Kerry no seduce a los negros
Los demócratas necesitan el voto de los afroamericanos, cuyo descontento con este partido no se traducirá en apoyo a Bush
A la entrada de la modesta iglesia negra New Generation Baptist de Miami hay un cartel que pregunta "¿Qué haría Jesucristo?". Las respuestas las va dando el pastor Ranzer Thomas en los sermones dominicales, adaptadas a la vida diaria: qué haría ante un conflicto laboral, familiar, una enfermedad o la cárcel... Y ahora, en plena campaña política, qué haría en las elecciones. "Votaría por John Kerry", afirma Thomas.
Los feligreses siguen sus consejos con la misma devoción con la que rezan, porque la mayoría de los afroamericanos de EE UU han sido tradicionalmente fieles a dos cosas: la religión y el Partido Demócrata. Ambas se fusionan de forma particularmente visible en temporada electoral. Es todo un ritual que los predicadores de las 70.000 iglesias negras de EE UU recomienden a un candidato, y que los políticos, sobre todo demócratas, desfilen por los púlpitos a la caza de votos "fieles".
Los republicanos no se molestan en cortejar a los negros porque tienen su voto perdido
"¿Qué haría Jesucristo? Votaría por Kerry", afirma el reverendo Thomas
En la actual contienda, sin embargo, a esa lealtad, casi inquebrantable desde el movimiento de derechos civiles en los años sesenta, le están saliendo grietas, abiertas por un colectivo juvenil que reivindica "el uso estratégico del voto". Es hora, dice esta nueva guardia, de que el partido demócrata "se gane" su apoyo en vez de darlo por hecho, como ha ocurrido con las generaciones de sus mayores.
El movimiento de jóvenes entre 18 y 30 años, agrupado en torno a intelectuales y plataformas como la Asamblea Nacional Política de Hip-Hop liderada por Bakari Kitwana, promueve una agenda de borrón y cuenta nueva, de olvidar el papel de víctimas que según ellos les ha arrinconado en un callejón político sin salida: entre las promesas incumplidas de un Partido Demócrata que tiene el voto negro asegurado, y el Republicano, que no se molesta demasiado en cortejarles porque lo tienen perdido. Hace cuatro años el 90% del voto negro fue para Al Gore y apenas un 8% para George Bush; aunque la tendencia empezó a cambiar en las pasadas elecciones de California y Nueva York, en las que un 17% y 22%, respectivamente, votó por los republicanos Arnold Schwarzenegger y Michael Bloomberg.
El descontento con los demócratas no se va a traducir necesariamente en apoyo a Bush, porque del presidente tienen los jóvenes bastante mala opinión. En palabras del activista y escritor Kitwana, el "ser anti-Bush no es una razón suficiente para votar por Kerry. Están jugando con nuestras emociones para que nos enganchemos al otro vagón, pero los demócratas no ofrecen alternativa. Kerry es el menor de los dos males".
La tercera y más probable opción es la abstención. Si el bloque rebelde juvenil se queda en casa el 2 de noviembre, Kerry saldría muy perjudicado, pronostica David Bositis, analista del Joint Center for Political & Economic Studies, un influyente think tank dedicado a temas que afectan a la población de origen afroamericano. "La juventud no tiene vínculos emocionales con el Partido Demócrata y eso les inclina menos a votar [menos del 55% se identifica como demócrata]. La victoria de Kerry sólo será posible si hay una gran participación de todo el electorado negro", señala Bositis.
En la elección entre Gore y Bush se abstuvieron más de la mitad de los 24,1 millones de afroamericanos en edad de votar. Este año se calcula que la participación ronde el 54%, gracias a campañas de movilización como las lideradas por los ídolos del pop Will Smith, Sean P. Diddy Combs y Beyoncé. Estas campañas se autodenominan apartidistas, pero en gran parte están inspiradas en la "venganza" por lo ocurrido en Florida hace cuatro años. Bush ganó este Estado y la presidencia por sólo 537 votos, después de que el Tribunal Supremo detuviera el recuento, y tras alegatos de trampas para anular votos negros.
La ventaja que tienen los republicanos en la actual elección es que pueden ganar sin este segmento del electorado, mientras que para los demócratas es crucial. Para ello cuentan con la vieja guardia militante. La duda es si ese respaldo va a ser suficiente, porque las encuestas indican que la bajada de Kerry en Estados como Wisconsin se debe a que el electorado negro no está muy entusiasmado.
El matrimonio de ancianos Lovenia y William Thomas (sin relación con el pastor Ranzer) ejemplifican la lealtad incondicional. A la salida del servicio religioso en New Generation Baptist Church, con sus atuendos de domingo y biblia en mano, confiesan orgullosos "nunca haber votado por un republicano". Es una desconfianza arraigada en la memoria de la época de la segregación racial, a la que se puso fin durante la presidencia de un demócrata, Lyndon Johnson, en 1964. Esa memoria vívida ha borrado otra lejana, de que fue el republicano Abraham Lincoln quien abolió la esclavitud en 1863.
En el siglo que medió entre esos dos hechos históricos la población negra de EE UU se identificaba masivamente con el Partido Republicano (Grand Old Party). El cambio de dirección se empezó a gestar con el new deal de Franklin Delano Roosevelt, subraya el analista Bositis.
Las últimas décadas han sido de avance en los campos de los derechos civiles, acceso a buena educación y trabajo, reparación económica de las heridas del racismo, conquistas de poder político (ostentan cerca de 10.000 puestos a nivel municipal, estatal y federal), y una mejora de la calidad de vida. Pero los males sociales que aquejan a los afroamericanos todavía superan a los progresos. El nivel de paro roza el 10%, el doble de la media del país, y es particularmente grave entre los jóvenes, alrededor de un 25%. Y el número de reclusos alcanza niveles epidémicos: la mitad de la población carcelaria es negra, cerca de un millón de los casi dos que están entre rejas.
El historial delictivo es el primer eslabón de una cadena que el escritor y comentarista Salim Muwakkil califica como "una catástrofe social", refiriéndose a los niños negros que crecen sin padre en casa, un 68%, aunque esa estadística incluye también a los hombres que abandonan el hogar y no sólo a los presos. La realidad de la "soledad" femenina para criar a los hijos se palpa en las iglesias, que son el centro de la vida de la población negra. El domingo que EL PAÍS pasó en New Generation Baptist apenas el 10% de los feligreses eran hombres.
Lo que estaba claro es que todos comparten una fe ciega en Kerry, aunque por razones distintas. Lovenia Thomas confía en que el candidato demócrata establezca un sistema sanitario asequible: "Me gusta Bush como persona, pero no ha hecho nada. Yo tengo que pagar todos los meses más de 200 dólares en las medicinas que no me cubre el seguro". Su esposo, William, que hasta su jubilación trabajó arreglando techos, apunta otra razón: "La guerra no está justificada, sospecho que el petróleo está detrás".
El pastor Ranzer duda igualmente de las intenciones de Bush en Irak -"¿Dónde están las armas de destrucción masiva?". Y es que aunque los temas domésticos -discriminación positiva, educación, sanidad y trabajo- son los que más preocupan a la comunidad negra, la guerra de Irak se ha convertido en uno de los dos argumentos más populares contra Bush. El otro es la batalla por Florida, Estado clave en 2000 y que se perfila como tal este año.
El 53% de las 179.855 papeletas invalidadas en Florida en las últimas presidenciales fueron de electores negros, y la percepción extendida en esta comunidad es que fue un hecho intencionado para que perdiera Gore. Aunque tal hipótesis nunca ha sido probada, está sirviendo de antídoto contra la apatía y de combustible a las pasiones anti-Bush. Una de las feligresas, Yashyawa Joseph, profesora de 31 años, incluso se refiere al presidente como "el anticristo". Su marido, Phillip, funcionario de prisiones de la misma edad, se lo plantea en términos de combate: "Esta vez no nos van a robar nuestros votos, no nos van a robar la elección".
"Impasible y distanciado"
El electorado negro es imprescindible para la victoria demócrata en los Estados indecisos. El problema es que John Kerry no acaba de conectar con ellos. Nunca les ha necesitado en su carrera política y raramente ha tenido contacto directo. Es un senador blanco de un Estado mayoritariamente blanco, Massachusetts (en un 96%). Y esa realidad se refleja en esta campaña, en opinión del profesor de política James Glasser, de la Universidad de Tufts, en Boston, así como de otros analistas y líderes de las propias organizaciones nacionales que han lamentado la ausencia de negros en su campaña.
Tampoco le está ayudando la personalidad "impasible y distanciada" que proyecta, según el analista Mark Goldberg. "Kerry no ha despertado el entusiasmo que se podía esperar en un electorado tan polarizado", escribe Goldberg en la revista progresista The American Prospect.
Lo que cuenta no es que Kerry tenga asegurado alrededor del 90% del voto negro, sino sobre qué proporción, un 30%, un 40% o un 60% del electorado negro. Ahí es donde el entusiasmo es clave. En Misuri, en 2000, se abstuvieron 86.000 negros y Bush ganó por un 3%, equivalente a 79.000 sufragios. Y en Florida se abstuvieron más de 600.000 y Bush ganó por sólo 537 votos el Estado y la presidencia. En esta elección, el voto negro puede inclinar la balanza en Estados que no están claramente decantados: Florida, con un 14% de población negra; Michigan, 13%; Ohio, 12%; Pensilvania, 9%, o Carolina del Norte, el 23%.
Un escollo adicional es que ha disminuido el número de negros que se identifican como demócratas. Hace cuatro años, el 74% se definía como tal y hoy día sólo el 63% dice ser afín al Partido Demócrata, según un sondeo del Centro de Estudios Políticos y Económicos.
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