Un mediador inmerso en una crisis económica y sucesoria
En el papel mediador que Egipto ha decidido adoptar en la transición política palestina se juega no sólo el futuro de Oriente Próximo sino también el del país. Con un presidente de 76 años aquejado de problemas de salud, un creciente apoyo popular a los radicales islamistas (los proscritos Hermanos Musulmanes) y una frágil economía, Egipto se enfrenta ahora a la consolidación del sucesor elegido por Hosni Mubarak, su hijo Gamal, de 41 años.
La casta militar, acostumbrada a 52 años de presidentes militares, no acaba de ver con buenos ojos al delfín y apuesta por el jefe de los servicios secretos y mediador en el conflicto árabe-israelí, Omar Suleiman, un hombre temido y admirado, que en los últimos días se ha convertido en la estrella de la vida política egipcia.
Gamal Mubarak, el hijo del presidente, que estudió economía en Londres y ahora ocupa el puesto de secretario político del gubernamental Partido Nacional Democrático, sufre el rechazo de muchos egipcios, que no ven con buenos ojos la instauración de un régimen sucesorio, a pesar de despertar el sucesor cierta simpatía entre la población.
La muerte del líder palestino ha llevado a especular estos días a diversos analistas sobre la posibilidad de que el jefe de los servicios secretos se adelante al primogénito en la línea sucesoria, aunque sólo por un tiempo, hasta que Gamal esté "preparado" para dirigir el país. Mientras, Suleiman se deja ver más que nunca y sus funciones parecen cada vez menos secretas.
El jefe del espionaje egipcio viajó a Ramala el pasado viernes en el helicóptero que transportó el féretro de Yasir Arafat desde El Cairo hasta la capital de Cisjordania. Y fue su rostro el primero en verse en las pantallas de la televisión de todo Egipto cuando el helicóptero del rais tocó tierra y abrió sus puertas.
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