Rato sostiene que se necesita un FMI capaz de negar apoyo financiero a ciertos países
La sombra de la experiencia con Argentina planea sobre la estrategia futura del organismo
El director gerente del FMI, Rodrigo Rato, protagonizó ayer su estreno en la primera asamblea anual del organismo con el compromiso de que "se necesita un FMI que pueda decir no a la concesión de apoyo financiero" a ciertos países para "fortalecer los incentivos a aplicar políticas sanas y evitar el apoyo del Fondo en primer lugar". Aunque no mencionó a ningún país, las palabras de Rato fueron interpretadas como un balance crítico de la gestión del FMI en algunos casos, como fue el de la crisis de Argentina en 2001.
La primera interpretación del papel de director gerente fue bastante más que un ensayo general. Primera sorpresa: el ex ministro y ex vicepresidente español utiliza el nombre Rodrigo de Rato, una preposición que en España subraya rasgos de linaje y que él no solía usar, amén de que va perdiéndose porque según la Real Academia Española no forma parte del apellido. Segunda:un estilo diferente al de la mayoría de sus antecesores. Más directo, menos tecnócrata, aunque no por ello menos fundamentalista en sus ideas centrales de política macroeconómica responsable y equilibrio presupuestario.
En la rueda de prensa, Rato compareció junto a la directora Sin adjunta, la norteamericana Anne Krueger, una mujer que suele actuar como un elefante que entra en una cacharrería. Agradó Rato a la prensa por su falta de tecnicismos. "Lo encuentro más firme y más claro que sus antecesores en el cargo. Al mismo tiempo te sientes a gusto cuando responde", dijo a este periódico tras la rueda de prensa Elizabeth Becker, corresponsal de la oficina de Washington de The New York Times. Rato hizo el discurso clásico del FMI, pero lo interpreto sin entonación dramática, de manera fría, algo que es consustancial con su estilo de hacer política. Es la primera vez que un político nato accede al cargo de director gerente.
Aviso contra el déficit
El nuevo director gerente urgió a EE UU, la UE y Japón a reducir los desequilibrios. Pensaba en especial en la economía norteamericana, con su déficit gemelo, fiscal y comercial, pero también insistió en que los países europeos deben aprovechar la incipiente recuperación económica (este año el FMI prevé para la zona euro un crecimiento del 2,2%) para volver al rigor del pacto de estabilidad y profundizar las reformas de pensiones y del mercado laboral.
Pero fue avanzada la tarde (noche en España) cuando Rato fue más claro sobre lo que quiere hacer. En una conferencia organizada por el Comité de Breton Woods, ante importantes miembros de la comunidad financiera internacional, Rato instó al FMI a resolver las crisis financieras, citando los ejemplos de México en 1995, Brasil y Turquía más recientemente. "Estos casos muestran que las medidas excepcionales para resolver situaciones excepcionales funcionan". No citó, pues, el caso que estaba en la cabeza del público, banqueros y funcionarios: Argentina. Pero dijo una frase glacial: "Dicho esto, también necesitamos un FMI que pueda decir no. La perspectiva de que el Fondo rechace el apoyo financiero fortalecería los incentivos para aplicar políticas sanas, pudiéndose evitar el respaldo financiero del FMI en primer lugar".
Rato volvió a insistir en este foro que EE UU debe hacer "esfuerzos activos" para reducir el déficit fiscal. Antes, en la rueda de prensa, no se advirtió en su segunda, Anne Krueger, idéntico entusiasmo. Pregunta sobre el déficit, dijo que "nadie está en desacuerdo con esto". Sí, pero... Krueger, una mujer nombrada en el FMI por la Administración Bush, no pudo reprimir su indulgencia. "Recuerde -dijo al periodista que formuló la pregunta-, empero, que la deuda pública norteamericana es todavía baja en relación a la de muchos otros países, de manera que en este sentido, si bien hay un cierto problema a medio plazo, en el corto plazo no provoca el mismo grado de dificultad en el sentido de que estando ya en una fase de reactivación económica es tiempo de empezar a retirar los estímulos". Esta afirmación sonó a la experiencia del ex secretario del Tesoro, Paul O'Neill, quien al quejarse ante el vicepresidente Dick Cheney sobre los recortes fiscales que proponía el presidente George W. Bush, recibió una respuesta directa: "Paul ¿a quién le importa el déficit? El presidente Ronald Reagan demostró que no es importante".
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