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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Réplica

Señora Rosa Montero: a propósito de su artículo del 26 de octubre en este mismo diario ["Linda"] le digo: ocurrió en Venezuela, pero pudo pasar en cualquier parte. Lo que causó mi asombro fue la facilidad con la que usted llega a la conclusión de que la insólita sentencia que absuelve al presunto violador y torturador de Linda Loaiza no es más que el perfecto retrato de "...la Venezuela de hoy...". El resto de las terribles y lapidarias palabras con las que termina su artículo me dejó de una pieza. Sentencias aberrantes de jueces trasnochados las hay en todas partes y no por ello debemos necesariamente presuponer "acomodaticios miedos de los jueces al poder". Monstruosa fue la sentencia de un juez español en esta España europea y primermundista que liberó a un pederasta alegando que no hubo violación porque la víctima, una niña, fue penetrada con un dedo y no con el pene, o la que calificó de mentira los maltratos alegados porque la doliente esposa no llenaba el perfil de mujer maltratada. Sin embargo, jamás se me ocurriría pensar que esos jueces son el reflejo de la sociedad española.

Aberrante y lesiva de los más elementales derechos y de la dignidad nacional fue también la sentencia del Tribunal Supremo venezolano que absolvió a los autores del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez y el pueblo de Venezuela. Y en ese momento no escuchamos su protesta. El Poder Judicial en mi país viene arrastrando una penosa herencia. Y a pesar de los esfuerzos, sigue siendo una asignatura pendiente. Pero de allí a pretender asignarle a nuestro presidente la responsabilidad de esos hechos, circunscribiendo el análisis al absurdo reduccionismo de que esa sentencia refleja la realidad de mi país es, cuando menos, un irrespeto.

En estos años hemos vivido un proceso revulsivo y convulsivo, intentando llevar a cabo una revolución pacífica. Los enemigos internos y externos se multiplican. Una buena manera de contrarrestarlos sería que gente pensante se acerque a nosotros, despojada de prejuicios, y constate nuestras vivencias. Le pido, señora Montero, que intente hacerlo.

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