Dieta suicida en un valiente documental
La apuesta del documentalista estadounidense Morgan Spurlock es un valentísimo órdago: en primer lugar, por el envite a una de las empresas más poderosas del mundo y, aún más meritorio, por el funambulista ejercicio en contra de su propio estado de salud. Treinta días desayunando, almorzando y cenando exclusivamente comida y bebida de McDonald's (sin ensaladas, pues éstas quedaban fuera); filmar el suplicio, pasar exhaustivos controles médicos y analizar los cambios en el organismo producidos por semejante festín. Contado así, casi dan ganas de vomitar desde el inicio.
El objetivo de Super Size Me es demostrar que parte de la culpa del estruendoso aumento de la obesidad en el país que inventó y exportó a todo el mundo la comida basura es de la ausencia de información que ofrecen ciertas grandes empresas sobre sus productos, sobre su composición y sobre sus posibles efectos secundarios.
SUPER SIZE ME
Dirección: Morgan Spurlock. Intérpretes: Morgan Spurlock, Bridget Bennet, Alexandra Jamieson, Stephen Siegel. Género: documental. EE UU, 2004. Duración: 96 minutos.
La primera ventaja que tiene Spurlock para contar su odisea alimenticia es que (como también le ocurre, por ejemplo, a Michael Moore) es un animal de cine, con un gran sentido del humor y una rapidez mental muy de agradecer. Así, sus comentarios a la cámara siempre aportan algo más que información, aportan humanidad. Junto a su consciente tortura, el creador añade numerosas declaraciones de especialistas o de simple gente interesada, desde expertos en nutrición a abogados, desde políticos relacionados con el sistema sanitario a simples adictos al doble Whopper con queso. Todo ello ante la atenta (y preocupada) mirada de sus familiares y amigos. Es decir, todo lo necesario para la realización de un buen reportaje periodístico narrado en primera persona. De este modo, Spurlock analiza el multitudinario éxito de las sedes de McDonald's con los niños a través de una experiencia práctica a modo de encuesta tan desternillante como preocupante: de una serie de imágenes de personajes famosos, entre ellos George W. Bush y Jesucristo, el más conocido para los críos por abrumadora mayoría era Ronald, el payaso mascota de McDonald's.
Evidentemente, el colesterol, el peso y la tensión arterial del suicida documentalista se disparan, pero siempre queda la duda de la manipulación en efectos como el insomnio, el malestar general, la ausencia de apetito sexual y la depresión, difícilmente demostrables. Sin embargo, el valor de Super Size Me va más allá de una simple revelación contada a través de un excelente montaje. Lo mejor de la película es su valentía para entrar en guerra con uno de los mayores imperios empresariales del mundo, cuyos responsables nunca quisieron contestar las reiteradas llamadas de Spurlock, pero que, tras el estreno de la película en el Festival de Sundance, decidieron cambiar algunas de sus normativas.
Super Size Me es un golpe contra toda la cultura americana del comportamiento, contra su sistema de alimentación en los colegios públicos y contra la era del marketing y la publicidad.
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