La guerra de Kerry
Cuando Estados Unidos se encuentra inmerso en una guerra equivocada en Irak, es, sin embargo, otro conflicto librado hace 25 años en Vietnam el que centra la campaña electoral entre Bush y Kerry. En aquella guerra, Kerry mandó una patrullera en el Mekong y recibió dos medallas por heroísmo. ¿Debidas o indebidas? Los republicanos sostienen lo segundo en una campaña amarillenta de anuncios en televisión pagados por amigos de Bush en Tejas, que, pese a su burdo contenido, han dañado, temporalmente, las posibilidades de Kerry de llegar a la Casa Blanca.
No puede ser ajeno a la elección de ese tema el hecho de que su propio candidato, el actual presidente Bush, se libró por enchufe de ser destinado a Vietnam y parte de cuya documentación sobre su servicio militar ha desaparecido misteriosamente, o que el vicepresidente Cheney consiguió retrasar suficientemente, cinco veces, su incoporación a filas hasta que EE UU se hubo retirado de Indochina. Pero seguramente ha sido un error estratégico de Kerry plantear sus logros en sus cinco meses de destino en Vietnam -guerra que luego criticó- para demostrar su capacidad como comandante en jefe en tiempos bélicos. Ante el ataque de los republicanos, conscientes de que Bush tiene que rebañar todos los votos posibles -y son 2,5 millones los veteranos de Vietnam-, Kerry se mantuvo a la defensiva, pero ahora se ha visto obligado a contraatacar, también por medio de anuncios en televisión no pagados directamente por su partido.
Ésta es la campaña electoral más cara en la historia de EE UU, con ambos candidatos prácticamente igualados a este respecto. Eran previsibles los golpes bajos. El equipo de Bush es un especialista en la táctica de difamar. Más aún cuando, a 11 semanas de la cita con las urnas, Bush tiene la iniciativa y aún le queda la convención de su partido en Nueva York a partir del próximo lunes. Ha logrado que se hable más de lo que ocurrió en el Mekong 25 años atrás que de lo que está pasando estos días en Nayaf, o del insuficiente ritmo de creación de empleo. Claro que, por primera vez desde la guerra de Vietnam, la política exterior y de seguridad está en el centro de una campaña electoral. Y más que plantearse la pregunta de Clinton en 1992 sobre si los votantes en EE UU estaban mejor o peor que cuatro años antes, elemento crucial es la credibilidad del candidato demócrata para ejercer como comandante en jefe de la mayor potencia del planeta. El resto del mundo opina, mayoritariamente al menos, que Bush ha demostrado no ser el adecuado para el cargo. Pero el resto del mundo no vota en estas elecciones cruciales para todos.
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