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52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Bahman Ghobadi cierra el concurso con una bella y demoledora película del Kurdistán

El argentino Carlos Sorín presenta su sensible y tierna historia 'Bombón. El perro'

Ángel S. Harguindey

Con Bombón. El perro, del argentino Carlos Sorín, y Las tortugas también vuelan, del iraní Bahman Ghobadi, concluyeron ayer las proyecciones de las 16 películas a concurso en la sección oficial, un final con sabor zoológico en sus títulos y calidad en sus propuestas.

Lo que comenzó brillantemente el pasado 17 de septiembre con el estreno mundial de Melinda y Melinda, acabó dándole la razón al muy sabio Woody Allen, que no dudó en afirmar que "la vida es esencialmente triste", pues si el cine es, al menos parcialmente, un reflejo de la vida pocas películas dejan un poso de amargura más intenso que la coproducción irano-iraquí Las tortugas también vuelan.

Su guionista y director Bahman Ghobadi sitúa la acción en un pequeño pueblo del Kurdistán iraquí fonterizo con Irán y Turquía, que ve ampliada su población con un campo de refugiados kurdos. Niños huérfanos por la represión baazista, mutilados muchos por las minas antipersonas, niñas violadas, ancianos que asumen el inflexible fundamentalismo religioso... un devastador panorama en los días previos al ataque de Estados Unidos a Irak.

La Concha de Oro debería elegirse entre 'Omagh', 'Las tortugas también vuelan', 'Roma' y 'Horas de luz'
'Bombón' y Villegas ven pasar la vida desde la serenidad de quienes se saben dignos perdedores
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La película iraní 'Las tortugas también vuelan' se hace con la Concha de Oro en San Sebastián

"En mi película", explica su realizador, "el trabajo de los niños consiste en encontrar minas antipersonas para después venderlas. Desde que se inventaron, Kurdistán ha sido y sigue siendo uno de los países más afectados por ellas. Los fabricantes norteamericanos y europeos se las vendieron a dictadores como Sadam u otros que las sembraron por todo el país. Creo que llevará mucho tiempo retirarlas. Cada día, cada hora, hay personas inocentes que mueren o quedan mutiladas por ellas. Incluso hay familias en el Kurdistán que ponen el nombre de Mina a sus hijos recién nacidos".

El filme concluye cuando comienza la invasión estadounidense, pero lo que semanas atrás era anhelado como una liberación ahora es dolor y sufrimiento. Ghobadi, que ya había deslumbrado en 2000 a buena parte de la crítica internacional con su Un tiempo para los caballos borrachos, presenta ahora una terrible historia de desoladora belleza sin apenas resquicios para la esperanza. Así lo expresa su responsable: "Al terminar la película, uno entiende que el pasado es amargo, que el presente es amargo y que el provenir sólo depende de uno mismo. Los poderosos extranjeros no tienen intención de crear un paraíso para nosotros".

El premiado en 2002 con Historias mínimas, Carlos Sorín presentó Bombón. El perro, una coproducción argentino-española realizada con su ya casi tradicional estilo narrativo con actores no profesionales y una franciscana austeridad de medios. El filme narra una sencilla y tierna historia de una amistad entre un dogo argentino y un patagónico sin trabajo. Bombón y Juan Villegas son almas gemelas que comparten desde la ausencia de la libido a una actitud estoica ante la vida y el inhóspito paisaje de la Patagonia.

Silenciosos, observadores, casi siempre amables y conscientes los dos de que el orden establecido no es justo ni sus fuerzas las suficientes como para tratar de cambiarlo, Bombón y Villegas son dos seres solitarios que ven pasar la vida desde la serenidad de quienes se saben dignos perdedores. Una destartalada camioneta les llevará de un lugar a otro, de unas gentes a otras con las que vivirán alguna pequeña emoción y alguna moderada frustración. Saben que están en el penúltimo escalón y lo aceptan. ¿Sabiduría vital?, ¿instinto de supervivencia?, ¿depresión crónica?, quizás un poco de todo. Sólo hay algo rotundo: el profundo amor entre un dogo argentino y un mecánico en paro de la Patagonia narrado con sencillez y sensibilidad.

La presencia de Jeff Bridges, el espléndido El Nota de los Cohen, avisa de la entrega del tercer Premio Donostia y de la proyección fuera de concurso de Una mujer difícil, filme que clausura la 52ª edición del festival donostiarra. Es el momento, pues, de señalar los filmes más destacados y los mejores intérpretes, fotografía y guión a juicio de quien suscribe esta crónica. Dicho de otra manera: es el tiempo de las quinielas, ese perverso juego que con tanta frecuencia desestima lo probable para imponer la sorpresa.

La Concha de Oro a la mejor película debería elegirse entre Omagh, Las tortugas también vuelan, Roma y Horas de luz. El premio de mejor director podría adjudicarse a cualquiera de los cuatro responsables de los filmes citados: Peter Travis, Bahman Ghobadi, Adolfo Aristarain o Manolo Matjí. Entre los actores destacaron Gerard McSorley (Omagh), Leonardo Ramírez (El cielito) y Alberto San Juan (Horas de luz). Susú Pecoraro por su papel en el filme de Aristarain, Emma Suárez en el de Matjí y Jasna Zalica en la producción serbia Sueño de una noche de invierno podrían obtener el de mejor actriz. John Sayles debería ganar el del mejor guión por Silver City y Li Ping Bin el de mejor fotografía por Carta de una desconocida. Dicho lo cual, doctores tiene la Iglesia, jugadores las quinielas y jurado el Festival de San Sebastián.

Bahman Ghobadi, director de <i>Las tortugas también vuelan, </i>en San Sebastián.
Bahman Ghobadi, director de Las tortugas también vuelan, en San Sebastián.JESÚS URIARTE
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