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El palacio del Parlament

El 16 de diciembre del 2004 es una fecha clave, no sólo por inaugurarse la reforma del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), en Montjuïc, sino también porque la colección de arte catalán del siglo XIX, que estaba en la Ciutadella, en el antiguo arsenal y antiguo palacio real, ha liberado todo el edificio para sede del Parlament y se inaugura instalada en el MNAC. Y sobre la sede del Parlament quiere reflexionar este artículo.

De manera manifiesta, la Generalitat contemporánea ha optado por el respeto a la memoria, rehaciendo paciente y cuidadosamente los espacios interiores, el mobiliario y la decoración del antiguo arsenal, proyectado por Jorge Prósper de Verboom a principios del siglo XVIII, en función de la idealización de tal como era el edificio a finales del siglo XIX, cuando fue reconvertido en palacio real, antes de su destino como museo, y como era en 1932, cuando se destinó a sede del Parlament. No sólo esto, sino que esta sociedad que celebra su día nacional en la fecha de la derrota de su autonomía, el 11 de septiembre de 1714, ha escogido como lugar para sus parlamentarios allí donde los dominadores borbónicos levantaron su arsenal militar y su ciudadela, y allí donde sus representantes políticos fueron, durante 150 años, encarcelados, torturados, colgados o fusilados. Posiblemente no haya ninguna otra asamblea legislativa que ocupe un edificio construido con unos objetivos tan opuestos a los de su función parlamentaria y democrática, en un lugar tan repleto de acontecimientos históricos. Y ello nos honra por el respeto a la memoria histórica, pero expresa una falta de idea de modernidad.

Hay que ampliar el Parlament para que funcione mejor y simbolice la memoria y la contemporaneidad de Cataluña

La peculiaridad de este larguísimo proceso consiste en el hecho de que la inserción del actual Parlament en el antiguo arsenal no ha comportado una transformación tipológica. Lo explicaremos. La evolución del edificio, esquemáticamente, ha sido la siguiente: el arsenal de planta cuadrada y estructura espacial fuertemente simétrica, con cuatro patios en el interior, se convirtió hacia 1879, según el proyecto de Pere Falqués i Urpí, en palacio real. Esta transformación comportó cambios en el frontón de la fachada e introdujo una escalera de honor. La razón de convertirlo en residencia real fue que cuatro años antes se había incendiado el antiguo palacio de los virreyes de la plaza del Palau, la plaza que debe su nombre al palacio desaparecido. El proceso continuó a principios del siglo XX con su conversión en museo y biblioteca, añadiendo entonces el mismo arquitecto dos alas laterales que crearon dos nuevos patios y que convirtieron la planta cuadrada en rectangular y la forma clásica y axial en más horizontal. Fue en este edificio donde se decidió instalar el nuevo Parlamento al proclamarse la II República en 1932. Con la Guerra Civil y la dictadura franquista el proceso se frustró y volvió a empezar: Franco lo convirtió en el cuartel y arsenal militar que había sido para los Borbones y selló el lugar de la democracia. Más tarde, en 1945, recuperó su función de Museo de Arte Moderno, y en 1980, con las primeras elecciones al Parlament, después de la recuperación de la democracia y la creación del Estado de las autonomías, su sede se volvió a situar en el antiguo arsenal y se inició un proceso de lenta metamorfosis interna que ha durado hasta hoy.

Ahora que se van a cumplir 25 años de la recuperación, que tenemos un Gobierno progresista y que estamos en un momento de transformación social y política, sería oportuno explicitar los valores de una sociedad contemporánea que se ha puesto como objetivo la modernización de las estructuras sociales y la reforma del Estatut, es decir, un nuevo encaje en un Estado español federalista, con más autonomía, y en una Europa unida,

incorporando los nuevos grandes retos, como las nuevas tecnologías,

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las transformaciones sociales por la inmigración y la mejora del medio ambiente. Y todo esto lo debería expresar el edificio sede del Parlamento catalán.

Tenemos un precedente reciente de esta necesidad de aportar una nueva imagen en el caso del Parlamento de Escocia, que planteó un concurso internacional, ganado precisamente por un equipo de arquitectos catalanes, Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, y que ha sido inaugurado este mismo 2004. Y de hecho, en el plan director del parque de la Ciutadella, de julio de 2002, de los arquitectos y paisajistas Joan Roig y Enric Batlle, está prevista la ampliación del Parlament con un nuevo edificio posterior.

Es cierto que este proyecto vital de ampliación depende de otras estrategias urbanas: que el zoológico deje libre el parque de la Ciutadella para uso de la ciudadanía y para que pueda crecer el Parlament. Pero que el zoo se desplace depende de que se realice el zoo marítimo en la zona del Fórum. Si esta operación se pudiera hacer, se podría cumplir el programa funcional del Parlament, con un nuevo acceso de servicio que permitiría resolver muchos problemas. El acceso representativo y peatonal continuaría haciéndose por el parque y por el antiguo arsenal, pero el acceso de vehículos, de servicios, de prensa y de seguridad podría ser por la calle de Wellington. Con esta ampliación sería posible hacer un nuevo salón de sesiones mucho más grande y moderno, con escaños más cómodos y más plazas para periodistas y para público, dejando el antiguo hemiciclo para actos especiales y más representativos.

Por lo tanto, ¿no sería ahora el momento de convocar un concurso para ampliar el palacio del Parlament, para que funcionase mejor y para que simbolizara no sólo la memoria, sino también la contemporaneidad de Cataluña?

Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la ETSAB-UPC.

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