Luis Peña Ganchegui obtiene la medalla de oro de la arquitectura
"Me ha podido más el lugar y el paisaje", declara el autor de la plaza de la Trinidad
Los arquitectos españoles han reconocido la trayectoria profesional de Luis Peña Ganchegui (Oñate, Guipúzcoa, 1926) con la concesión de la medalla de oro de la arquitectura "por la significación y repercusión de su singular obra de los últimos 40 años y la alta calidad de su diseño". El Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España concede cada dos años el premio a través de un jurado que recibe propuestas de colegios y escuelas.
Luis Peña Ganchegui mostró ayer su satisfacción por incorporarse a la lista de los premiados con la medalla de oro de la arquitectura, entre los que se encuentran Candela, Sert, De la Sota, Sáenz de Oiza, Siza, Asís Cabrero, Cano Lasso, Bohigas, Corrales, Vázquez Molezún, Fisac, Vaquero Palacios, Chueca, De la Hoz y Fernández Alba.
"Es un galardón en que los propios arquitectos reconocen la autoridad y excelencia de uno de sus compañeros de profesión", señala Carlos Hernández Pezzi, presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, y del jurado en el que participaron Antonio Fernández Alba, Jesús Carballal, Domingo García-Pozuelo, Carmen Espejel y José Antonio Torroja.
Peña Ganchegui, titulado en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1959, pertenece a una generación (Higueras, Fullaondo, Moneo, Bohigas) que puso en crisis el ideal moderno y las propuestas del estilo internacional en un contexto de posguerra. "En general, los de mi generación cogimos una línea, una frontera, que separaba los valores que tienen los racionalistas y los funcionalistas y la arquitectura que en Europa estaba en circulación, que era la orgánica, como los proyectos que hacía Higueras", declara. En 1958 construye, con Juan Manuel Encio, la torre Vista Alegre en Zarauz, y en los comienzos de los sesenta unas viviendas en Motrico que añaden una singular regionalización. "Esas viviendas son muy de Mies van der Rohe, donde sólo se utiliza una bajante por cada planta. Tienen un sentido minimalista, unido a una economía de medios al reconsiderar un racionalismo más amable, más arquitectura que la cosa funcionalista, que era difícil introducir en los cascos históricos del País Vasco".
Su trabajo se desarrolla desde su estudio de San Sebastián, donde ha sido catedrático de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, que funda y dirige en 1977, y profesor emérito de la Universidad Politécnica del País Vasco. "La enseñanza era un poco aburridilla. No me gustaba mucho". En sus obras y proyectos de edificios singulares y urbanismo figuran el monumento funerario de Oiartzun, las plazas urbanas de la Trinidad en San Sebastián y la de los Fueros en Vitoria, la reforma del Ayuntamiento de Oñate, el parque España Industrial de Barcelona, la reforma del Museo Euskalherria en Gernika, las viviendas de Miraconcha en Donostia, las de Abandoibarra de Bilbao y las de Carabanchel en Madrid y la casa de cultura de Andoain.
El arquitecto eligió, "en contra de la mentalidad madrileña y española de que sólo se triunfa en Madrid", construir en los pueblos, "por comodidad y porque me gustaba mi país, sin complejos, unido a que en aquel momento de la arquitectura orgánica se vuelve a lo vernáculo, por influencia de la arquitectura italiana". "Me ha podido más el lugar y el paisaje". Recuerda que la plaza de la Trinidad, de 1963, fue rechazada por una revista francesa al ver "un folclor mal entendido". El jurado destacó la relación de su obra con otras artes, como ocurrió con la plaza de las esculturas del Peine de los vientos, de Chillida, en San Sebastián. "Chillida quería hacer un arte total, con música también, pero me negué. Era un disparate, ya que ya estaba el sonido del agua".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.