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Veinticinco empresas se dedican a los efectos especiales en Madrid

El dueño de la nave de Vallecas reconoce que almacenaba pólvora

El propietario de la empresa de efectos especiales cuya nave estalló el pasado lunes en el polígono La Cerámica (Puente de Vallecas), produciendo la muerte de dos personas y heridas a otras ocho -una de ellas grave-, ha reconocido que guardaba en su almacén "algunos kilos de pólvora". El empresario, José Ramón Molina, que permanece detenido, guardaba también seis kilos de material explosivo en otro local de Getafe. Molina acababa de abandonar la nave de Vallecas cuando se produjo la explosión. Había ido a recoger unas pistolas inutilizadas, según declaró.

José Ramón Molina, de 53 años, propietario de la empresa Efectos Especiales Cinematográficos Molina, ha reconocido a la policía que guardaba en su instalación "algunos kilos de pólvora", una cantidad menor a la que barajan los investigadores, que, según las primeras pesquisas, podría ser de 400 kilos de cloratita, pólvora y cartuchos. El detenido, que ha pasado dos noches en las dependencias policiales, será puesto hoy a disposición del juez de guardia como presunto autor de dos delitos, uno de homicidio por imprudencia y otro por depósito de explosivos.

El dueño del almacén, que sólo tenía permiso para almacenar armas inutilizadas (las que se usan para los efectos especiales en el cine), acababa de salir de la nave cuando tuvo lugar la explosión. Había ido a recoger unas pistolas falsas acompañado de otra persona. Según declaró a la policía, desconectó la alarma para entrar al recinto, cogió el material y volvió a poner en marcha la alarma. Fue justo después de cerrar la puerta del almacén cuando se produjo la explosión, cuya onda expansiva lo desplazó a él, y a su acompañante, varios metros. Molina dijo desconocer los motivos de la explosión.

El delegado del Gobierno en Madrid, Constantino Méndez, confirmó ayer que el detenido, que conocía la ilegalidad de guardar pólvora, cloratita y cartuchos en su almacén, tampoco tenía autorización para almacenar explosivos en el otro local que regenta en Getafe, donde se han encontrado seis kilos de material ilegal. "Estamos ante un empresario irresponsable, temerario, imprudente, un infractor de todo tipo de normas administrativas", afirmó Méndez.

Las pesquisas policiales se centran ahora en descubrir cómo este empresario había hecho acopio de los explosivos, y cuál era su destino. El delegado del Gobierno, que mostró su "preocupación" por este hecho, explicó que se está trabajando para averiguar si existe algún "punto débil" en la cadena de distribución de sustancias explosivas. De igual forma, y para evitar sucesos como éste, los investigadores policiales han iniciado un proceso de "verificación" de las 25 instalaciones de estas características que hay en Madrid.

Incredulidad

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Los trabajadores del polígono La Cerámica vivieron la jornada de ayer con una mezcla de dolor y desconcierto. Por un lado el pesar por la muerte de Antonio Sánchez, de 36 años, y Valentín Fernández, de 34; y por otro la detención de Molina, el dueño de la nave de efectos especiales. "Estamos mal, jodidos", reconocía Manuel Medina en uno de los bares de la zona industrial, donde Valentín y él solían jugar a los dados después de terminar la jornada laboral.

Este hombre, trabajador de una empresa de aluminios, conocía también a Molina desde hace más de 15 años. Cuenta que hace algún tiempo le preguntó que si todavía guardaba algo en el almacén. "Me dijo que nada, que no tenía más que chatarra, y que poco a poco se la estaba llevando a Getafe", recuerda Manuel, quien describe al dueño de la nave accidentada como "un tío muy currante, muy sociable y que hablaba con todos".

De la nave de Molina y del taller de coches adyacente -donde trabajaban los dos fallecidos- ya sólo quedan cascotes, hierros retorcidos. La policía y los Tédax (técnicos en desactivación de explosivos) supervisaban ayer las labores de desescombro. Pistolas de fogueo, metralletas y fusiles troquelados aparecían calcinados entre los desechos. También había bolsas de basura, que los artificieron se quedaron para investigar su contenido, y máscaras de plásticos.

Andrés Asensio, propietario de un almacén de herramientas vecino a la nave siniestrada, aguardaba en la puerta del recinto para entrar en su negocio. "No sé cómo estará el local. No nos han dejado entrar todavía", se lamentaba el hombre, muy afectado por la muerte de sus compañeros.

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