_
_
_
_
SEXO

Cómo esquivar la rutina sexual

Estudios científicos revelan que el efecto del amor en el cerebro conoce varias fases: lujuria, enamoramiento ciego y apego. Es en la tercera cuando aparecen las diferencias de gustos y apetencias y la disminución del deseo. Los expertos aconsejan prevenir a tiempo.

La ciencia dice que el enamoramiento dura lo que dura. Y pasada esa etapa, en el mejor de los casos, surgirá el sentimiento de apego, no exento de correr riesgos o altibajos. La antropóloga norteamericana Helen Fisher, de la Universidad de Rugers (Nueva Jersey), fue pionera en impulsar una investigación con escáneres para localizar el amor en el cerebro. Y ha encontrado tres emociones: la lujuria, el enamoramiento ciego y el sentimiento de apego. Cada una tiene su propia química cerebral, que actúa cuando nos sentimos atraídos por alguien. La primera fase, la lujuria, es la atracción física. El enamoramiento ciego sería cuando la persona elegida no se nos quita de la cabeza. En esta fase, los elementos químicos que se liberan causan esa sensación de alegría y euforia. Pero es un sentimiento pasajero y con una duración de entre 3 y 12 meses. El mayor peligro que señala Fisher en esta fase es la creencia equivocada por ambos miembros de la pareja de que sus deseos sexuales se encuentran en perfecta armonía. La diferencia de apetencia sexual se empezará a evidenciar cuando empiece la fase de apego. Puede que aquí termine la historia, o que se pase a la tercera fase, que se centrará en establecer un vínculo de colaboración para criar a los hijos. Suena un poco demoledor, y algunos se sentirán injustamente incluidos en estas fases. Pero el grado de satisfacción con la situación sexual parece estar ligado a la frecuencia con la que se hace el amor (que declina con los años de relación) y a la antigüedad de la misma, según un estudio de 2003, sobre hábitos sexuales de los españoles, de la Federación Española de Sociedades de Sexología.

Motivos de desencanto. Sea por la química del cerebro, por el ritmo de vida o por lo que sea, el caso es que, según pasa el tiempo, en la pareja podrán crecer y desarrollarse nobles sentimientos, pero entre las sábanas, por regla general, la cosa va a menos (menos frecuencia, menos dedicación, menos prácticas…). "Esto, por desgracia, es lo más frecuente, pero no tiene que ser forzosamente así", explica Antoni Bolinches, psicólogo clínico, sexólogo, máster en sexualidad humana y todo un experto en el tema que nos ocupa. Su conocimiento está en Sexo sabio. Cómo mantener el interés en la pareja estable (Grijalbo). ¿Por qué ocurre esto? "La disminución del deseo y de la frecuencia están relacionados con la rutina sexual. Las parejas que hacen siempre las mismas cosas, a la misma hora y en el mismo sitio, llega un momento en el que ya no desean hacer nada", dice Bolinches. Y la rutina no se vive del mismo modo: "Afecta por igual a ambos sexos, pero se instala en la pareja de forma distinta porque sus preferencias a la hora de incorporar novedades no son coincidentes, ya que, por regla general, las mujeres prefieren variar de lugar, mientras que los hombres desean cambiar de rituales".

Prevenir, no curar. No obstante, en numerosas ocasiones la dinámica de la vida en pareja acaba asumiendo esa nueva condición, y se repite como un mantra aquello de que con el amor basta. Claro que, citando al escritor francés Alphonse Karr en el siglo XIX, "el amor nace de nada y muere de todo", y el truco sería que para que no se deteriore hay que alimentarlo. Pero ¿cómo se hace esto teniendo en cuenta las obligaciones laborales, domésticas o de desarrollo personal? "Es cierto que el estilo de vida actual dificulta un sexo gratificante y que la solución no es fácil. Tanto es así que muchas parejas no encuentran el clima adecuado para una sexualidad lúdica. Por eso hay que crear espacios y momentos privados. Los principales alimentos del amor son la comprensión, la complicidad y un buen acoplamiento sexual, pero para que la fórmula funcione debe implicar a ambos miembros de la pareja". Aunque hay casos más difíciles que otros, el experto no da nada por perdido y apunta que lo mejor es la prevención.

Decálogo para evitar las crisis de pareja

Ser sincero desde la sensatez.

Pensar que lo que sucede entre dos nunca es responsabilidad de uno solo.

Pensar que el egoísmo del otro sólo se puede detectar desde el egoísmo propio.

No esforzarse para que te entienda, sino para entenderle.

No confundir una pareja para siempre con estar siempre con la pareja.

No confundir la estabilidad con la rutina.

Recordar que la pareja funciona mejor con refuerzos que con esfuerzos.

Recordar que la pareja no puede funcionar sólo con sexo, pero tampoco puede hacerlo sin él.

Procurar tener presente que convivir implica conceder.

Recordar que la pareja que dura es la que madura.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_