Una vacuna ejemplar
La malaria, que mata cada año a más de un millón de personas y afecta a otros 300 millones, es uno de los mayores desafíos para la investigación biomédica mundial, cuya excesiva dependencia de las grandes empresas farmacéuticas impide una adecuada asignación de recursos científicos a los gravísimos lastres sanitarios de los países pobres. La industria prefiere invertir en las enfermedades de los países ricos, incluidas las más irrelevantes, que en un Tercer Mundo que rara vez puede pagar los costosos productos de esa investigación. Por esta razón, los prometedores resultados de un ensayo de vacuna contra la malaria dirigido en Mozambique por el médico español Pedro Alonso no sólo son una buena noticia sanitaria, sino también política.
El ensayo habría sido imposible sin la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional y de la Fundación Gates. Porque tan esperanzador como el efecto de la vacuna es haber encontrado una fórmula para reunir los esfuerzos de la industria, el sector público y las fundaciones filantrópicas. Ésta es una guía de actuación que debe inspirar a todo futuro proyecto en la lucha contra las enfermedades de los países en desarrollo. La colaboración de las autoridades de Mozambique también debería servir de ejemplo a otros Estados del Tercer Mundo, y ser una alternativa a la miope política de cooperación sanitaria de los países occidentales. La ciencia no es occidental, sino universal, y es vital canalizar sus métodos y sus productos a la mitad olvidada del planeta.
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