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La revolución utópica de Zapatero

Emilio Menéndez del Valle

Doy por sentado en el lector la paciencia crítica para digerir la reacción de determinados sectores de la derecha ante la intervención en la ONU del presidente del Gobierno, un arma cargada de futuro. Desde su ignorancia de lo que significa un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, hay quien busca la ofensa y el escarnio. Venablos e invectivas soeces o sofismas y ridículos asertos traen a escena el no ofende quien quiere, sino quien puede. Hay para casi todos los gustos. Desde quien gratuitamente insulta ("sarta de sandeces") hasta quien pone en su boca, obviamente sin haber leído el discurso, lo que no dijo: "Zapatero dijo que la solución del terrorismo depende de la averiguación de sus causas", cuando dijo simple, llana y oportunamente esto: "El terrorismo no tiene justificación..., pero se deben conocer sus raíces, se debe pensar racionalmente cómo se produce, cómo crece, para combatirlo racionalmente". ¿Acaso es ello irreal? Hay quien así piensa: "Zapatero ha ido a Nueva York con una visión irreal del mundo y un criterio insostenible sobre el terrorismo internacional islamista". ¿Cómo es posible que haya "líderes de opinión" que se opongan a una afirmación de puro sentido común como ésta del presidente?: "La corrección de las grandes injusticias políticas y económicas que asolan el planeta privaría a los terroristas de sustento popular. Cuanta más gente viva en condiciones dignas en el mundo, más seguros estaremos todos".

Se ha dado también una variedad de rechazo que podríamos denominar apocalíptica. No estamos para escenas de salón (sui géneris categorización de la ONU) ni para discursos angelicales "ante el aliento de barbarie que se está gestando con fuerza en esos desiertos de los que proviene lo que nos inquieta... Hay que ir a la raíz de las palabras y evitar adherencias ideológicas que lo único que hacen es lastrar la eficacia operativa de una civilización en peligro". Descolocado por la llamada a la razón y a la consideración del que es diferente ("consigamos que la percepción del otro esté teñida de respeto", afirmó el presidente), el mismo conductor de opinión hacia la apocalipsis, cercano ya al "muera la inteligencia" de Millán Astray, truena así: "El Muro de la Vergüenza islamista no caerá con el diálogo, ni con la pedagogía del entendimiento. Tan sólo la decisión de combatirlo con nuestra fortaleza de hombres libres podrá dar el fruto de su derrota. Por delante está esa empresa y tiene un nombre: Occidente".

La variante esperpéntica la proporciona quien tituló así: "Zapatero, acusado de copiar el discurso de Jatamí sobre civilizaciones". Se ha dado también lo que podríamos denominar paternalismo despectivo o desprecio paternalista: "¿Acaso sabe este señor lo que es una civilización?", en ese acendrado estilo de la escuela Rajoy puesto recientemente en práctica en el Congreso de los Diputados cuando el presidente del PP se dirigió a la vicepresidenta del Gobierno como "esa señora que tiene usted sentada a su derecha". Por cierto, el comentario oficial de ese partido ha consistido en declarar que el discurso de Rodríguez Zapatero devalúa la influencia de España en el exterior. Igual que la retirada de nuestros soldados de Irak. Claro que todo depende de con quién se alinee uno en el exterior.

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Del exterior proviene alguna de las reacciones más viscerales. Cuando en su intervención en la Asamblea General el presidente Zapatero suscitó el tema del terrorismo, se refirió a causas y circunstancias diversas. Por ejemplo, a que "no habrá seguridad ni estabilidad en el mundo mientras sangre el conflicto de Oriente Próximo, que es el tumor primario de múltiples focos de inestabilidad", un diagnóstico más que comprobado en las últimas semanas. El presidente añadió que "Israel podrá contar con la comunidad internacional en la medida en que respete la legalidad internacional; y el trazado del muro de separación no lo hace". A la descalificación automática que ha venido llevando a cabo cierta derecha española se ha sumado la israelí a través del Jerusalem Post: "Zapatero debe su victoria electoral a las bombas de Bin Laden mucho más que a los votos de los españoles. Se trata del mismo Zapatero que anunció, dos días después de esa victoria, la retirada de las tropas españolas de Irak... Europa, con la propuesta Zapatero, ha avanzado por un terreno muy resbaladizo para abrazarse entrañablemente con el islam, con el propósito de evitar un choque de civilizaciones". ¿Por qué ha de ser censurable tal propósito?

El Gobierno de Israel -que ha llevado a cabo otra matanza en Gaza, sin que ello esté relacionado con sus legítimos intereses de seguridad, que persigue aniquilar el proceso de paz, a la Autoridad Palestina e impedir el nacimiento de un Estado palestino- ha optado por apuntarse también a la operación contraria a todo diálogo, a través del ministro Meir Sheetrit, quien ha declarado: "No entiendo la actitud del presidente del Gobierno de España cuando dice que hay que entender a esta gente... Cuando uno se encuentra en el bosque con una bestia, no se le habla, se la mata y basta". Ni al ministro ni al embajador de Israel en España les dejan los árboles ver el bosque de odio que crece irremediablemente a causa de la política israelí. Según informa EL PAÍS (9-10-04), en el VI Encuentro Formentor, el ministro Moratinos hubo de recordar al diplomático hebreo que un embajador no puede criticar al Gobierno ante el que está acreditado. Al parecer, navegando en las aguas revueltas por Sheetrit, el embajador criticó al Gobierno español por haber votado recientemente contra Israel en Naciones Unidas.

Que una propuesta de diálogo, entendimiento y conocimiento como la de Rodríguez Zapatero provoque las reacciones que he descrito resalta la fuerza moral de la misma y el peligro que en ella detectan quienes así la denigran. No cabe otra explicación para las bajezas y miserias de dentro y de fuera. De fuera, como ésta, que de manera intolerable liga a los terroristas con el Gobierno español: "No estamos del todo seguros de quién dio las órdenes que siguió Rodríguez Zapatero cuando retiró las tropas de Irak días después de los atentados del 11 de marzo" (Wall Street Journal Europe, 8-10-04).

La ira, visceralidad, saña, falsedad y tergiversación de alguna de las reacciones que he transcrito sólo se explican porque quienes las expresan temen que la "utopía" avanzada por Zapatero en Naciones Unidas de algún modo agite y movilice. Que su llamamiento contra el hambre, cale. Que su denuncia de lo que está ocurriendo en Oriente Próximo despierte a la opinión pública,dormida ante la barbarie absurdamente denominada "Días de Penitencia", y que ha causado en 12 días la muerte de 40 niños palestinos y herido a más de 120. Como ha dicho el presidente del Parlamento Europeo, José Borrell, no podemos pretender erradicar todas las causas del terrorismo con el simple e indiscriminado uso de la fuerza, "vengando en otros niños el daño hecho a los nuestros y creando una insoportable escalada de violencia".

De ahí que Zapatero -a diferencia de Aznar y Bush- no hable de "guerra al terrorismo" porque estima que a la guerra, la de verdad, se recurre cuando se han agotado todos los demás medios no bélicos, cuando se han utilizado y, por una u otra razón, han fallado. ¿Es eso también utópico? La concepción ideológica que nos empacha con el cliché "guerra al terrorismo" no quiere, a propósito, distinguir entre Al Qaeda, ETA o Hamás. La "utopía" de Zapatero, sí. Porque parte de la base de que -si bien el terrorismo de ETA o el del IRA no cesarán aunque se solucione el conflicto israelo-palestino o se hagan genuinos esfuerzos por luchar contra la miseria- tales medidas sí pueden hacer mucho más difícil la exitosa tarea de reclutamiento que el terrorismo islámico, dirigido por personas cultas y formadas, lleva a cabo entre los condenados de la tierra.

¿Quiere ello decir que la "utopía" que algunos achacan al presidente implica bajar la guardia? En absoluto. Se trata de hacer frente con firmeza a la actual generación de terroristas (a cuyo crecimiento incontenible de alguna manera hemos contribuido), pero aplicando simultáneamente la racionalidad para evitar un éxito similar de la futura generación, que hoy se está gestando. Hay que lograr un mundo seguro, pero ello será imposible si al mismo tiempo no se persigue que sea humano, solidario y justo.

¿Nos encontramos ante una revolución utópica propugnada por el presidente del Gobierno? ¿Se puede calificar de utópica a la Unión Europea cuyo Consejo ha aprobado un importante informe significativamente titulado Asociación estratégica de la UE con el Mediterráneo y el Oriente Medio?

¿Qué persigue con él la Unión? Según su propio texto, construir una zona común de paz, prosperidad y progreso, adoptando un concepto de seguridad amplio que atienda a las preocupaciones internas de los países de la región, por ejemplo, el subdesarrollo y el desempleo. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de las personas que viven en ella tienen menos de 18 años y para que haya estabilidad esos jóvenes necesitan un trabajo. Nada de eso podrá alcanzarse sin reformas políticas, sociales y económicas, pero las mismas han de generarse desde dentro, no ser impuestas desde fuera. Finalmente, el documento de la Unión Europea señala que no será posible construir una zona común de paz, prosperidad y progreso si no se logra una solución justa y duradera del conflicto israelo-palestino. Todo ello forma parte de la "utopía" que persigue el presidente del Gobierno.

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

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