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Reportaje:CLÁSICA-EL PAÍS

'Tercera' y 'Cuarta' sinfonías de Brahms

EL PAÍS ofrece mañana, lunes, por 2,95 euros, las versiones de Rafael Kubelik con la Orquesta de la Radio de Baviera

Las rivalidades musicales no se han limitado históricamente a cuestiones interpretativas, del tipo Callas frente a Tebaldi o Plácido Domingo en vez de Alfredo Kraus. Las diferencias entre los compositores Richard Wagner (1813-1883) y Johannes Brahms (Hamburgo, 1833-Viena, 1897) dieron lugar a un encendido enfrentamiento entre defensores y detractores de uno y otro. No había lugar para la concordia. O estás conmigo o contra mí, se decía con igual apasionamiento en los dos bandos. Y fue en medio de esas aguas turbulentas cuando un compositor de Berlín le dijo al mismísimo Brahms, en un intento de reconciliación entre las dos tendencias: "Soy un admirador de Wagner, el progresivo, el innovador, y de Brahms, el académico, el clásico". Lo que faltaba. Había puesto el dedo en la llaga cuando quería poner un calmante en la herida. Pero es un hecho real que Wagner representaba en los ambientes musicales de entonces la modernidad y Brahms el conservadurismo. Pasaron años hasta que se fue superando el encasillamiento. La consolidación vino de la mano de un gurú de la música, el revolucionario compositor Arnold Schönberg. Primero, en una conferencia en febrero de 1933 con ocasión del centenario del nacimiento de Brahms y años más tarde, con la publicación del libro de ensayos musicales El estilo y la idea, que incluía una reelaboración de 1947 de la conferencia citada, con el inequívoco título Brahms, el progresivo (en España se editó en Taurus en 1963, con una jugosa introducción de Ramón Barce. Hoy está descatalogado). Schönberg defendía a capa y espada que Brahms fue un gran innovador, especialmente en cuestiones de lenguaje, y decía cosas como "el dominio de Brahms como compositor de canciones, música de cámara y sinfonías ha de calificarse de épico-lírico" o como "su influencia ha producido ya un más amplio desarrollo del lenguaje musical hacia la formulación de las ideas sin restricciones, aunque bien equilibradas". Bendecido por uno de los grandes santones del pensamiento musical en el siglo pasado, no había lugar a dudas. Hasta los progresistas de hoy -Nikolaus Harnoncourt, pongamos por caso- se han lanzado a dirigir las sinfonías de Brahms con auténtico fervor.

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Visto desde hoy lo curioso es que Brahms fue progresivo e innovador a la par que académico y clásico. Es esa síntesis la que sitúa al compositor en su verdadera dimensión. Hay otras etiquetas de las que se le han aplicado que mantienen, sin embargo, cierto sentido de la oportunidad. "Otoñal", por ejemplo. Es válida sobre todo para definir ese punto de sabiduría melancólica en la recta final del segundo romanticismo, perceptible en unas sinfonías con un pie en la música de cámara como la maravillosa Tercera y, por supuesto, aplicable a la impactante y sólida Cuarta. Las cuatro sinfonías de Brahms son, se mire por donde se mire, un fruto de madurez. Fueron sacadas a la luz entre 1876 y 1885, es decir, prácticamente en 10 años, no llegando la finalización de la Primera hasta un momento en que el autor había sobrepasado los 40. Después de su prodigiosa década sinfónica, Brahms no volvió a insistir en la gran forma orquestal. La Tercera sinfonía, opus 90 se presentó en Viena el 2 de diciembre de 1883, siendo dirigida por Hans Richter. "Desgraciadamente, demasiado célebre", según su autor. De ella escribió en una carta su amiga Clara Schumann: "No sabría decir qué movimiento prefiero. En el primero me deslumbra el brillo del alba que surge, los rayos de sol que tiemblan entre los árboles mientras todo se abre a la vida. El segundo es totalmente idílico. El tercero se asemeja a una perla, una perla griega, como una lágrima melancólica. Después viene la pasión del último tiempo, de una belleza tal que me deja sin palabras".

Detalles de las obras

La primera ejecución pública de la extraordinaria Cuarta sinfonía, opus 98, tuvo lugar en Meinigen el 25 de octubre de 1885 con la batuta del propio autor. Un sinfín de detalles de ambas sinfonías es contemplado por Roberto Andrade en un documentadísimo trabajo de iniciación a Brahms incluido en el libro-disco, en el que además del ensayo introductorio hay una documentación básica sobre el autor y su obra, y un glosario de términos musicales frecuentes.

La interpretación de las sinfonías Tercera y Cuarta de Brahms está dirigida en esta ocasión por Rafael Kubelik al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, con grabación discográfica del prestigioso sello Orfeo en la sala Herkules de Múnich en mayo de 1983. Las versiones del director checo acentúan el lirismo que las obras de Brahms llevan dentro. Son, por otra parte, cercanas, cálidas y están expuestas en sus líneas de fuerza con una naturalidad salpicada de encanto. Escuchar atentamente estas sinfonías primorosas puede ser una tarjeta de invitación para descubrir a un compositor cuya música vocal o de cámara son excepcionales. También lo es la sinfónica, evidentemente. Pero los tesoros escondidos de Brahms son tan abundantes -y sorprendentemente desconocidos- que quizás no esté de más en esta ocasión hacer una recomendación a la totalidad de su portentoso legado musical.

Johannes Brahms.
Johannes Brahms.

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