_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Obelisco

En momentos especiales de su mandato, algunos políticos se sienten inspirados por los faraones y erigen un obelisco. En Madrid, en la plaza de Castilla, se va a levantar uno de 120 metros de altura, primera obra en la capital del renombrado arquitecto Santiago Calatrava. Se trata en este caso de un regalo de la Caja (Cajamadrid). Con este donativo a la ciudad, la institución bancaria prepara así el tercer centenario de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, fundada en 1724 por el padre Francisco Piquer, capellán de las Descalzas Reales. Es decir, en este caso, la idea no partió del alcalde, aunque el señor Gallardón propenda al monolitismo por motivos ajenos a su talante. La iconografía madrileña se va a incrementar con ese obelisco en acero y bronce que va a parecer algo así como un cipote desmesurado entre las torres inclinadas.

Lo que no está muy claro es qué va a pasar con el monumento a Calvo Sotelo y su estatua correspondiente. Todo indica que le quedan pocos telediarios. De esta forma indirecta, Calvo Sotelo pasará a engrosar la lista de estatuas peregrinas de la capital de España, entre las que se encuentran Quevedo, la Mariblanca, Colón, Agustín Lara o la Violetera, entre otras. Algunas efigies no cambian de emplazamiento, sino que son internadas directamente en tres o cuatro cárceles de estatuas preparadas al efecto en la ciudad hasta que llegue alguien que las rescate. Tampoco se sabe en qué van a consistir los jeroglíficos e inscripciones cincelados a lo largo de las caras del fuste. Bien pudieran ser un culebrón iniciático sobre las cosas que estamos viviendo.

Pero al menos podemos afirmar que este obelisco no llega aquí fruto de la rapiña sobre territorio egipcio. Así ocurre en París con el obelisco de Luxor, en la plaza de la Concordia. El de Cleopatra, por su parte, está en Londres, en el embarcadero del Támesis en Westminster. También conviene desanimar a los que deseen ensoberbecerse con la altura del obelisco madrileño: en Washington hay uno de 169 metros. En Galicia tienen un monolito viviente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_