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Reportaje:

Willy, un actor muy 'heavy'

Saltó a la fama como Richard, el tarambana de '7 vidas'. A arrasó en taquilla con 'Al otro lado de la cama'. Su grupo, Animalario, atragantó al poder con el "no a la guerra" de los Goya 2003. Guillermo Toledo, un "heavy' de paisano" de 34 años, ha triunfado sin hacer concesiones. Ahora es un trepa en la nueva película de Álex de la Iglesia.

Luz Sánchez-Mellado

Saltó a la fama como Richard, el tarambana de '7 vidas'. A arrasó en taquilla con 'Al otro lado de la cama'. Su grupo, Animalario, atragantó al poder con el "no a la guerra" de los Goya 2003. Guillermo Toledo, un "heavy' de paisano" de 34 años, ha triunfado sin hacer concesiones. Ahora es un trepa en la nueva película de Álex de la Iglesia.

"¡Cabrones!". Guillermo Toledo ha acudido a la cita con los fotógrafos muy tranquilo. Les conoce. Han coincidido en algún corto, tienen amigos comunes, sabe de qué van. "Son colegas". El cordial exabrupto viene cuando le explican cómo quieren retratarle.

-Willy, vamos a sacarte en Sol, entre el mogollón, como un tipo corriente.

-¡Qué cabrones! ¡Menudo marrón!

Madrid. Puerta del Sol. Martes, mediodía, veranillo de San Miguel. Imposible elegir un lugar más atestado para poner a posar a uno de los actores más populares del país. Baño de masas garantizado. Toledo suda y no es por el sol. "Soy muy tímido, sólo soy actor si tengo un personaje, y ahora soy yo el que está aquí haciendo el tonto delante de la gente", explica. Pero la sesión dura poco. No en vano, Guillermo posee toneladas de "algo que se tiene o no se tiene: una vis cómica natural maravillosa", en palabras de Emilio Martínez-Lázaro, su director en Al otro lado de la cama. Así que el agobiado modelo tira de reservas. Se despereza, pone caras, vacila a la cámara, le perdona la vida. Fin. Guillermo respira. El marrón ha terminado.

A Toledo le horroriza la fama, y desde luego no se le puede acusar de no trabajarse el anonimato. Vaqueros sin marca, camisa antidiseño, deportivas de batalla. Sólo los rizos negros y el tirabuzón cano sobre su frente y la barba de progre irredento delatan para la mayoría al celebérrimo Richard, el sinvergüenza sentimental de 7 vidas, un personaje tan querido por el público que aún no ha conseguido quitárselo de encima, pese a los dos años transcurridos desde su marcha de la serie. Otros le identifican como el presentador de la camiseta del "no a la guerra" en los Goya 2003. O reconocen al feo que se queda con todas en Al otro lado de la cama. Desde el próximo viernes, Guillermo será también Rafael, el vendedor trepa y sin escrúpulos que comete el Crimen ferpecto de la nueva película de Álex de la Iglesia. Y en diciembre, el pijo malvado de El asombroso mundo de Borja Mari y Pocholo, la última producción de la factoría de Santiago Segura. Malos tiempos para ir de incógnito.

Pero Guillermo Toledo, de 34 años, Willy para su legión de amigos, está acostumbrado a ir a contracorriente. Hijo pequeño de una familia de la burguesía profesional madrileña -su padre es un reputado cirujano, y su madre, psicóloga-, nació en el límite entre dos mundos. El de los niñatos exquisitos del barrio de Salamanca y el de los bandarras de los bares de Prosperidad, uno de los distritos más populares de Madrid. "Sólo había que cruzar una calle para estar en uno o en otro. Y yo tiré para la Prospe desde pequeño, allí siguen algunos de mis mejores colegas".

Así que pudiendo ser mucho más pijo de lo que Rafael, su arribista personaje en Crimen ferpecto, pudiera soñar jamás, Toledo eligió ser "un heavy total". De pintas y de espíritu. Para pijerío -"de izquierdas"- ya tenía el cole. El mítico colegio Estilo, regentado por Josefina Aldecoa. Una especie de Arcadia feliz, tolerante y humanista donde enviaban a sus hijos a desbravar muchos de los escritores, artistas y cineastas de la transición. Demasiado para Willy. "Nunca fui buen estudiante, y allí me lo hicieron pagar. Recuerdo humillaciones de la profesora en la pizarra, poniendo en evidencia lo inútil que era delante de mis compañeros. De esa parte del Estilo no habla nadie", recuerda el interesado. Sin embargo, sin él saberlo, el colegio iba a tener mucho que ver en su futuro. Antes habría de poner un océano de por medio.

Fue en segundo de BUP. Suspenso general. Amenaza de tripitir curso. Huida hacia adelante. "Me vi perdido y me largué a Estados Unidos, ya sabes, con la excusa de aprender inglés y tal". Un año de gracia y una revelación. "Estaba en un pueblo de Georgia, con una familia que no era la mía. Me encantaba la sensación de libertad de vivir lejos de casa, estar con los colegas, escuchar música, fumar los primeros canutos. Como había muchas optativas en el instituto, me apunté a teatro, aún no sé por qué, y resulta que aquello me agarró y todavía no me ha soltado". Tenía 16 años.

De vuelta a Madrid, la suerte estaba echada. "Pasé dos o tres años vagando por la ciudad. Hice mil trabajos, de portero de discoteca a pastelero, pero nada era lo mío". Hasta que cayó en la escuela de actores de Cristina Rota. Allí, la semilla del Estilo iba a florecer. Alberto San Juan, otro ex pupilo del colegio al que conocía de vista, también había ido a dar con sus huesos allí. Congeniaron. "Estábamos muy marcados por una educación ética, política y social muy similar. Nos gustaban y nos cabreaban las mismas cosas". Lo que siguió está en los papeles.

"Alberto y yo, y otro par de amigos actores, Ernesto Alterio y Nathalie Poza, decidimos no esperar a que nos llamaran los directores. Montamos nuestra propia compañía y con los textos de Alberto hicimos nuestros primeros montajes. El nombre del grupo, Ración de Oreja, y el de la primera función, Animalario, da idea del tipo de locales y de fauna urbana que interesaban a la panda. "Eran personajes muy de barrio, de bar de frituras madrileño. Gente mayor, cargada de hijos, antihéroes con la vida destrozada. Siempre me han atraído los perdedores". Curtidos en actuaciones en garitos del centro de Madrid, la rebautizada compañía Animalario fue creciendo en dos direcciones. Por un lado, retroalimentando la carrera personal de sus miembros. Toledo -como Alterio y San Juan- se lanzó a una vorágine de cine, televisión y teatro que aún continúa y que le ha convertido en uno de los actores más solicitados del momento. Por otro, el grupo se expandió generando a su alrededor una estela de colaboradores -guionistas, actores, directores, técnicos, "la órbita Animalario"- que culminó su prestigio profesional y su éxito mediático con el encargo del guión y la presentación de la gala de los Goya 2003. Un caramelo que resultó extremadamente indigesto para algunos. Pero ésa es otra historia.

Tras el 'marrón' de las fotos en Sol, Guillermo Toledo se sienta frente a un zumo de melocotón en la cafetería de un hotel sin nombre. Aquí, sí. En territorio seguro, Willy no se esconde. Más bien se lanza en plancha. Se abre en canal. Se supone que está en la fase de promoción de Crimen ferpecto, el último delirio de Álex de la Iglesia, donde hace su primer protagonista absoluto en cine. Un jefe de la sección de señoras de unos grandes almacenes capaz de todo por ser exitoso, popular, elegante. Un treintañero que sabe la casa que quiere, la mujer que quiere y el coche que quiere (y lo que cuesta: 40.000 euros más IVA), y no duda en dejarse la piel y la de quien haga falta para conseguirlo. Su antítesis perfecta.

En lo único que se parece a Rafael es en que Guillermo también sabe lo que quiere. Pararse a pensar. Él lo expresa a su manera: aunque siempre ha hecho lo que le ha dado "la puta gana", te jura "por Dios" que hasta hace poco no ha tomado conciencia de que tiene "casi 35 tacos", de que la vida pasa "a toda hostia" y de que "lo jodido" de la existencia es tener que elegir. Eso, quitando varios tacos de la frase. Y obligado a escoger, Toledo tiene claros un par de puntos. "Quiero vivir más y trabajar menos. Ya sé lo que es ser actor. Me encanta y me apasiona, pero también quiero meterme en otras cosas. No sé, hacer algo con las manos. Nunca he currado con las manos; así las tengo, de señorito…" (las muestra: son blancas, lisas, con las uñas mordidas hasta los codos). "No me refiero a ser peón de obra", se ríe, "sino a construir algo. Un grupo de música, una casa bonita…, relacionarme más con los que quiero y los que me quieren. Vivir".

Toledo parece cansado. Probablemente pesa 10 kilos menos que el tarambana de Richard. Acaba de concluir una gira de 22 meses por toda España con Alejandro y Ana, el último montaje teatral de Animalario. Una sátira despiadada sobre los usos de la derecha española -"la más rancia del mundo"-, con la boda de la hija del ex presidente Aznar como excusa de fondo. Pero al mismo tiempo, Guillermo se ha metido en muchos charcos y en todos se ha mojado a conciencia. Ha rodado varias películas grandes y pequeñas, cortos con amigos, ha firmado y participado en manifiestos y movilizaciones, y ha acudido adonde le han llamado a decir no a la guerra, no al canon antipiratería, no a todo lo que le subleva y le "revuelve las tripas". Buena paradoja para un tipo que, según sus amigos, no sabe decir que no.

"Tiene una capacidad de trabajo brutal. No se mide, lo quiere hacer todo, se expone demasiado. Para él las relaciones y las lealtades personales son muy importantes, y si hay amigos de por medio, nunca se niega a nada. Además tiene una idea muy clara y muy politizada de la vida, y es coherente y apasionado con ella hasta las últimas consecuencias. No se casa con nadie ni le importa caer bien o mal. Creo que ese ritmo de trabajo y esa exposición continua le han pasado factura y ahora está en un momento de reflexión", confirma su amigo Juan Cavestany, otro animalario, coautor del guión de Alejandro y Ana y la ceremonia de los Goya, y codirector de la próxima película de Guillermo, El asombroso mundo de Borja Mari y Pocholo.

Otro personaje pijo para Willy. Muy heavy. "Sí, sigo siendo un heavy de corazón, pero ya no me uniformo. Hace tiempo que descubrí lo absurdo de los uniformes y de la alineación de las personas", dice Toledo. En eso, tampoco hace concesiones. En pleno auge de la metrosexualidad y la dictadura de la imagen, Guillermo, salta a la vista, pasa de glamour. Absolutamente.

"Yo no vendo una imagen. Ofrezco una manera de trabajar, no soy un vendedor. Todo el rollo ese del glamour, y del vestidito, y de las fotos no hace más que desvirtuar el asunto. Conozco a buenos actores y actrices que se han desvalorizado a sí mismos por haberse metido en eso de 'yo soy el más guapo'. Si te intereso yo, voy donde me digas. Si te intereso yo vestido de Armani, lo siento, pero no voy. Entre otras cosas porque no me da la gana de venderle la ropa a ese ni a otro señor por la puta cara".

Toledo no se muerde la lengua. La diplomacia no es precisamente una de las virtudes que le adornan. Entra a todos los trapos. De frente y por derecho, como un miura. "Aparte de su impresionante calidad como actor, yo creo que es uno de los mejores de su generación, tanto Guillermo como Alberto y Ernesto me sorprendieron por su radicalidad", recuerda Martínez-Lázaro. "Fue agradable comprobar que no todos los actores jóvenes de este país son descerebrados o indefinidos políticamente. En estos chicos encontré a gente de mi época, pero con 25 años menos. Si no eres radical a los 30, ¿cuándo lo vas a ser?". El director de Al otro lado de la cama, que volverá a coincidir con los animalarios Toledo, San Juan y Alterio en el rodaje de la segunda parte de la cinta, en enero de 2005, opina que "Willy era quizá el más kamikaze de los tres. Se lanzaba al vacío, tanto en su modo de interpretar como a la hora de expresar sus opiniones. Era un terrorista fenomenal".

"Es como parece. Un ser puro; un espíritu libre, divertido, cariñoso. No disimula, no pasa por el aro, no hace relaciones públicas, no aspira a nada. Sólo a trabajar en lo que le gusta y con sus amigos. Y hasta ahora lo ha conseguido sin renunciar a nada. En este negocio hay mucha gente que dice de boquilla que pasa de la fama, pero en Willy es absolutamente cierto. Se pone malo", confirma Cavestany.

Por eso, a Toledo le sale una cana nueva cada vez que le espetan por la calle: ¡eh, qué pasa, Richard, tronco! "Es lo único malo de la tele, la fama automática y brutal que trae consigo. Me empezó a agobiar en la primera temporada de 7 vidas. Hice la segunda agobiado. Y la tercera estuve a punto de no hacerla porque sabía que iba a ser terrible. Y lo fue", recuerda con retranca, pero sin disimular tampoco los buenos recuerdos que le trae la serie. "Trabajar cinco días a la semana, doce horas al día, te da un oficio increíble, sobre todo si es al lado de grandes actores y actrices como lo eran todos mis compañeros. Fue como un máster acelerado, y encima cobrando".

Hablando de dinero, Willy está contento porque con Alejandro y Ana es la primera vez que Animalario "no palma con una función". El éxito de público del montaje "ha dado pasta suficiente para pagar a todo el mundo y dejar algo para preparar un par de proyectos nuevos". El teatro, Animalario, es mucho más que un trabajo para él. Es un modo de vida. "Animalario son los últimos diez años de mi vida. Mi trabajo y mis amigos. El teatro es lo que realmente me pone. Me apasiona. Es curioso, pero este septiembre, en Bilbao, he pasado un mes bastante malo desde el punto de vista personal, y era la función la que me revitalizaba cada día. Es alucinante que después de más de veinte meses de gira siga siendo el teatro el que me saque las castañas del fuego emocionalmente, pero así es".

Guillermo, en gratitud, va a apostar siempre por las tablas. Su salvación. En ese periodo de reflexión que se ha autoimpuesto, Animalario no es negociable. "Voy a priorizar la compañía sobre cualquier otro trabajo. Pero ya no me voy a machacar. Si puedo compaginar los montajes del grupo con otros proyectos de cine, bien; si no, voy a elegir a mi gente".

Y en eso está. Con los suyos. Porque Willy el heavy se ha hecho mayor. Y ya no tiene prisa. "Lo que más me interesa ahora es estar con los que quiero. Desde niño me ha perseguido el miedo a la muerte, un vértigo profundo. Siempre he sido absolutamente ateo, y empiezo a pensar que ésa ha sido una de mis mayores condenas. Sigo siendo totalmente anticlerical, pero ya no estoy tan seguro de que no haya un antes y un después de esto. No lo llamo cielo ni infierno, pero estoy intentando pensar que toda mi energía y el amor que siento por los que amo no desaparecerá con ellos y conmigo. Así que conmigo que no cuenten para eso de vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver".

La guerra continúa

"Fue intenso, emocionante, una locura, algo absolutamente inolvidable". Guillermo Toledo comenzó el año 2003 en volandas. A pesar de que compartió la presentación del evento con su compañero del grupo Animalario Alberto San Juan, y de que el guión de la gala llevaba la firma de Juan Cavestany, fue él quien cargó con la agria reacción del Gobierno al "no a la guerra" que lucieron y pregonaron muchos de los invitados y galardonados en los Premios Goya. Él y sólo él fue quien se enzarzó con la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, en un enfrentamiento dialéctico en la cadena Ser en el que la ministra llegó a perder los papeles y acusar "al cine" de ser "el brazo armado de la oposición". Como casi siempre, de todos los que fueron a por lana, Toledo fue el que salió más trasquilado. Él no se calla.

"Ahora, año y medio después, Del Castillo ya no es ministra y yo estreno dos películas. Lo malo es que la guerra, que entonces no había comenzado, no sólo empezó, sino que aún continúa y deja docenas de muertos todos los días", dice Guillermo, que desde entonces no ha perdido oportunidad de mojarse en todos los charcos que se le han puesto por delante. "Sí, me han puesto la etiqueta de actor reivindicativo. Pues no, soy un ciudadano reivindicativo que resulta que es actor. No me apetece nada subirme a un escenario y soltar una soflama política, pero en cierta manera me siento en la responsabilidad de hacerlo porque sé que hay muchos millones de personas en este planeta con las que comparto opinión y que no tienen la oportunidad de acceder a los medios de comunicación. Entonces, yo no me voy tranquilo a la cama si me ponen un micrófono delante y no digo lo que pienso", admite.

Toledo no baja la guardia. Incluso se declara algo menos tecnófobo -antes sólo usaba el teléfono móvil en modo silencio y consultaba el buzón de cuando en cuando- desde que asistió "emocionado desde Valencia, donde estábamos de gira con Alejandro y Ana", a las movilizaciones populares posteriores al 11-M y previas a la derrota electoral del Partido Popular. "Yo tengo experiencia en manifestaciones, pero aquello era algo totalmente novedoso, una movilización en tiempo real. Fue único. No es cierto lo que dicen en los anuncios de que la tecnología te da libertad, pero ahí se vio que el móvil e Internet pueden ser herramientas muy eficaces para la acción política".

Fiel a sus palabras, Guillermo aprovecha el micrófono para cantarle las cuarenta al nuevo Gobierno. "Sacan las tropas de Irak y nos meten en Afganistán. Otra guerra. Porque es mentira que se haya liberado a nadie. Las mujeres siguen con burka, ¿o no? No nos traten como a imbéciles". Willy siempre va a contracorriente. Y predica con el ejemplo. Animalario, su compañía, acaba de editar en DVD su montaje teatral Alejandro y Ana, una interpretación libre de la boda de la hija de Aznar, después de una gira por España. "Pirateadlo", anima. "Que lo vea todo el mundo, aunque sea sin pagar".

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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