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Columna
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El pensamiento visual

Después de sufrir una larga enfermedad nos ha dejado uno de los más prestigiosos y veteranos artistas del diseño gráfico español de la posguerra, que probablemente sea en el campo del grafismo uno de los mejores intérpretes de la transición en nuestra cultura visual. Daniel Gil, que había estudiado Bellas Artes y que inicialmente quería ser pintor, pronto entendió que nuestros carteles, carátulas de discos, portadas de libros, la gráfica en general necesitaban una renovación técnica y conceptual que acabara con una retórica desfasada y retrógrada y nos pusiera al día delo que estaba sucediendo en Europa. Por ello primero se fue a la Unión Soviética y luego a Alemania donde en los últimos años 50 estudió en la mítica escuela de Ulm cuando la dirigía Otl Aichr.

Su primer trabajo de creación gráfica en España lo desarrollará en la discográfica Hispavox, modernizando las carátulas de la época. Pero lo que ha hecho pasar a Daniel Gil a la historia de nuestra cultura es su extraordinario y cuantioso trabajo para Alianza Editorial, que inicia en 1966 a propuesta de Jaime Salinas. Lo que hizo Daniel Gil en aquellos años en el campo de los libros de bolsillo fue una auténtica revolución y sigue siendo un referente de la historia del diseño gráfico. Juan Cruz en una de sus Crónicas las llama "portadas míticas" por ser auténticos emblemas gráficos del espíritu de vanguardia en aquellos años tristes y grises. Para mi ha sido el "portadista" -denominación con la que se autocalificaba- más grande del siglo XX, porque supo conciliar dos campos, el de las bellas artes bien entendidas y el de la revolución aportada por la comunicación visual. Lo bello y lo funcional, lo estético y lo pragmático, siempre al servicio de la cultura sin concesiones al mercado. Y lo hizo con la máxima libertad mental, intelectual y plástica. No fue seguidor de ninguna tendencia o estilo, supo crear un mundo empleando todos los recursos técnicos a su alcance: la fotografía, el collage, la tipografía, los iconos de las vanguardias pictóricas o cinematográficas... Todo era válido para confeccionar sus poemas visuales nacidos de un objeto encontrado en el Rastro, en un libro de grabados antiguos o de una imagen de una revista de vanguardia. Fueron 25 años de plenitud que culminaron en más de 4.000 portadas y millones de ejemplares, a través de las que nos acercó a Cortázar, Baroja, Benet, Galdós, Asimov, Barral, Camus, Platón, Borjes, Chejov, Kafka... Un palmarés sin precedentes y difícilmente repetible que pudimos ver reunido en una antológica en la Biblioteca Nacional.

Probablemente fue así porque el irónico, cáustico y escéptico Daniel Gil fue sobre todo un artista integral que leía los libros que ilustraba de cabo a rabo, y sabía traducir en imágenes eficaces y pregnantes su propias imágenes mentales. No era oficio, era pensamiento.

Estaba en posesión de la medalla de la Bienal de Diseño Gráfico de Brno (Checoeslovaquia) y de la Medalla de Oro de las Bellas Artes (1984) pero la cicatería de los jurados de los Premios Nacionales de Diseño le privó del galardón que más ilusión le hacía. Se limitaron a ofrecerle una modesta mención (2001) que él dignamente rechazó, pero nadie podrá negarle ser el creador de una mirada gráfica escueta, crítica, ácida en ocasiones, siempre moderna, elegante, culta y poética.

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