El frío que viene del sol
Un ingeniero prueba por las calles de Málaga una nevera que funciona con energía solar
Una tarde de esas que pega la solana, a Fernando Correa se le ocurrió dibujar un carrito de helados. Asistía a un curso patrocinado por el Ministerio de Industria y la Escuela Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones y entre las integrales y las charlas en inglés, tuvo un momento de distracción y pensó en las necesidades de países como los subsaharianos, sudamericanos o de zonas asiáticas y en cómo llevarles el carrito de helados que acababa de dibujar. Se le ocurrió que podía intentar desarrollar un frigorífico que utilizase el sol como única fuente de energía.
Corría el año 1999, y Correa ha desarrollado ya el prototipo de VPESP (un vehículo nevera accionado por energía solar fotovoltaica) para su comercialización. Aunque fue concebido para la conservación de medicamentos, ha pensado fabricarlo para la distribución de bebidas y helados por playas o mercadillos. "Puede andar por la arena o por la hierba", explica, "pero sus estudios han estado enfocados a que lo haga por un terreno compacto, arenoso, propio de las aldeas que necesitan la distribución de vacunas".
Médicos Sin Fronteras le hizo llegar un documento con la cadena de frío y las temperaturas de conservación de la mayoría de vacunas que requieren frío. Su meta es que cuando las vacunas bajen del avión suban directamente al carro y no pierdan el contacto con el frío hasta su llegada al consumidor o al centro de salud. Pretende dar servicio a ciudadanos en situación de catástrofe natural o una guerra, por eso se ha planteado que su precio de salida, unos 4.000 euros, cubra estrictamente el costo de fabricación. Obtendrá beneficios con el prototipo comercial.
Ingeniero proyectista en energía solar, Correa dejó su trabajo hace tres años por un problema de salud. Durante la convalecencia la idea tomó cuerpo. Hizo un prototipo en el garaje de su casa, "con hierros y tubos de aluminio" y comprobó que funcionaba perfectamente. Cuando recibió el alta médica, decidió dejar su trabajo y dedicarse por completo al proyecto. En 2001 patentó el invento en España y ganó un concurso en la Cámara de Comercio de Marsella (Francia). Le ofrecieron quedarse allí a desarrollarlo, pero prefirió hacerlo en España, explica en su despacho de Málaga.
Desde julio, Correa prueba él mismo un segundo prototipo, mucho más elaborado, por las calles de Málaga. La gente hace corrillos y le hace preguntas. "Llama bastante la atención", confiesa, "una carcasa pintada de blanco, con sus ruedas de todoterreno y placas solares es imposible que pase desapercibida".
Mientras termina de probarlo, Correa busca una empresa fabricante. Ha ideado tres modelos, uno de 40 litros, otro de 100 y un tercero de 200. Las baterías tienen una autonomía de entre nueve y 11 horas, que próximamente ampliará hasta 102 horas. Para la vertiente comercial ha ideado un prototipo con iluminación, sonido y caja registradora por unos 9.000 euros. El dinero que espera obtener de su venta, piensa destinarlo a nuevos inventos, a sacarle partido al sol más allá del bronceado.
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