Amaya Arzuaga insiste en el uso de la prenda fragmentada
Gianfranco Ferré desafía en Milán los límites del lujo en el 'prêt-à-porter' neobarroco
Las tres últimas jornadas de la Semana de la Moda de Milán con las propuestas de mujer para el verano de 2005 han terminado reafirmando una idea ya apuntada por algunos analistas: la competencia entre los grandes nombres de la moda de hoy se basa en el lujo desmedido, el adorno por el adorno y las posibilidades de una inspiración que viaja tan lejos como África o China; eso hizo Gianfranco Ferré, pero hay otras vías que se basan en la geometría. Una geometría que se vuelve deconstrucción, como es el caso de Amaya Arzuaga, que reafirmó sus valores y capacidad de invención a veces con hallazgos en los que ha sido pionera.
La carrera de fondo del fin de semana milanés comenzó el viernes con Dolce & Gabbana, estridentes en el roce de lo vulgar; continuó con la ampulosidad casi californiana de Gai Mattiolo, y encontró su punto más elevado en Gianfranco Ferré, que ha convocado en su espacio personal a una gran cantidad de prensa internacional, que trae aquí con la idea de que constaten la añoranza de sus días parisinos, pues fue una colección muy francesa la suya, en aires de safari, con lo étnico como asunto gráfico (estampados de tigre, cebra o floresta); las joyas fueron siempre a base de colmillos de fieras cubiertos de pedrería, lo que resume una estética algo decadente, pero siempre deslumbrante. Ferré no duda en el uso de la piel de pitón o de canguro, que maneja a mansalva, tiñe de oro o recama con cristal: es la recolonización de lo colonial. El exceso es parte de ese gusto aplastante y glamouroso que hace saltar por los aires el límite comercial del alto prêt-à-porter.
El sábado, Alessandro dell'Acqua gustó de la simetría y la evanescencia; Etro insistió en el multicromatismo, y Roberto Cavalli jugó su baza más fuerte: la sensualidad y las transparencias.
Ayer, Amaya Arzuaga consiguió al mediodía su lleno habitual y empezó con blancos junto al nazareno y el vino, después hizo una serie en rojos mezclados de intensidad y textura y por fin volvió a su inveterado prestigio con los negros.
Juegos de reflejo
La colección se basa en juegos de reflejo y superposiciones, drapeados huérfanos (que no se sabe bien de dónde vienen o dónde terminan y ésa es su gracia); recogidos concéntricos que devienen en insinuación floral al relieve hasta ser el momento de mayor acumulación de materia en la prenda. El brillo lo coloca Arzuaga con sutil precisión y en honor a la verdad hay que decir que la diseñadora burgalesa empezó ese juego material fragmentado antes de que muchos lo hicieran suyo y que hoy presumen de tales elaboraciones complejas, que requieren sobre todo una enorme seguridad en el anteproyecto y patronaje.
Después, subiendo un poco el tono, Arzuaga dejó ver el topo negro gigante de fondo blanco combinado al verde esmeralda y al negro, faldas de media capa o completa con segmentos de veladuras y un despliegue muy estudiado de colgaduras que aparentan ser sólo decorativas, pero que resultan imprescindibles en el sostén del objeto o vestido.
Esta Semana de la Moda de Milán también ha inaugurado una campaña de carácter público que ha llevado los desfiles hasta céntricos puntos, como la Galería Vitorio Emmanuele, donde en su centro se ha colocado una plataforma de pantallas gigantes en la que el público paseante puede verificar en directo qué sucede en los recintos feriales.
También ha sido ocasión para el reconocimiento de dos modelos españolas que estén entre las preferidas de los grandes estilistas italianos. Se trata de la consagrada Eugenia Silva y la recuperada Madeleine.
Babelia
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