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La UE decide poner fin al embargo de armas a Libia

Italia presiona para vender material militar a Trípoli a cambio de controlar la inmigración

Carlos Yárnoz

Los embajadores de los 25 países de la UE se mostraron ayer de acuerdo en levantar el embargo de armas sobre Libia que la Unión había impuesto en 1986, lo que supone un nuevo paso hacia la normalización de las relaciones exteriores del régimen de Muammar el Gaddafi. Europa adoptó ese acuerdo, que será ratificado oficialmente el próximo 11 de octubre, a petición de Italia, el país que más ha presionado para mejorar las relaciones entre Bruselas y Trípoli.

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La UE pone fin al embargo de armas contra Libia en vigor desde 1986

Fue el Gobierno italiano el que pidió al resto de capitales de la UE que levantaran ese embargo porque, a su vez, Libia argumentaba que no podía controlar la inmigración clandestina hacia las costas italianas al no disponer de medios militares y policiales (patrulleras, helicópteros, medios de visión nocturna...), imposibles de adquirir debido al embargo. Ahora será Italia, según fuentes oficiales de este país, uno de los más beneficiados al vender material de ese tipo a Libia.

El embargo de venta de armas fue impuesto por la UE hace 18 años a raíz del atentado contra la discoteca La Belle, en Berlín, donde murieron tres personas por la explosión de una bomba colocada por terroristas libios. Después, y a raíz del atentado que en 1988 costó la vida a 270 personas que viajaban en un avión de Pan Am que cayó en la localidad escocesa de Lockerbie, la UE también aplicó a partir de 1993 una amplia lista de sanciones comerciales acordadas por Naciones Unidas en 1992.

La ONU ya levantó sus sanciones en octubre del año pasado, pero la UE las mantuvo hasta el pasado verano, cuando Libia, por exigencia de Alemania, indemnizó a los familiares de las víctimas del atentado de La Belle.

Duelo Berlusconi-Prodi

Quedaba pendiente el embargo de armas, un contencioso que ha tenido como protagonistas a los dos italianos que mantienen la más alta rivalidad política entre ellos: el aún presidente de la Comisión, Romano Prodi, y el primer ministro del país, Silvio Berlusconi. El primero vio cumplido su particular sueño el pasado 27 de abril cuando Gaddafi visitó oficialmente la Comisión Europea. El segundo propuso personalmente el verano pasado al coronel libio un acuerdo para controlar la inmigración clandestina.

Tras el encuentro con Prodi, la UE se comprometió a enviar a Libia una comisión técnica para analizar el problema de la inmigración clandestina, algo que ahora podrá concretarse tras el acuerdo de ayer de los embajadores. Por el lado italiano, el ministro del Interior, Giuseppe Pisanu, viajó a Libia y allí escuchó de nuevo que las autoridades del país no pueden controlar sus 6.000 kilómetros de fronteras, de los que 2.000 son marítimas, sin contar con helicópteros o patrulleras que no pueden adquirir en el mercado. En lo que va de año, el Gobierno italiano calcula que han llegado a Italia desde Libia unos 10.000 inmigrantes clandestinos. Prodi señaló ayer su satisfacción por la noticia, que, en su opinión, supone el ingreso de Libia en la comunidad internacional "tras saldar sus cuentas con el pasado". Para el presidente de la Comisión, la normalización de las relaciones con Gaddafi, a quien considera un amigo, fue uno de sus primeros objetivos cuando llegó a Bruselas en 1999.

Fuentes comunitarias señalaron ayer que el acuerdo de los embajadores se ha adoptado en un contexto más amplio, que incluye el compromiso de la UE para que Libia se esfuerce más en respetar los derechos humanos.

Existe también un caso de especial preocupación para los Gobiernos europeos y ayer fue evocado por los embajadores: el pasado 6 de mayo, un tribunal de Bengasi condenó a muerte a cuatro médicos búlgaros y a un quinto palestino tras ser acusados de infectar con el sida a 400 niños libios.

Los Gobiernos europeos quieren presionar a las autoridades libias para que la condena sea revisada y para que -una vez anulada la pena de muerte- los cinco médicos puedan cumplir las respectivas condenas de prisión, que en teoría puedan recaerles, en sus países de origen.

El líder libio, Muammar el Gaddafi, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en 2002 en Trípoli.
El líder libio, Muammar el Gaddafi, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en 2002 en Trípoli.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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