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Comienza en Guantánamo el juicio a cuatro detenidos

Los tribunales militares de excepción empezaron ayer en Guantánamo la lectura de cargos al ex chófer de Osama Bin Laden, Salim Ahmed Hamdan. El acusado entró a la sala sonriendo, sin esposas ni grilletes, pidió que le repitieran las acusaciones de conspirar para cometer delitos de guerra y terrorismo y volvió a sonreír.

Su caso y el de otros tres acusados que comparecerán esta semana ponen a prueba el sistema de justicia creado por EE UU para juzgar a sospechosos de terrorismo, por el cual ha sido criticado internacionalmente.

El defensor de Ahmed Hamdan, el subcomandante Charles Swift, solicitó al tribunal que desestimara el caso aduciendo que su cliente no ha tenido oportunidad de rebatir su clasificación como "combatiente enemigo", categoría legal de 1942 resucitada por el Pentágono para denominar a los capturados que no pertenezcan a un ejército convencional. Tal clasificación conlleva la detención indefinida, en la que se encuentran los 585 cautivos de Guantánamo. Sólo 15 de ellos han sido "seleccionados" como potenciales acusados y sólo a cuatro se les han formulado cargos.

Swift arremetió directamente contra el presidente del tribunal, el coronel Peter Brownback, al que considera un "juez de facto" que controla la admisibilidad de pruebas y testigos en el juicio y a la vez vota en el veredicto. También le preguntó al panel de cinco militares su opinión del islam y de las operaciones contra Al Qaeda. El objetivo, según dijo Swift en una entrevista previa con este diario, es cuestionar la legitimidad del proceso en sí y exponer posibles prejuicios de quienes van a ejercer como jurados.

Proceso sin garantías

Aunque los acusados tienen derecho a la presunción de inocencia y a que la carga de las pruebas para condenarlos vaya "más allá de una duda razonable", no pueden, sin embargo, apelar ante la justicia civil. Además, el tribunal puede declarar secretas pruebas que pudieran ser exculpatorias. Si a eso se le añade lo que Swift y otros letrados consideran "confesiones coaccionadas", el resultado, afirman, es la falta de garantías procesales.

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Ahmed Hamdan reconoce haber sido el conductor de Bin Laden desde febrero de 1996 a noviembre de 2001, justo el tiempo en el que se prepararon los atentados del 11-S, pero niega haber sido cómplice. Los cargos de los que se le acusa son de "conspiración" a título genérico.

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