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Reportaje:

La sorpresa del rock latino

Café Tacuba son la nueva gran sorpresa del rock cantado en español. Su libertad creativa les ha hecho ganar este año dos Grammy latinos. En EE UU les llaman los Radiohead latinos, y llegan a decir que si los Beatles hubieran sido mexicanos habrían formado un grupo como éste.

Diego A. Manrique

California, septiembre de 2004. La búsqueda de Café Tacuba nos ha llevado hasta un complejo de locales de ensayo en Burbank, más allá de los inmensos estudios de Warner Brothers. Los mexicanos han ocupado un hangar donde se podría jugar fácilmente un partido de fútbol: deben ensayar su aportación a la gala de los quintos premios Grammy latinos, donde se les empareja con una rotunda banda de nu metal, Incubus (han desechado a otras figuras estadounidenses de mayor peso comercial dispuestas a tocar con ellos). Nadie se siente intimidado, y a pesar de que se usan instrumentos folclóricos de las tierras de Zapata, el encaje resulta sorprendentemente sencillo para un cónclave de 12 músicos. De hecho, la labor está resuelta antes de que llegue la cena, que se ha pedido -como se hace en cualquier estudio de grabación californiano- a partir de un grueso tomo con diversos menús plastificados.

Incubus ya ha desaparecido, pero Café Tacuba y su equipo deciden aprovechar tan abundante comida. Ocurre que, en Los Ángeles, ellos se alojan en un hotel modesto, que no cuenta con servicio de habitaciones. Resulta que ese establecimiento es el que conocieron cuando empezaron a actuar por la gran ciudad, y le han cogido cariño. Ofrece un amontonamiento de apartamentos alrededor de una piscina, un decorado perfecto para alguna película X. "Sí, una vez nos encontramos aquí con un casting de actores porno y daba un poco de tristeza".

Éste es un grupo que no navega bajo la bandera de "sexo, drogas y rock and roll", aunque reconocen que sí, que durante un tiempo viajaron con su reserva de tequila, como hacen Maná y otros mexicanos. Nada en ellos es típico: comenzaron como un entretenimiento de estudiantes (tres de diseño, uno de ingeniería) en México Distrito Federal. Ni siquiera contaban con batería: resolvían la percusión con una caja de ritmos. Corría el año 1989 y el rock comenzaba a abandonar la clandestinidad en México. Su nombre era un manifiesto: "Proviene de Café de Tacuba, un restaurante del DF especializado en comida mestiza. Como nuestra música. Café es palabra -y semilla- que trajeron los españoles, y tacuba era, para los aztecas, el lugar donde crecen los mimbres". Habla Emmanuel del Real, Meme, teclista.

La idea del grupo era revolucionaria: "Decidimos que no íbamos a limitarnos a un estilo, que una rola [canción] podía tener un estribillo pop, un arreglo punki y un puente de son jarocho. Ahora ya somos más formalistas, las variaciones se dan dentro del disco y no dentro de cada canción". Haciendo bueno lo de que México es el verdadero país posmoderno, Café Tacuba ha ido dando pasmosos bandazos. Tras Café Tacuba (1992) y Re (1994), sacaron un disco de versiones, Avalancha de éxitos, donde personalizaban tanto temas de Juan Luis Guerra (Ojalá que llueva café) como de Nacho Cano (No controles), con la participación de David Byrne: el hombre de Talking Heads enseguida les reconoció como almas gemelas. Pocas bandas tenían un repertorio tan poliédrico.

En 1999 dieron la campanada al sacar Revés / Yo Soy. Recuerda Quique Rangel, bajista, que fueron a la compañía con Revés, un disco electrónico e instrumental, que iba acompañado por un vídeo de larga duración: "Estábamos convencidos de que era lo mejor que habíamos hecho, pero en Warner se horrorizaron. Así que grabamos un segundo disco de canciones, Yo Soy, y lo sacaron conjuntamente". Ésos son lujos que no se pueden permitir grupos que graban para una multinacional, pero, de alguna manera, Café Tacuba siempre ha gozado de una libertad insólita.

Así, cuando ficharon con Universal en 2002, inauguraron la relación publicando Vale callampa, una colección de -atención- exquisitas interpretaciones de piezas de Los Tres, un desaparecido grupo chileno. En Londres o en Nueva York, alguien que se hubiera atrevido a hacer algo similar hubiera sido fusilado al amanecer, pero ellos convencieron a la compañía de que era una jugada razonable: "Veníamos de un año sabático, y ponernos a tocar temas de Los Tres, que eran buenos amigos nuestros, resultó una buena terapia, que además nos permitió hacer voces a lo Beach Boys, una de nuestras referencias".

Además, Vale callampa recordaba su existencia mientras realizaban su disco más complicado, Cuatro caminos, que se hizo con tres productores de prestigio en diferentes lugares de México y Estados Unidos. Cuatro caminos ha sido un éxito en diferentes países y les ha llevado a los Grammy latinos con cinco candidaturas, aunque ellos recuerdan que ya ganaron en los Grammy generales.

Café Tacuba ya no es el pequeño grupo arty de otros tiempos: tienen baterista y un músico que toca instrumentos mexicanos. Resuelven espléndidamente los directos y quieren mostrarlo por España: "No hemos dedicado suficiente tiempo a España. Estuvimos como teloneros de Celtas Cortos; nos hicimos amigos en México y nos invitaron. Fue chingón, pero quizá no era el mejor público para nosotros". No tienen problemas con actuar en cualquier lugar que se les reclame, con algunas excepciones: "Nos hemos negado a tocar para partidos políticos. Y tampoco hacemos playback en televisión".

La trayectoria de Café Tacuba también ha tenido sus meandros. Joselo Rangel, guitarrista, aprovechó el año sabático para lanzar un disco en solitario, Oso, que fue vapuleado por la crítica mexicana e ignorado por el público. "Ocurrió algo extraño. Los críticos generalmente son muy respetuosos con Café Tacuba, como si fuera algo intocable, y mi disco les permitió atacar a la banda, aunque fuera a través de mí. Nuestros seguidores se enfadaron, temieron que mi disco confirmara los rumores de la disolución de Café Tacuba. Ahora que eso se ha despejado, quieren comprarlo y ya está descatalogado". Joselo se curó las heridas haciendo música en directo para un espectáculo teatral, un monólogo basado en Frida Kahlo.

Piensa Joselo que la libertad de la que disfruta Café Tacuba es fruto de las ideas claras: "Pusimos las normas desde el principio. Al principio dijimos: queremos tocar algo que combine rock y música popular mexicana, sin batería. Era una herencia de la universidad: había profesores que insistían en lo de 'usen sus raíces'. Un par de compañías nos ofrecieron grabar, y se quedaron asombrados cuando les dijimos que eso era prematuro. También se dio algo muy común en México, el tipo todopoderoso que dice: firmen conmigo y yo haré que les graben. Le respondimos: gracias, pero preferimos esperar a que llegue una disquera y negociar sin intermediarios. No fuimos de esos grupos que firman lo primero que se les ofrece, por ansiedad. Estás aceptando sus reglas de juego".

El problema de la falta de evolución, explica, es la cobardía de muchos artistas: "Si no te quieren dejar grabar la música que quieres, rompe con ellos. ¿Qué pueden hacer? ¿Cancelarte el contrato? Bueno, pues sacas los discos por tu cuenta o a través de una independiente. Cuando estudiamos la opción de autoeditarnos, descubrimos que no somos del tipo de personas que disfrutan haciendo negocios, hablando con los distribuidores, controlando el stock del almacén. Así que nos fuimos con la disquera que nos ofreció mayor libertad, la que nos dio el mejor lugar para desarrollarnos".

En su caso les benefició que se plantearan Café Tacuba como un proyecto artístico más que como una forma de vida: "Teníamos padres que respetaban nuestras inclinaciones, aunque no les hiciera gracia que fuéramos dejando los estudios. Algunos de nuestros antiguos compañeros nos envidian; ellos tienen trabajos con horarios rígidos, pero si nos acompañan de gira descubren que el día del músico consiste en dos horas de euforia y muchas de aburrimiento".

El secreto de la longevidad del grupo también tiene que ver con la personalidad de los cuatro tacubos: "Hay un pacto implícito de respetarnos el espacio. Cuando nos separamos tras una gira, cada uno vive su vida; nos enteramos de lo que hacen los otros a través de amigos comunes. A la hora de volver a juntarnos estamos frescos. Nos reunimos en una casa que compramos para trabajar y vamos presentando las nuevas canciones. Es una criba muy curiosa: igual hay una canción muy importante para ti que no impresiona a los demás, o justamente lo contrario. Y luego están las que hacemos todos juntos, donde podemos delirar".

Incluso en un grupo donde se tiende al hermetismo, el cantante forma banda aparte. Rubén Albarrán es un huracán en directo que se encierra en sí mismo cuando baja del escenario. Puede que sea significativo que usara buena parte del famoso año sabático para viajar solo por los rincones más desconocidos de México: "Fueron tres meses y medio de selva, desierto y sierras. No, no tuve disgustos; siempre te encuentras con gente interesante y amable. Quería ver la realidad de mi país, y comprobé que sí, que estamos bien pobres y que ha habido mucha devastación ecológica".

Tiene Rubén una curiosa costumbre: cambia de nombre artístico cada poco tiempo. Así, ahora es Sizu Yantro, un personaje que quiere superar sus condicionamientos mentales. "He sido Pinche Juan, una traducción particular de Johnny Rotten, el cantante de los Sex Pistols. Luego fui Cosme, igual que una calle del Distrito Federal donde se vende fayuca, mercancía de contrabando. También he sido Anónimo, Amparo Tonto Medardo, Nrü, Gallo Gas, Rita Cantalagua, Elfego Buendía. Invento criaturas e intento adoptar su personalidad como recurso escénico".

Rubén minimiza el hecho de que los medios estadounidenses aplaudan con ardor la música de Café Tacuba, a los que se compara con Radiohead o con grupos aún más legendarios (según Los Angeles Times, "ésta es la banda que los Beatles hubieran querido ser si hubieran sido mexicanos"). Para él son anécdotas: "Aquí, normalmente tocamos ante público latino, pero también hemos hecho una gira con Beck. No creo que los gringos entiendan a un grupo tan ecléctico como el nuestro, que pasa de una ranchera a un hardcore. A veces estás actuando ante anglos y parece que cada uno está bailando con una música diferente, como si estuvieran oyendo su walkman particular. Pero siempre te quedarás en una curiosidad, en un cajón de las tiendas que pone "rock en español": por alguna razón, la mayoría de los gringos no puede concebir escuchar música que no esté cantada en inglés".

Aun así, Rubén no renuncia a asombrarles. Al día siguiente, millones de estadounidenses se quedan boquiabiertos al verle actuar con Incubus: sale vestido con un traje rosa y un sombrero-capuchón que le tapa media cara, moviéndose como un endemoniado, ni rastro de la lesión que estos días le hace cojear. Los tacubos tienen que salir un par de veces más al escenario del Shrine Auditorium: ganan en las categorías de mejor canción rock (Eres) y mejor álbum alternativo (Cuatro caminos).

Finalmente, ha llegado la hora de celebrar. Geffen, su discográfica estadounidense, ha alquilado una casa para organizar una fiesta a lo grande: pinchadiscos, aparcacoches, camareros. Juan de Dios Balbi, el mánager de Café Tacuba, ejerce de anfitrión. Lleva una barba de chivo rematada con un nudo y tiene una visión muy nítida de sus representados: "Me parece que son individuos como muchos que andan por ahí fuera. Son tímidos, arriesgados, cautelosos, paranoicos, creativos, intensos, curiosos, amorosos, recelosos, aferrados, serenos, solidarios y guerreros".

Más información en Internet: www.cafetacuba.com.mx.

El disco 'Cuatro caminos' ha sido publicado por Universal.

De izquierda a derecha, Quique Rangel, Rubén Albarrán, Joselo Rangel y Emmanuel del Real.
De izquierda a derecha, Quique Rangel, Rubén Albarrán, Joselo Rangel y Emmanuel del Real.ENIAC MARTÍNEZ

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