"Hoy la prensa marca la norma"
José Antonio Pascual fue coautor con Joan Corominas del monumental Diccionario crítico etimológico de la lengua española. Eso sería suficiente presentación, pero además es miembro de la RAE desde 2001.
PREGUNTA. ¿Dónde termina la flexibilidad de una lengua y dónde empieza su disgregación?
RESPUESTA. Uno puede romper la norma siempre que la conozca. Y ese conocimiento va a distinguir socialmente a las personas. Es un hecho banal de consecuencias importantísimas. Luis Vives decía en el XVI que si escupías en la mesa tenías que hacerlo abriendo las piernas para no mancharte y discretamente para que no se diera cuenta la gente. Imagínese que uno hiciera eso delante de alguien que quiere contratarle.
P. ¿Y si las diferencias no son sociales sino geográficas?
R. Un ejemplo: yo a esto [se toca la clavícula] lo llamo con un esdrújulo horrible: clavícula. Mi madre lo llamaba islilla. En cien años han cambiado esa palabra porque la enseñanza de la ciencia ha impuesto una norma común. Las diferencias vienen de la educación. En un sitio paupérrimo de México puedes ver a las ocho de la mañana a 200 niños en un concurso de oratoria porque allí han mantenido más tiempo que nosotros la enseñanza de la retórica. ¿Dónde se habla un español más cuidadoso? En Perú. ¿Y un español horrible? En Perú. Porque todavía hay grupos mal hispanizados.
P. ¿Cuál es el mayor problema del español actual?
R. Que los científicos hispanohablantes hablen en inglés porque no hay buenas traducciones.
P. Incluso el sintagma de moda, células madre, no es una traducción muy exacta.
R. Con todo, es mejor una mala traducción común que una distinta en cada país.
P. ¿El español no corre riesgo de dispersión?
R. No. A finales del XIX se pensó que se iba a romper. Pero entonces no había una literatura americana. Unamuno citaba sólo a veinte escritores hispanoamericanos. Hoy conocemos cientos, y hay aviones, Internet y, sobre todo, canales internacionales de televisión que tratan de ser oídos por muchas personas y usan un idioma neutro común.
P. ¿No es un peligro dejar la norma en sus manos?
R. No hay más remedio. ¿Recuerda La Regenta? Don Fermín, desde el púlpito, corregía a todo el mundo. ¿Qué haces hoy desde el púlpito? En el siglo XVIII, cuando se hacen los diccionarios, el foro de la norma era la clase media alta, a la que se imitaba. Hoy se imita lo que sale en televisión.
P. Pero a menudo los periodistas y los políticos se manejan dentro de ese registro que en las escuelas llaman de...
R. Seudoerudición.
P. Que no tiene la llaneza del registro bajo ni la competencia del alto. ¿Cómo solucionarlo?
R. Formando mejor a los periodistas. Y teniendo más tiempo para escribir.
P. Difícil solución.
R. En la cuerda floja se escribe bien siempre que uno no se ponga estupendo.
P. De ahí vienen términos como posicionar o visualizar.
R. Son terribles, pero me temo que en cuanto uno los aprenda de su madre le parecerán normales. Mi padre decía estallar, si me oyera decir explotar... Y a mí me suena fatal explosionar. Yo aspiro a que el que emplee explosionar sepa lo que rompe y sepa que ya no va a dar marcha atrás.
P. Uno de los asuntos que se debatirán en Rosario es la identidad lingüística.
R. Identidad como identificación respecto a un lugar; acentos, giros y cuestiones casi familiares: un taxista sabe que no eres de la ciudad porque llamas calle a una avenida.
P. ¿Nada que ver con las esencias nacionales?
R. La lengua no es la sangre de mi espíritu. Bernardo Atxaga escribe en euskera, pero detrás tiene toda la literatura norteamericana. Uno puede obtener el Nobel de Física escribiendo en inglés y siendo chino. La lengua no condiciona el pensamiento. Me gustaría ver esos debates dentro de 50 años, cuando se asiente la emigración. No es que vayan a bajar las acciones de Juana de Arco, es que la gente no sabrá quién es.
P. La lengua sin épica.
R. Lo importante es que haya un número cómodo de hablantes. Decir que el español está conquistando Estados Unidos es un disparate. Ni lo está conquistando ni merece la pena conquistarlo. Esa épica es absurda. Lo importante es tener mejores gramáticas y diccionarios, mejor literatura y, sobre todo, que mejore la ciencia y la economía.
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