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Berlusconi amenaza con adelantar las elecciones si no se aprueba la rebaja fiscal

La UE asegura que el recorte de impuestos atenta contra el Pacto de Estabilidad

Silvio Berlusconi lanzó ayer un ultimátum a sus aliados: o reducción de impuestos o elecciones anticipadas. La rebaja del IRPF se ha convertido en la bandera del presidente del Gobierno italiano, aparentemente dispuesto a romper los límites del Pacto de Estabilidad de la Unión Europea y a enfrentarse con todas las instituciones para cumplir una promesa electoral de la que, según él, depende su credibilidad política. La Unión Europea ya dejó claro el pasado lunes que el límite fijado en el Plan de Estabilidad no puede ser modificado a voluntad de cada estado miembro.

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La maniobra de Il Cavaliere revela su exasperación ante unos sondeos electorales cada vez más negativos. Uno de los portavoces de Berlusconi aseguró que los comicios se convocarían en primavera.

Berlusconi eligió la portada de uno de sus periódicos, Il Foglio, presidido por su esposa, Veronica Lario, y dirigido por su antiguo portavoz, Giuliano Ferrara, para plantarse ante los demás partidos de la coalición conservadora. En un artículo autodefinido como "manifiesto" y, unos párrafos más adelante, como "apostilla al contrato con los italianos" firmado en la pasada campaña electoral, el presidente del Gobierno estableció sus condiciones: "Si los impuestos se reducen de forma consistente y visible, seguimos en carrera. Si no, la palabra debe volver a los italianos, para que sean ellos mismos quienes decidan sobre su destino".

Los portavoces oficiosos de Berlusconi indicaban ayer tarde que Forza Italia tenía casi a punto una enmienda a la ley de presupuestos que reducía sustancialmente el tipo máximo del impuesto de la renta sobre las personas físicas (IRPF), del 39% al 33%, y que todo dependía de los diputados de Alianza Nacional y de la Unión Demócrata Cristiana. "Si nuestros aliados votan a favor, la enmienda será aprobada y todo irá bien; si no, habrá elecciones generales en primavera, coincidiendo con las regionales", indicó uno de esos portavoces.

La oposición al plan fiscal de Berlusconi era casi universal. Estaba en contra el Fondo Monetario Internacional (FMI), que recordó la semana pasada que cualquier recorte en los impuestos debía ser precedido de un recorte equivalente del gasto público. Estaba en contra la Unión Europea, que indicó el lunes (a través del propio ministro de Asuntos Exteriores italiano, el recién llegado Gianfranco Fini) que el límite del déficit presupuestario fijado en el Plan de Estabilidad no podía ser modificado a voluntad de cada Estado miembro.

También estaba en contra el Banco de Italia, preocupado por una espiral alcista de la deuda nacional. Y la propia patronal Confindustria, que calificó de "pantomima" el proyecto berlusconiano. Estaban en contra los posfascistas de Alianza Nacional y los demócratacristianos. Estaba en contra el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi. Y, por supuesto, estaba en contra la oposición. A Silvio Berlusconi sólo le quedaban el apoyo de su partido, Forza Italia, y el de la Liga Norte, que se sumó de inmediato a la amenaza de convocar elecciones anticipadas.

El ultimátum respondió, probablemente, a la irritación de Berlusconi cuando oyó a su propio vicepresidente y ministro de Exteriores, Gianfranco Fini, decir en Bruselas que la reforma fiscal resultaba inviable en los términos planteados. El "manifiesto" fue redactado por el "periodista de cabecera" Giuliano Ferrara (antiguo dirigente comunista), que utilizó los términos más afilados y menos conciliatorios para atacar a los "políticos profesionales" (como Fini), al "estúpido" Pacto de Estabilidad europeo, realizado "sin mandato electoral alguno", y a todos sus antecesores en el cargo, que produjeron "una de las deudas nacionales más colosales del mundo".

El "manifiesto" omitía que el principal responsable de la deuda italiana fue Bettino Craxi, el gran protector y modelo político de Berlusconi, y que el propio Cavaliere había contribuido a ampliar el endeudamiento, año tras año, desde 2001. Berlusconi, guiado por la pluma de Ferrara, se permitía en cambio algún arrebato lírico: la rebaja de impuestos a las rentas más altas era nada menos que "una estrategia para cambiar nuestro modo de vida, un nuevo horizonte, una nueva frontera de la política".

Aliados de Gobierno

Los aliados de Gobierno de Berlusconi no se mostraron especialmente impresionados por la amenaza. Tanto los posfascistas como los democristianos mantuvieron su posición de los últimos meses: les parecía estupendo reducir el IRPF, siempre que se redujera también la carga fiscal sobre las empresas y, sobre todo, siempre que todo ello no ampliara un déficit situado en el 2,9% del PIB, al límite de lo permitido. Exigían, por tanto, un recorte previo del gasto: "Ahí es donde se demuestra el valor político, en las decisiones difíciles", indicó Marco Follini, líder de los democristianos.

El ministro de Economía, Domenico Seniscalco, subrayó igualmente en días pasados que no le correspondía a él decidir la supresión o la reducción de partidas presupuestarias importantes: "Ésas son cosas de gran envergadura que corresponden al patrón de la nave, no a los técnicos", dijo.

Silvio Berlusconi, durante una sesión parlamentaria en noviembre de 2003.
Silvio Berlusconi, durante una sesión parlamentaria en noviembre de 2003.AP

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