Mitos y realidad de Argentina
Para buena parte de los argentinos la experiencia de su país es única y no tiene parangón en el mundo, lo que visto desde la misma perspectiva implica pensar que el problema del mundo es no entender a los argentinos y no viceversa. Dicho de otra manera, si el mundo no entiende lo que pasa en ese gran país del Cono Sur peor para el mundo, los argentinos ya hacen mucho esfuerzo en ser como son. Esta idea tiene una segunda derivada: como el mundo no nos entiende, nos combate y nos persigue, o, lo que es lo mismo, si Argentina no ocupa el lugar que le corresponde es porque hay quienes están empeñados en que esto no ocurra, pero nunca por la falta de esfuerzo de los propios argentinos, salvo, claro está, de los malvados, que siempre son la encarnación de todos los males del país.
ARGENTINA. EL SIGLO DEL PROGRESO Y LA OSCURIDAD (1900-2003)
María Seoane
Crítica. Buenos Aires, 2004
223 páginas. 7,12 euros
De alguna manera éste es el
planteamiento de fondo que descansa tras ese viaje por el siglo XX que nos propone María Seoane. Un viaje por la política y la economía argentinas, pero también por su cultura, donde encontraremos a muchos héroes anónimos, pero también a tres exponentes de la argentinidad: Diego Armando Maradona, Eva Perón y Ernesto Che Guevara. Para esta travesía se nos suministra un par de maletas llenas de contrastes absolutos, en un país que pasa, prácticamente sin solución de continuidad, del progreso a la oscuridad. El progreso fue sin duda la época del peronismo, ya que, como nos recuerda la autora, la Constitución de 1949, la que sirvió para permitir la reelección de Perón y limitar los derechos democráticos de la oposición, "era el basamento jurídico-político de la Argentina moderna y socialmente más armónica", mientras que la oscuridad comenzó abruptamente el 24 de marzo de 1976 con el golpe militar encabezado por el general Videla y tiene otro de sus capítulos más negros durante los 10 años de gobierno de Carlos Menem.
Hasta entonces todo había sido perfecto en esa Argentina industrial y de masas creada por el peronismo. La cuestión es de dónde y cómo emergió ese país tan modélico, porque si seguimos el hilo conductor del ensayo uno puede creer que todo surgió de la nada, o por arte de magia. La Argentina de las vacas gordas era un país conservador, lleno de desigualdades sociales, con un sistema político oligárquico y que, sin embargo, atraía a multitudes de inmigrantes. Pero como en tantas otras cosas aquí no se nos explica por qué iban los emigrantes a Argentina.
La descalificación de la política conservadora es total: era un mundo en que imperaba el fraude, pero no hay ningún esfuerzo por ver qué pasaba más allá de las fronteras, y no sólo en América Latina sino también en Europa. Tampoco se explica demasiado por qué un sistema tan cerrado permitió la llegada al poder del político radical Hipólito Yrigoyen. La verdad es que se podría seguir, pero mientras se mantenga el blanco y negro en estas seudointerpretaciones históricas es muy difícil avanzar más allá del tópico y, especialmente, saber por qué Argentina es como es y por qué actualmente está como está. El manido discurso de que Roca, Justo, Videla o Menem son los únicos culpables resulta, por tanto, plenamente insatisfactorio.
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