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Marca Brando

Tanto en vida como después de su muerte, el nombre de Marlon Brando es único. O así lo creen sus herederos, que están dispuestos a patentar la imagen de actor-mito y comercializar en su nombre desde gafas de sol hasta quimonos. La lista presentada ante la Oficina de Patentes es interminable e incluye abrebotellas, corbatas, ropa interior, camisetas, confeti o tarjetas de crédito. Básicamente, cualquier cosa que permita que el rostro de este ídolo de la pantalla o su nombre puedan ser grabados. La solicitud fue presentada nada más fallecer el actor, el pasado 1 de julio, pero está todavía a la espera de aprobación para consolidar el que sería el legado comercial de Brando. Realmente se trata de una ironía, ya que Brando fue uno de los intérpretes más alejados de la comercialización de Hollywood y pasó gran parte de su vida como un recluso, ya fuera en su paradisiaca isla de Tahití o en su mansión de Hollywood, con Jack Nicholson por vecino. Su ostracismo fue tal, que en 1973 ni siquiera asistió a la ceremonia de los oscars a recoger su segunda estatuilla, la que ganó por su trabajo inolvidable en El Padrino. Pero como ha indicado el abogado de Brando, David Seeley, la vida apartada de la industria que llevó su cliente no tenía nada que ver con su visión comercial. Años antes de su muerte, el intérprete de La ley del silencio (1954) dejó sentadas las bases de un fondo en el que indicaba cómo distribuir entre sus herederos los ingresos que se obtuvieran de su nombre e imagen. Los ejecutores de este fondo no son sus hijos, sino un trío de amigos del actor compuesto por el productor Mike Medavoy; el cuñado de éste, Larry Dressler, y Avra Douglas, amiga de Cheyenne, la hija fallecida de Brando. Ellos han solicitado la patente y, si la consiguen, quedará también en sus manos la decisión de aprobar o denegar en cada caso la comercialización de la imagen del legendario actor.

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