Armonizar los contrarios

En la Sala Rekalde de Bilbao se exhiben dos instalaciones de vídeo y la pieza fotográfica de una maqueta. Su autor es el californiano Doug Aitken (Redondo Beach, 1968). En la instalación titulada Interiores tres grandes pantallas insertadas sobre un espacio cúbico y cruciforme emiten imparablemente imágenes de tres historias diferentes. En ellas aparece a ritmo rápido la vorágine de la ciudad, junto a paisajes más o menos solitarios. Y a las primeras de cambio una joven blanca, dos hombres de color, también jóvenes, y un muchacho oriental muestran una parte estratégica de su tiempo vivencial cotidiano. Poco a poco lo narrado se llena de imágenes trazadas en fragmentos, con mucha soledad e incomunicación como fondo, con el añadido inequívoco de cierto sin sentido, además de un gran número de secuencias sin relación alguna entre ellas -una fábrica de helicópteros, un vertedero, un supermercado, un juego de pelota con guantes, y un fulgurante etcétera-, siempre con los jóvenes protagonistas circundándolo todo.

Los cambios de ritmo se suceden, bajo los sonidos de música electrónica y concreta, al lado de ciertas emisiones de murmullos labializados. Para conseguir una mayor sensación de atmósfera envolvente, en ocasiones las imágenes pasan de una pantalla a otra y vuelven a su sitio, al punto de parecer como nuevas, en un entrecruce permanente. El autor ha tratado de armonizar los contrarios, en un intento por dar crédito al decir de Heráclito: "El mundo es un montón de residuos reunidos al azar".

La otra instalación, Escombros que vuelan, resulta de inferior calidad creativa. Está realizada o, más bien, edulcorada con pretensiones mitad cinéfilas y mitad metafísicas. Se vale de modelos desnudos de ambos sexos y varias edades para evocar un limbo preadamita, en contraste con la civilización de los despojos tecnológicos. A pesar de haberse inspirado en ciertos tonos provenientes de la revolución cultural de Estados Unidos en los años sesenta, la historia no convence en absoluto. Aunque es aceptable en la forma cinematográfica -no se puede hablar de formas videográficas-, el fondo no llega siquiera al aprobado medio. Puestos a jugar con los créditos, quizá vendría bien recordar lo que Rudolph Carnap advertía en relación con la credibilidad que deberíamos otorgar a los metafísicos: "Los metafísicos son músicos sin dotes musicales".

La pieza fotográfica, Altiplano, viene a ser un lúdico entretenimiento artesanal. Con cajas sobrantes de cartón rizado de una empresa de transportes, Doug Aitken crea una maqueta de ciudad imaginaria, gracias al puzzle imitativo de una veintena de edificios conocidos, digamos, mundialmente. En esa ciudad sólo viven algunos pájaros disecados.