de imponer una alternativa que hasta ahora es virtual a tanta violencia real.

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

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