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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Diesel sin plomo

Javier Ocaña

Apuesta a caballo ganador: el 95% de los espectadores que esta semana han llenado los cines donde se proyecta Las crónicas de Riddick no han entendido nada. Ante la pregunta ¿de qué va la película?, como mucho balbucearán un par de frases en las que la palabra clave será mamporro (o algún sinónimo más castizo), el sujeto corresponderá sin duda a Vin Diesel y probablemente se utilice el complemento los malos. Poco más.

Hace cuatro años, una película con alma de serie B llamada Pitch black destacó sobre el habitualmente desolador panorama del cine que mezcla acción y ciencia-ficción. No era ninguna maravilla, pero tenía imaginación para alzarse sobre sus limitaciones. La oscuridad es siempre muy barata y el guión se basaba precisamente en eso, en las tinieblas. Ahora, con mucho más dinero (han pasado de 23 a 110 millones de dólares de presupuesto), el mismo director, David Twohy, ha construido un incomprensible ladrillo de dos horas en el que las pocas frases que suelta el protagonista (Diesel) no están mucho más elaboradas que el ya clásico "¡Sayonara, baby!" del Arnold Schwarzenegger de Terminator 2.

LAS CRÓNICAS DE RIDDICK

Dirección: David Twohy. Intérpretes: Vin Diesel, Colm Feore, Thandie Newton, Judi Dench, Karl Urban. Género: acción. EE UU, 2004. Duración: 115 minutos.

Guión demencial

No es que Las crónicas de Riddick sea difícil de seguir por un exceso de claves, personajes o porque el tema sea elevado, es que el guión es verdaderamente demencial. Nunca se sabe bien cuáles son los escenarios ni de dónde vienen o hacia dónde van los protagonistas. Al menos las películas de Jean-Claude van Damme (al que Diesel parece haber sustituido como figura del cine de arte y mamporro) iban a lo suyo: una venganza personal por una esposa y unos hijos muertos. Simple. Comprensible.

Por otro lado, el carísimo diseño de producción demuestra una absoluta falta de originalidad. Una vez más, qué pesados, el vestuario y la ambientación están tan en la onda de El señor de los anillos que parece que a nadie se le puede ocurrir nada diferente desde el estruendoso éxito de la saga de Peter Jackson.

Además, una voz en off ya ofrece suficientes pistas desde el inicio sobre la ideología que se esconde detrás de la historia: "Hubo un tiempo en el que las fuerzas que luchaban contra el mal lo hacían a través del bien. Pero ahora corren nuevos aires y quizá se tenga que lograr a través de otro mal". Se aceptan paralelismos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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