"Con permiso de los cervantistas"
El título de este comentario viene entrecomillado porque no es mío, es una cita textual del irónico con el que el maestro Azorín se introdujo en 1948 en la "selva oscura" de la continua pelea siempre existente entre las mesnadas de expertos en Cervantes o comentaristas del Quijote que ya son legión (nombre del diablo), cuyo número se acrecienta cada vez más y mucho más aún cuando como hoy se van acumulando las efemérides, los aniversarios o los centenarios (estamos en vísperas del cuarto de la publicación de su primera parte) que multiplican sin parar las ocasiones de hablar sobre el tema. Y como otras veces parecidas, no dejo de recordar las frases con que Azorín terminaba la introducción de su libro, que no es otra cosa que, como casi siempre en él, una recopilación de magistrales artículos: "Puedo ya ser cervantista; un cervantista pelgar, un cervantista drope, un cervantista zarramplín, un cervantista chuchumeco. Con mi ralo discernimiento, con mi desmirriada erudición, no podré ser otra cosa".
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Miguel de Cervantes
Edición del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Centro para la edición
de los Clásicos Españoles
Barcelona, 2004. Dos tomos CCCXXII-1.370 páginas (el principal) y 1.470 páginas (el complementario). 50 euros
En el texto de Rico también se basa el nuevo Quijote que la RAE presentará dentro de unos días en el III Congreso de la Lengua en Rosario y que lanzará Alfaguara
No era la primera vez que Azorín se acercaba a Cervantes y al Quijote, que siempre le acompañaron o a los que acompañó desde 1893 durante toda su larga vida casi hasta su final en 1967. Ya en 1947 nos había entregado Con Cervantes, otra recopilación también de artículos procedente de libros anteriores, aunque acompañada de otros más recientes, que al ser publicada en Argentina sufrió algunos desperfectos en su edición -la pérdida del prólogo y el epílogo originales- pero que pudo salvarse al final sólo con los restos nuevos en su primera edición de Obras completas siempre imposible e inacabada hasta hoy. De todas formas, Con Cervantes era también otro de sus libros imposibles, lo que propició que el segundo, este de Con permiso de los cervantistas fuera más irónico y defensivo que el anterior, por lo que lo utilizo hoy yo también como barrera y apagafuegos antes de empezar. Ahí es nada, saltar al ruedo con ocasión de esta gran "edición crítica" de la Gran Obra Máxima de nuestra historia y de nuestra cultura, lo que quiere decir -dado nuestro papel en la historia universal- de la Historia y la Cultura del mundo entero, en estos convulsos tiempos de la globalización total. Convertido ya en la bandera de la corrección política del momento, aun gubernamental -por una vez-, siente uno mala conciencia por estar domesticado hasta al final, lo siento. ¿Y la libertad del crítico? ¿Quién nos perdonará la vida por haber rendido así nuestra libertad en el altar del máximo defensor de la libertad de todos los tiempos? Algo es algo...
Felizmente, el mundo de los
clásicos no paga derechos en principio, pues en teoría sus textos son de dominio público. Pero ojo, en estos tiempos de globalización y privatización desenfrenadas, las barreras se multiplican por doquier, los derechos los cobran los editores en libertad (faltaría más) y la solución -para quien puede- es la de convertirse en editor porque a ese juego podemos en teoría jugar todos. Pues tampoco es imposible que el talento o el trabajo suplan los fallos del capital (editorial) hasta suplantarlo en su función. O los directores de colección, los agentes o los representantes y así sucesivamente. Cervantes no cobra pero sus editores, sus agentes y sus representantes sí, y el juego se juega vertiginosamente hasta el final, que es el de que todos paguemos por lo que en principio era nuestro. ¿Y quién se lleva a casa nuestro vértigo indefinido para curarnos? ¿Cervantes quizá? (Y sospecho que así es, que sólo en él podemos encontrar la debida curación por vertiginosa que sea).
Así las cosas, esta magna edición del Quijote no es y nunca será la definitiva, según confiesa aquí Francisco Rico, que al erigirse en su máximo valedor lo declara de antemano. Tampoco es del todo nueva (aunque formalmente lo sea) pues la lanzó hace seis años, en dos volúmenes de parecidas dimensiones a los de hoy, que configuraban el número 50 de la espléndida colección de la Biblioteca Clásica que el mismo profesor Rico dirigía y publicaba en la editorial Crítica, y que a estas alturas ya debe haber desaparecido (la colección) sin que haya alcanzado el ambicioso plan previsto, pues de los 113 títulos anunciados (del Poema del Cid a Los Pazos de Ulloa) había apenas publicado poco más de su mitad. Iba a ser la gran antología multiuso de las letras españolas de todos los tiempos, como si se tratara de la gran heredera de las ya clásicas de Rivadeneira, Menéndez Pelayo o Aguilar (muy inferior, aunque hizo lo que pudo) o la que hoy mantiene vivos los escuetos y dignos clásicos españoles de la Biblioteca Castro, o la más amplia Biblioteca de Literatura Universal de Espasa, que dirige nuestro mayor comparatista, Claudio Guillén. Así las cosas, Francisco Rico, nuestro máximo campeón de la filología (y de finísimas y penetrantes incursiones en el comparatismo contemporáneo), se presentaba como el gran heredero de nuestros clásicos a base de antologías sucesivas, pues lo de las "obras completas" ha pasado ya a los desvanes de la historia global, donde antologar es la única manera de ordenar el caos de una totalidad descuartizada (y lo mismo ha hecho con la crítica, metiéndose en el berenjenal imposible e inacabado de su Historia y crítica de la literatura española, ¿qué va a hacer con ella y su casa editorial, ahora que todas las barajas se han roto? Al menos ha confiado a Destino la verdadera edición (en curso) de su obra propia, una sucesión de libros magistrales que también presenta como "selecta".
En el texto de Rico también se basa el nuevo Quijote que la Real Academia Española presentará dentro de unos días en el III Congreso de la Lengua en Rosario (Argentina) y que lanzará Alfaguara, mientras que Planeta impulsará actualizada la edición que hizo Martín de Riquer en los años cuarenta, con ilustraciones de Dalí. Como se ve, la edición de Rico se presenta como la "canónica", la de "referencia" al día de hoy. Las diferencias con la de 1998 existen, aunque no son muchas, y de ahí las peleas con su antigua empresa, que se ha debido sentir traicionada. Aquélla, patrocinada por el Instituto Cervantes para el Centro de la Edición de los Clásicos Españoles, la incluyó en la colección de Crítica, y la de hoy viene dedicada a la memoria de don Fernando Lázaro Carreter, quien entonces me aconsejó leer la de Martín de Riquer en Juventud. La actual de Francisco Rico no es definitiva, pese a todo, aunque sea la mejor, pero nunca habrá una definitiva, pues el Quijote -o al menos sus exégetas- sigue vivo y coleando, lo de los cervantistas no tiene ni tendrá jamás remedio, siempre habrá que pedirles perdón para empezar.
Francisco Rico, con la coordinación de Ignacio Echeverría y Susana Pellicer, reunió a un equipo de cervantistas de máxima categoría, compuesto por 6 colaboradores para las presentaciones, otros 15 para la documentación, un director de "lecturas" y 60 lectores y anotadores más. Había que hacerlo. Con todo ello, no puede decirse que no se facilite la lectura, ni que este Quijote haya salido demasiado caro. Pero, en fin, leer este libro, maravilloso en sí mismo, resulta tan fácil como caro, pues es la ley de esta vida que hemos elegido y pagamos de consuno, pues ése es el precio de nuestra libertad de hoy. No era el de Cervantes, que la pagaba de otra manera y eso se nota cada vez más.
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