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Reportaje:ESCAPADAS | Lerma

La obra buena del mal duque

El valido de Felipe III llenó la villa burgalesa de magníficos monumentos de estilo herreriano

El duque de Lerma fue el inventor de una variante cómica de la fiesta nacional, que consistía en conducir al toro moribundo hasta un extremo de la plaza Mayor de la villa ducal para que se despeñase por la empinada ribera del Arlanza. En esas risas estaba, cuando tuvo otra idea similar: llevar a los 300.000 musulmanes que vivían en España a las costas de Levante y darles un empujoncito.

A esa suerte se la llamó la expulsión de los moriscos. Aún hoy, con pequeñas modificaciones, se practica con los emigrantes. Fue una época de invenciones felices. Felipe III, por ejemplo, se inventó el cargo de valido. Salió beneficiado el rey, que no quería trabajar; salió ganando el duque, que en sus 20 años de valimiento (1598-1618) rapiñó una inmensa fortuna; y ganó Lerma, donde éste construyó una colegiata, seis conventos y un palacio que hoy, convertido en parador, atrae a los turistas con blanduras como la piscina climatizada o el lomo de lubina a la pimienta verde de Madagascar.

Rodeando la colegiata de San Pedro y bajando por la calle del Tercio se llega al arco de la Cárcel

Esto es: el muerto, al Arlanza, y el vivo, a la hogaza. El que no estaba por la labor de inventar era el arquitecto Francisco de Mora, que diseñó un palacio Ducal cuadradote y empizarrado, con 210 balcones de hierro y 135 ventanas entre buhardas y rejas, clavado al Escorial. Impresiona su patio central, rodeado de 40 columnas ciclópeas y suntuosa escalera claustral. E impresiona, sobre todo, su emplazamiento, frente a la plaza Mayor porticada, una de las más grandes de España (6.862 metros cuadrados), una tremenda corrala a la que Góngora y Lope venían a estrenar sus obras, los días, claro está, que no tocaba toro despeñado.

Otra ocurrencia que tuvo el duque fue construir un pasadizo para visitar sus conventos, un pasadizo volado sobre arcos, al filo mismo del despeñadero, que aún se conserva y da nombre al mirador de los Arcos, en la plaza de Santa Clara. A un lado, está el antiguo monasterio de Santa Teresa, hoy oficina de turismo. Al otro, el convento de las Clarisas, que no sólo sigue en activo (¡92 monjas!), sino que hay lista de espera para ingresar. Ignoramos qué atractivos tiene para las jóvenes, ni cuáles tenía para el duque. Los que tiene para el turista, los únicos que puede catar, son los ricos pasteles que salen por el torno y el Cristo yacente del relicario, obra de Gregorio Fernández.

Quien también yace en la plaza de Santa Teresa, pero bajo mausoleo, es el cura Merino. Nacido en una pedanía de Lerma (Villoviado, 1769), este sacerdote peleón se señaló repartiendo obleas -y no de las consagradas- durante la guerra de Independencia. Ganó 58 batallas a los franchutes e hizo gruñir a Napoleón: "Prefiero la cabeza de ese cura a la conquista de cinco ciudades españolas". Fue el inventor de la moderna guerra de guerrillas. Debe de ser el vino de la ribera del Arlanza, que da alas a la inventiva.

Rodeando la colegiata de San Pedro, también de estilo herreriano, y bajando por la calle del Tercio, se llega en dos zancadas al arco de la Cárcel, uno de los cuatro que tuvo la vieja muralla, el cual fue remodelado en 1610 por el duque para enchironar a los ladrones como él.

En esta zona, el núcleo medieval, hay una plazuela con soportales, buenos lugares de tapeo y una casa que fue de Zorrilla, quien inventó el personaje de doña Inés para redimir al calavera de don Juan y no ser menos que sus ocurrentes vecinos. Una vez aquí, se puede subir de nuevo a la plaza Mayor -en la esquina sur, las monjas de San Blas entretienen su clausura haciendo vajillas de cerámica- o salir a pasear por la ribera del Arlanza, siguiendo el camino que lleva, a través de espléndidas alamedas, hasta Ruyales del Agua. La oficina de turismo ha editado un folleto de rutas naturales alrededor de Lerma, pero a juzgar por los muchos vecinos que se ven recorriendo estos sotos a pie, en bicicleta y a caballo, es un placer que ya estaba, también, inventado.

De tapas o de asadores

- Cómo ir. Lerma se encuentra en el sur de la provincia de Burgos, a 200 kilómetros de Madrid yendo por la autovía del Norte (A-1).

- Qué ver. Palacio Ducal, plaza Mayor, monasterio de Santa Teresa, mirador de los Arcos, convento de las Clarisas, colegiata de San Pedro, arco de la Cárcel, núcleo medieval y convento de San Blas. Conviene realizar la visita guiada que sale de la oficina de turismo a las 10.30, 12.00, 16.30 y 17.15 horas; precio, tres euros.

- Alrededores. Lerma es el punto de partida de una clásica ruta en coche por el valle del Arlanza, visitando Covarrubias, San Pedro de Arlanza, Salas de los Infantes, Hacinas, Santo Domingo de Silos y el desfiladero de la Yecla. En total, son unos cien kilómetros.

- Comer. El Arco (teléfono: 947 17 06 20): croquetas, bacalao e ibéricos. Casa Lara (teléfono: 947 1708 18): cecina, callos y oreja rebozada. Parador de Lerma (teléfono: 947 177110): cocina burgalesa y platos creativos; precio medio, 35 euros. Más económico, entre 20 y 25 euros, sale almorzar en Casa Antón (teléfono: 947 17 03 62), Casa Brigante (teléfono: 947 17 05 94) y Mesón del Duque (teléfono: 947 17 21 22), todos especializados en lechazo asado en horno de leña.

- Dormir. Parador de Lerma (teléfono: 947 17 71 10): 69 habitaciones, muy agradables las abuhardilladas y las de los torreones; doble, 123-139 euros. Posada de Eufrasio (teléfono: 947 17 02 57): diez habitaciones decoradas con muebles exóticos; además, gimnasio, sauna, salón con chimenea y restaurante; 64 euros. El Batán del Molino (Quintanilla del Agua; teléfono: 947 17 47 15): nueve habitaciones en una aceña de finales del siglo XI, junto al río Arlanza; 42 euros.

- Compras. Monjas clarisas (plaza de Santa Clara, 1): trufas y mostachones. Monjas de San Blas (plaza de San Blas, 1): cerámica.

- Más información. Centro de Iniciativas Turísticas de Lerma (Audiencia, 6; teléfono: 947 17 70 02). www.citlerma.com

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