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Arengas contra Estados Unidos en Alemania

Tan caldeados están los ánimos por la enésima reestructuración de Opel, que se están volviendo a escuchar en Alemania toda suerte de peroratas contra el capitalismo estadounidense, una de cuyas em-presas insignia, General Motors, es precisamente propietaria de la automovilística germana. "¿Por qué desprecian tanto a nuestro Opel?", se ha preguntado en estos días el diario amarillista Bild Zeitung. El semanario Stern optaba por una portada en la que una bota tejana aplasta el logotipo con rayo de los coches alemanes.

Duras también las acusaciones formuladas por el comité de em-presa. "Esto es imperialismo estadounidense, del más tenebroso", se despachó un líder sindical. Asimismo, una y otra vez se han escuchado acusaciones en el sentido de que GM ha decidido centrar sus esfuerzos de reestructuración en sus plantas en Alemania porque fue este país uno de los más firmes detractores de la guerra en Irak. George W. Bush le ha pedido a Rick Wagoner, presidente de General Motors, pasarle factura al canciller Gerhard Schröder.

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Teorías conspirativas éstas que harían las delicias del cineasta Michael Moore. Sin embargo, incluso observadores más ecuánimes, como por oficio ha de ser un directivo de Opel citado por el Süddeutsche Zeitung, detectan una profunda brecha empresarial entre Europa y EE UU. "Los americanos piensan demasiado a corto plazo. No entienden el mercado europeo", dicen. Tampoco los directivos europeos de GM, no obstante, han podido evitar que su división lleve cinco ejercicios consecutivos arrojando pérdidas. Y no fue precisamente ayer que los malvados ejecutivos estadounidenses se hicieron con la automovilística alemana. Fue en 1929, antes incluso de que estallara la Segunda Guerra Mundial.

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