El muro de Berlín cayó, la brecha sigue en pie
Quince años después de la caída del telón, la desigualdad y los recelos aún separan a los habitantes del este y el oeste de Alemania
Los "paisajes exuberantes" que el entonces canciller federal alemán, el democristiano Helmut Kohl (CDU), prometió a los alemanes del Este se han convertido en la pesadilla del paro y la amenaza de caer entre los receptores de asistencia social. Hasta el máximo mandatario del país, el presidente Horst Köhler, realizó una declaración que equivalía al entierro de la idea de paisajes exuberantes y desencadenó una tormenta política con una mera constatación de hechos: "No puede haber iguales condiciones de vida en todas partes. El que quiera nivelar las diferencias cementa el Estado de las subvenciones y carga sobre los hombros de las generaciones futuras un peso insoportable".
La crisis económica en Alemania, con tres años de crecimiento nulo y una media de 4,3 millones de parados, se percibe con más dureza en el Este, con una tasa de desempleo del 17,5%, más del doble del 8,2% del Oeste. Cuando se cumplen 15 años de la caída del muro han resurgido recelos y prejuicios que parecían enterrados para siempre: Ossis (orientales) llorones y Wessis (occidentales) prepotentes. A finales del verano, decenas de miles de alemanes del Este se lanzaron a las calles para protestar en las marchas de los lunes contra los recortes en las prestaciones del seguro de paro y la reforma laboral. Esta protesta social se vino abajo por falta de personal, pero sirvió para corroborar el tópico de Ossis llorones.
Un elevado porcentaje de votantes del Este, más de un 40%, se queda en casa en los días de elecciones. De los que acuden a las urnas, otro porcentaje no desdeñable, en torno a un 20%, vota por los candidatos del Partido del Socialismo Democrático (PDS), el heredero del Partido Socialista Unificado (SED), que durante cuatro décadas sostuvo con mano dura, muro y alambradas la dictadura prusiano-estalinista en la desaparecida República Democrática Alemana. A esto se une un fenómeno aún más preocupante. En las últimas elecciones regionales para el Parlamentos de Sajonia, el ultraderechista con connotaciones neonazis Partido Nacionaldemocrático de Alemania (NPD) consiguió un 9,2% de votos, casi los mismos que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). En Brandeburgo, la Unión del Pueblo Alemán (DVU), de la misma familia ultraderechista, logró un 6,1% de votos.
A socaire del aniversario de la caída del muro un aluvión de trabajos de investigación, estudios económicos y hasta interpretaciones más o menos psicoanalíticas recorre Alemania a través de muchas páginas en la prensa, debates en la televisión y libros de ensayo. El periodista Wolfgang Herles acaba de publicar un libro titulado No somos un pueblo. Una polémica, en el que hace añicos buena parte de las expectativas despertadas hace 15 años con la caída del muro. El título es la negación del eslogan de los manifestantes que el año 1989 aceleraron la caída del muro. El grito de la protesta contra el régimen comunista "¡Nosotros somos el pueblo!" se convirtió en el "¡Nosotros somos un pueblo!", que implicaba la exigencia de reunificación. En el mismo prólogo de su libro sostiene Herles: "La afirmación de que los alemanes sean un pueblo es todavía una visión, por no decir una utopía. La unificación estatal se ha conseguido, pero el proyecto de la unidad, no. A los 15 años de la caída del muro el balance resulta amargo". Agrega Herles: "Hoy día cualquiera es consciente de la chapuza de la unidad, incluidos los chapuceros". Según Herles, "las causas del desastre se reconocen en los errores económicos, las ilusiones y las mentiras de la política de reunificación".
Con motivo de las protestas contra los recortes del Gobierno del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD), el psicoanalista de 61 años Hans-Joachim Maaz, director de una clínica en Halle (Este), constataba en una entrevista con la primera cadena pública alemana (ARD): "Tras el cambio se produjo en el Este primero la esperanza de los paisajes exuberantes. Después vino el conocimiento de las condiciones occidentales y el esfuerzo por adaptarse a ellas. Y ahora cada vez está más claro que el éxito esperado no se ha producido". Maaz asegura: "La predisposición al servilismo en el Este despertó las pretensiones de dominación en el Oeste con su arrogante apreciación: nosotros os vamos a hacer felices y os llevamos a una vida mejor".
La ola de protestas de verano sirvió para que el semanario Der Spiegel dedicase al tema una portada titulada "El Este, un valle de lágrimas". El semanario llega a la conclusión de que "después de 15 años, una gran parte de los alemanes del Este no ha llegado todavía a la República Federal de Alemania". En un párrafo de esta amplia crónica se constata: "El 4% del PIB de Alemania se escurre cada año hacia la antigua RDA para crear iguales condiciones de vida. Esto es más que la tasa de crecimiento. El país consume su propia sustancia y Alemania no avanza". El semanario concluye: "El Este y el Oeste se pierden en un concurso de lamentaciones".
Desde la reunificación, un año después de la caída del muro, 1,25 billones de euros se transfirieron al Este y no han servido para hacer realidad los paisajes exuberantes de Kohl. La mayoría de estas transferencias se dedicaron al pago de prestaciones sociales y no han creadopuestos de trabajo. A fines de verano se jubiló de su puesto el director en Berlín del Deutsche Bank, Edgar Most, de 64 años, que consiguió dar el salto mortal desde la vicepresidencia del Banco del Estado de la Alemania comunista a la máxima expresión del capitalismo bancario. Most había pronosticado en 1990 que costaría dos generaciones poner en marcha la economía del Este y pocos le creyeron. Ahora insiste en que se creen las condiciones para que "el año 2019 no estemos como aquí ahora preguntándonos entonces adónde fue a parar todo el dinero". Der Spiegel cita a Most: "Soy uno de los ganadores de la historia; pero cuando me encuentro con mis compañeros de clase, el boticario y yo somos los únicos que no estamos en el paro".
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