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Prodi regresa a la política en un momento óptimo para sus intereses

Enric González

Romano Prodi regresa a la política italiana en un momento que podría parecer óptimo para sus intereses. El nuevo jefe de la oposición encuentra un Gobierno dividido, impopular y eternamente encallado en una reforma fiscal pendiente desde 2001. La coalición de centro e izquierda que dirigirá Prodi no está, sin embargo, mucho mejor que el Gobierno de Berlusconi. No ha sido capaz de alcanzar un acuerdo para presentar listas conjuntas en las elecciones regionales, lo que le habría casi asegurado la victoria. No ha sido capaz ni de ponerse de acuerdo sobre el nombre de la coalición. Hace dos semanas se eligió la denominación Gran Alianza Democrática, que, por razones obvias, se abrevió en GAD. El líder de La Margarita, el centrista Francesco Rutelli, dijo ayer que GAD sonaba "muy feo", y que le gustaba más "Alianza". Por desgracia, había ya una Alianza, el partido de los posfascistas.

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Prodi sufrirá el mismo problema estructural que afecta a Silvio Berlusconi: la añoranza de un gran partido de centro. La diáspora democristiana, con refugiados tanto en la derecha (UDC) como en la izquierda (La Margarita), nunca ha dejado de soñar con la reconstrucción de la vieja DC. Y nunca se ha sentido cómoda con el actual sistema, abundante en partidos (hay 12 en el Parlamento, más un nutrido grupo mixto), pero artificiosamente bipolar. El propio electorado da señales de fatiga. Los votos que pierden Forza Italia y los demás partidos conservadores, según los sondeos que maneja Berlusconi, no van a la oposición. Se pierden en el vacío de los "indecisos".

Il Reformista, diario que da voz al neocentrismo, publicaba ayer un editorial titulado Los últimos días de la Segunda República y pronosticaba un desplome del sistema, similar al que en 1992 acabó con la democracia cristiana y el comunismo. El fracaso de Berlusconi, decía, era un fracaso de todos. Il Reformista exageraba, pero no mucho: la Italia a la que vuelve Prodi está en crisis profunda.

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