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"Me han roto la vida, es una norma inhumana"

En el comedor, tras romper el ayuno de ramadán, Dunia, su hermana Manèle, Julud, Samia y Sarra. "Me han roto la vida", afirma Julud, desde lo alto de sus 12 años. Acaba de ser expulsada del colegio, con Dunia. Alumna brillante, soñaba con ser médico. No entiende la ley. "Mi clase me quería como era. El año pasado, mis compañeros no me exigieron mostrar el pelo para ser delegada". Para seguir estudiando, Julud cuenta con su padre, que fue profesor de tecnología en Argelia antes de trabajar de obrero en Francia en Peugeot, y con una asistente del colegio. "Se nos puso en cuarentena, no nos dejaban ir al recreo, se nos reprochaba llevar falda larga, vestidos tradicionales", dice Dunia, de 12 años. "Lo que quieren es vernos con pantalón apretado, como todas las tías del cole", apoya Julud. Lleva pañuelo desde los 10 años. "Ellos creen que son los padres los que nos obligan, pero los míos estaban en contra", asegura.

Manèle, de 17 años, va con pañuelo desde los 5. Está indignada. "El pañuelo suscita odio. El año pasado, me agredieron tres hombres, me escupieron, me pegaron, me insultaron. En el liceo, decían que éramos espíritus débiles, manipulados". Cree que se ha colmado el vaso. "Quieren fabricar robots. La enseñanza debe ser laica: no los alumnos. Somos seres humanos. Me han fastidiado la vida. ¿Por qué tengo que enseñarles mi pelo? Es una ley inhumana. Lucharé hasta el fin. En 30 años, todo esto estará superado".

"El diálogo consiste en: obedece o te vas. No hay dónde elegir", dice Sarra. "Nos han tratado como a presas. Ni derecho a ir solas al baño. Algún compañero me dijo: 'Sólo falta que os pongan una correa".

Samia ha renunciado. No volverá a ningún liceo: "No podría soportar todo esto".

©Le Monde / EL PAÍS

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