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Tribuna:VUELTA 2004 | Decimosexta etapa
Tribuna
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Glóbulos de un donante

Excepto en personas muy sedentarias o enfermas, la capacidad que tienen nuestros músculos de consumir el oxígeno que les llega por la sangre, y que viaja protegido dentro de unas células llamadas glóbulos rojos, supera con creces la capacidad que tiene el corazón de bombear sangre oxigenada. Así, la fuerza de bombeo del corazón es el factor que limita el rendimiento máximo en ejercicios de resistencia, donde los músculos necesitan consumir mucho oxígeno para contraerse, hasta 5 litros por minuto. Con el ejercicio intenso se destruyen millones de glóbulos rojos a diario.

De modo que la ecuación es relativamente sencilla, al menos en deporte de competición: si conseguimos aumentar artificialmente la cantidad de oxígeno que viaja por la sangre, los músculos consumirán más oxígeno y se fatigarán menos. Hasta los años ochenta, esto sólo se podía conseguir a base de transfusiones de sangre: autotransfusiones, consistentes en inyectarle al deportista medio litro de su propia sangre (que previamente se había dejado almacenado en una nevera) para reponer sus glóbulos rojos, u homotransfusiones, en las que al deportista se le administra sangre de un donante compatible (o sangre homóloga) para que no existan reacciones de rechazo. Ambos métodos eran indetectables hasta hace bien poco.

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Un método más moderno para aumentar artificialmente el número de glóbulos rojos es la administración de inyecciones de eritropoyetina (Epo), una hormona sintetizada por ingeniería genética, y casi idéntica a la que nuestro cuerpo produce naturalmente con el fin de fabricar nuevos glóbulos rojos. O la utilización de sustitutos químicos de la hemoglobina humana. Ambos métodos se pueden detectar en un control antidopaje.

Y desde 2003, gracias al trabajo de unos científicos australianos, también se puede detectar el uso de homotransfusiones con el método de citometría de flujo. Este sistema diferencia los glóbulos rojos del donante de los del deportista receptor.

Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid.

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