_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un foro institucional

Pasqual Maragall, con el dinamismo que caracterizó su gestión al frente de la alcaldía de Barcelona, quiso que se celebrase en su ciudad la Exposición Universal programada para el año 2004. Ante la imposibilidad de conseguirlo -el adjudicatario final fue Tokio-, Maragall se dirigió en 1996 a la Unesco, para que, como instancia legitimadora de grandes eventos culturales, patrocinase la organización de un gran evento cultural Les cultures del mon. Federico Mayor, entonces director general, acogió la propuesta con mucho interés y creó, a dicho fin, un grupo cuya coordinación me encomendó. Con Margarita Obiols, Enric Truñó y otros cercanos colaboradores del alcalde, comenzamos a diseñar un proyecto cuyos dos grandes ejes fueron los entonces programas-faro de la Unesco -Cultura de Paz y Cultura y Desarrollo-, pero declinados específicamente en el ámbito urbano y buscando dar el máximo protagonismo a las organizaciones ciudadanas de base. Este diseño pronto fue sustituido, como era inevitable, por la lógica institucional. En efecto, tres organizaciones como el Gobierno central, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, de intereses e ideologías tan distintos y presididas por personalidades tan rivales, difícilmente podían llevar a cabo un programa que se saliera de las pautas habituales en este tipo de manifestaciones.

El primer beneficiario tenía que ser, como así ha sido, la ciudad en sus aspectos urbanísticos menos discutibles, como la transformación de instalaciones nocivas, la recuperación de zonas marginales, la mejora de infraestructuras básicas, el aumento de parques y jardines, etcétera. Desde esta opción, el Foro Universal de las Culturas ha sido un éxito: la planta depuradora de aguas residuales, la incineradora y otras edificaciones que afeaban el área continúan existiendo pero fuera de la vista del público, a la par que se ganaba la desembocadura del río Besòs para la vida urbana y se incrementaba notablemente la oferta de espacio tanto público como, a través de la empresa Diagonal-Mar, privado. Todo lo cual se ha realizado mediante una serie de operaciones de construcción propias del capitalismo paraoligopolístico de mercado, que es el sistema político-económico en el que vivimos en el mundo occidental. Que a los de mi cuerda no nos gusta nada y querríamos que cambiase cuanto antes, pero eso no justifica que responsabilicemos de dicho estado de cosas a los organizadores del Foro.

Jesús María Canga, alcalde de Sant Adrià del Besòs, nos anima a que hagamos balance crítico del evento, entiendo que desde la perspectiva institucional elegida. En su haber acabamos de anotar logros interesantes, pero queda un debe que es también importante. En primer lugar, hay que atribuirle la implicación de lo cultural y lo económico que, desde que Jack Lang lanzara su grito "Economía y cultura, un mismo combate", ha presidido la mayoría de las políticas culturales y es la responsable del primado de la cantidad -cuantos más coloquios, exposiciones, fiestas, conciertos, visitantes, mejor- frente al de la innovación y la creatividad. Por otra parte, el convencionalismo de lo institucional desemboca en la dominación de la insignificancia. La avalancha de reflexiones y análisis ya presentados, y con frecuencia por los mismos protagonistas, en otros escenarios, tenía que devaluarlos y traducirse en una indiferenciación de las propuestas y de sus prioridades.

El extraordinario montaje mediático del Foro, que consiguió asociar a las principales empresas españolas de comunicación, representaba una ocasión excepcional de pedagogía popular que se ha perdido por falta de claridad y consistencia en los mensajes transmitidos. ¿Qué papel tiene que asumir la cultura urbana de las grandes ciudades en la lucha contra la violencia, en la confirmación del horizonte simbólico de la paz? ¿Puede la cultura urbana popular relanzar la creatividad social y ciudadana y protegernos del populismo? Cuestiones centrales que no pueden abordarse previo pago ni en la discusión entre notables, sino que hay que debatir al aire libre del movimiento social urbano. Con todo, el Foro de Barcelona ha existido, ése es su principal mérito, y gracias a él esas cuestiones pendientes se pueden transmitir a Monterrey.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_