Tres de cada cinco jóvenes quieren votar esta vez
Frente a la pasividad de años anteriores, millones de personas entre los 18 y los 30 años se movilizan para ir a las urnas
No ven la CNN, ni los informativos de ninguna de las grandes cadenas. Saben lo que pasa en el mundo por el programa del canal cómico The Daily Show, parodia de la realidad presentada por Jon Stewart. Quizá por eso fueron de los primeros en saber que el presidente tenía algo raro bajo la chaqueta, algo que según se especuló podía haber sido un retransmisor que le soplara las preguntas en el primer debate presidencial a George W. Bush. Algo que se prestaba al sarcasmo y la ironía que define el programa que conduce Stewart -y que no tiene reflejo televisivo en España-. De hecho, un estudio de la Pew Foundation ha llegado a la conclusión de que "el 20% de los jóvenes votantes se informan a través de Stewart".
El porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que vota nunca ha superado el 46%
Existir, existen. Pero lo que piensan es un misterio. Los encuestadores no pueden llegar a ellos debido a que sólo usan teléfonos móviles. Son influenciables, pero no parece que les importe nada. Porque "preocuparse no es guay". Los analistas aseguran que no acudirán a votar. Porque lo cierto es que no lo han hecho en el pasado. Son los votantes jóvenes, la generación iPod (reproductor de música digital), y podrían ayudar a decidir esta elección presidencial.
De repente, los jóvenes han comenzado a sentir interés por las elecciones. De repente, ven su futuro amenazado.
Hace cuatro años, Adrian Thomas tenía edad suficiente para votar. Pero no lo hizo. Ni siquiera estaba registrado, condición absolutamente necesaria para ejercer el derecho al voto. Hace unos días guardó cola religiosamente para registrarse y cumplir con lo que en esta ocasión considera casi una obligación. "Antes pensaba que no importaba demasiado quién estuviera en el poder", explica este joven de 24 años. "Pero ahora creo que es muy importante quién dirija el país, ahora importa quién esté al frente". "Ahora mi voto cuenta", es lo que vienen a decir los jóvenes.
Pura Vélez, 22 años, debería estar 14 horas al día encerrada entre las aulas de la Universidad y la sala de estudio de la George Washington University (GWU). Pero decidió hacer un alto en el camino y ahora pasa 12 horas cada día, siete días a la semana, entregada a que el senador demócrata John Kerry gane la presidencia. En su misma decisión vital, pero en bando contrario, se encuentra Tom Philips, 20 años. Philips cree que en este momento de su vida no hay nada más importante que conseguir la reelección del republicano George W. Bush. Aprobar las asignaturas necesarias para seguir adelante con su carrera de Teoría Política puede esperar.
Aunque la tasa de participación de los votantes jóvenes ha caído sin interrupción desde que la edad para votar bajó de los 21 a los 18 años en 1972, en 2004 el panorama se presenta diferente. Con la guerra de Irak como atronador telón de fondo y un nada alentador mercado de trabajo al acabar la universidad, los jóvenes parecen haber decidido que este año más que nunca tienen poderosas razones para acudir a las urnas. Si es así, de su participación masiva se beneficiarían los demócratas, dicen los expertos políticos.
Michael Plato, Lisa Canty, Ramya Raghavan... todos a bordo del mismo autobús. El de las campañas electorales de sus respectivos candidatos dispuestos a dejarse la piel como nunca antes para que jóvenes como ellos se den cuenta de la importancia de dirigirse el primer martes después del primer lunes de noviembre a las urnas. Aseguran que es muy duro. Que es agotador. Pero satisfactorio. Todos se sienten seguros de la victoria.
"Hace cuatro años, los estudiantes universitarios pensaban que sus votos no valían para nada", asegura Brian Richardson, un portavoz del Comité Nacional Demócrata. "Pero tras la experiencia de Florida del año 2000 se dieron cuenta de que sus votos pueden cambiar las cosas", puntualiza Richardson.
Pero... ¿Por qué es diferente esta elección de otras anteriores? Los analistas lo explican con la siguiente pregunta: ¿no se ha dado usted cuenta de con qué fiereza tanto Bush como Kerry negaron rotundamente en el segundo debate que fueran a reinstaurar el servicio militar obligatorio? Si hay un asunto que va a llevar a los jóvenes a las urnas este año, ése es sin duda el reclutamiento, dicen desde el Pew Center.
Así es. Pero de nuevo hay opiniones para todos los gustos. Nick Ford, 21 años, se encuentra entre los jóvenes a los que la sola posibilidad de tener que ir a luchar a Irak le horroriza. "No me gusta la guerra de Irak, y me opongo al servicio militar obligatorio", dice este estudiante de la GWU, que votará por correo ya que es de Nueva York. Pocas calles más debajo de la George Washington University, Ted Kennedy, 19 años, tercia antes de que sea preguntado: "Soy la persona equivocada si viene a preguntarme si me opongo al reclutamiento, porque si me llaman, allí estaré", manifiesta resuelto Kennedy (que confiesa estar aburrido de que le gasten bromas a costa de su nombre, idéntico al del político del clan Kennedy que es senador por Massachussets). "Acudiré a luchar", dice con orgullo, "en un minuto".
Se estima que hay entre 25 y 29 millones de estadounidenses entre 18 y 24 años, número que se incrementa hasta cerca los 40 millones (sobre una población de cerca de 290 millones) si se incluye a las personas que llegan hasta los 30. Algo más de la mitad de los estadounidenses que se encuentran en la franja de edad de entre los 18 y 24 años han acudido a votar desde 1972. Pero desde entonces, no más del 46% de ese grupo de edad ha cumplido con las urnas en unas presidenciales. En 2000, el número bajó y no superó el 42%, según el Centro para Información e Investigación sobre el Aprendizaje Cívico (CIRCLE, en sus siglas en inglés). Pero este año, los expertos ven signos que indican que los jóvenes se encuentran incluso más apegados a las elecciones de lo que lo estuvieron en 1992, cuando su participación alcanzó una cota histórica, la del 46%. Sondeos recientes del grupo independiente Pew Foundation indican que tres quintas partes de los jóvenes menores de 30 años aseguraron sentirse muy comprometidos con las elecciones del 2 de noviembre.
Pero los gurús del análisis político son escépticos, cuando no pesimistas, y pronostican que "los chicos" no acudirán finalmente a votar. Y puede que no, pero no hay que perder de vista lo siguiente: el voto que se encuentra en la franja de edad de entre 18 y 24 años se dividió por la mitad en las elecciones presidenciales de 2000. Sólo el 36% de ese rango de edad votó entonces, pero entre todos los jóvenes que estaban registrados para votar, acudieron a las urnas más del 78%. Y el voto joven ha estado siempre con el ganador desde las elecciones presidenciales de 1984. Opinen lo que opinen los popes, eso es algo a tener en cuenta.
De repente, los jóvenes han comenzado a sentir interés por las elecciones. De repente, ven su futuro amenazado.
Hace cuatro años, Adrian Thomas tenía edad suficiente para votar. Pero no lo hizo. Ni siquiera estaba registrado, condición absolutamente necesaria para ejercer el derecho al voto. Hace unos días guardó cola religiosamente para registrarse y cumplir con lo que en esta ocasión considera casi una obligación. "Antes pensaba que no importaba demasiado quién estuviera en el poder", explica este joven de 24 años. "Pero ahora creo que es muy importante quién dirija el país, ahora importa quién esté al frente". "Ahora mi voto cuenta", es lo que vienen a decir los jóvenes.
Pura Vélez, 22 años, debería estar 14 horas al día encerrada entre las aulas de la Universidad y la sala de estudio de la George Washington University (GWU). Pero decidió hacer un alto en el camino y ahora pasa 12 horas cada día, siete días a la semana, entregada a que el senador demócrata John Kerry gane la presidencia. En su misma decisión vital, pero en bando contrario, se encuentra Tom Philips, 20 años. Philips cree que en este momento de su vida no hay nada más importante que conseguir la reelección del republicano George W. Bush. Aprobar las asignaturas necesarias para seguir adelante con su carrera de Teoría Política puede esperar.
Aunque la tasa de participación de los votantes jóvenes ha caído sin interrupción desde que la edad para votar bajó de los 21 a los 18 años en 1972, en 2004 el panorama se presenta diferente. Con la guerra de Irak como atronador telón de fondo y un nada alentador mercado de trabajo al acabar la universidad, los jóvenes parecen haber decidido que este año más que nunca tienen poderosas razones para acudir a las urnas. Si es así, de su participación masiva se beneficiarían los demócratas, dicen los expertos políticos.
Michael Plato, Lisa Canty, Ramya Raghavan... todos a bordo del mismo autobús. El de las campañas electorales de sus respectivos candidatos dispuestos a dejarse la piel como nunca antes para que jóvenes como ellos se den cuenta de la importancia de dirigirse el primer martes después del primer lunes de noviembre a las urnas. Aseguran que es muy duro. Que es agotador. Pero satisfactorio. Todos se sienten seguros de la victoria.
"Hace cuatro años, los estudiantes universitarios pensaban que sus votos no valían para nada", asegura Brian Richardson, un portavoz del Comité Nacional Demócrata. "Pero tras la experiencia de Florida del año 2000 se dieron cuenta de que sus votos pueden cambiar las cosas", puntualiza Richardson.
Pero... ¿Por qué es diferente esta elección de otras anteriores? Los analistas lo explican con la siguiente pregunta: ¿no se ha dado usted cuenta de con qué fiereza tanto Bush como Kerry negaron rotundamente en el segundo debate que fueran a reinstaurar el servicio militar obligatorio? Si hay un asunto que va a llevar a los jóvenes a las urnas este año, ése es sin duda el reclutamiento, dicen desde el Pew Center.
Así es. Pero de nuevo hay opiniones para todos los gustos. Nick Ford, 21 años, se encuentra entre los jóvenes a los que la sola posibilidad de tener que ir a luchar a Irak le horroriza. "No me gusta la guerra de Irak, y me opongo al servicio militar obligatorio", dice este estudiante de la GWU, que votará por correo ya que es de Nueva York. Pocas calles más debajo de la George Washington University, Ted Kennedy, 19 años, tercia antes de que sea preguntado: "Soy la persona equivocada si viene a preguntarme si me opongo al reclutamiento, porque si me llaman, allí estaré", manifiesta resuelto Kennedy (que confiesa estar aburrido de que le gasten bromas a costa de su nombre, idéntico al del político del clan Kennedy que es senador por Massachussets). "Acudiré a luchar", dice con orgullo, "en un minuto".
Se estima que hay entre 25 y 29 millones de estadounidenses entre 18 y 24 años, número que se incrementa hasta cerca los 40 millones (sobre una población de cerca de 290 millones) si se incluye a las personas que llegan hasta los 30. Algo más de la mitad de los estadounidenses que se encuentran en la franja de edad de entre los 18 y 24 años han acudido a votar desde 1972. Pero desde entonces, no más del 46% de ese grupo de edad ha cumplido con las urnas en unas presidenciales. En 2000, el número bajó y no superó el 42%, según el Centro para Información e Investigación sobre el Aprendizaje Cívico (CIRCLE, en sus siglas en inglés). Pero este año, los expertos ven signos que indican que los jóvenes se encuentran incluso más apegados a las elecciones de lo que lo estuvieron en 1992, cuando su participación alcanzó una cota histórica, la del 46%. Sondeos recientes del grupo independiente Pew Foundation indican que tres quintas partes de los jóvenes menores de 30 años aseguraron sentirse muy comprometidos con las elecciones de este próximo 2 de noviembre y haberse registrado para votar.
Pero los gurús del análisis político son escépticos, cuando no pesimistas, y pronostican que "los chicos" no acudirán finalmente a votar. Y puede que no, pero no hay que perder de vista lo siguiente: el voto que se encuentra en la franja de edad de entre 18 y 24 años se dividió por la mitad en las elecciones presidenciales de 2000. Sólo el 36% de ese rango de edad votó entonces, pero entre todos los jóvenes que estaban registrados para votar, acudieron a las urnas más del 78%. Y el voto joven ha estado siempre con el ganador desde las elecciones presidenciales de 1984. Opinen lo que opinen los popes, eso es algo a tener en cuenta.
Un voto, un orgasmo
Haz el amor, no la guerra. Parece ser el grito, de placer, al que se han unido muchos jóvenes con la sana y sexual intención de recabar nuevos votantes para las elecciones presidenciales del próximo día 2 de noviembre. "¿Quieres acostarte con alguien en la noche de las elecciones?", le pregunta casi a gritos Julie Binder en un bar abarrotado de gente a Brian Lin. Atónito. El joven se queda atónito. Nunca antes le había resultado tan fácil ligar. Nunca, con mayúsculas. "!Ah!, ¡ya se quiénes sois!", dice Lin intentando que no se lo trague la decepción. "Os llamáis Orgasmo o algo así, ¿no?". No. Se llaman Votergasm y prometen sexo. O abstinencia. Piden a los jóvenes que se unan a su organización (votergasm.org). El nombre ya da muchas pistas. O no. Porque la afiliación puede ser de dos tipos. O posturas. Los que finalmente no acudan a votar: observarán abstinencia durante toda una semana (se les denomina "ciudadanos"). Los que cumplan con su obligación con las urnas: mantendrán relaciones sexuales con "afiliados" al grupo y que como ellos hayan cumplido con su obligación de votar (a estos últimos se los define como "patriotas"). Nunca unas elecciones habían estado tan calientes.
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