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Reportaje:

EE UU busca aliados fieles en la periferia de Rusia

Con el traslado de tropas, Washington pretende instalar nuevos apoyos en países sumisos de Europa y de Asia

Pilar Bonet

Estados Unidos trasladará bases militares de la "vieja Europa" a la "nueva Europa" no para ser más eficaz contra el terrorismo, sino para "sustituir como punto de apoyo" a los aliados distanciados a causa de iniciativas como la guerra en Irak, por otros más serviciales y dispuestos a "lamerles los zapatos" a los norteamericanos. Es uno de los motivos que el experto militar Alexéi Arbátov, director del centro de Seguridad Internacional en la Academia de Ciencias de Rusia, atribuye al anuncio del presidente George W. Bush de reestructurar sus tropas en función de las nuevas amenazas en el mundo.

Moscú ha reaccionado con calma a los planes para recortar el contingente militar norteamericano en Europa, hacerlo más ágil y trasladarlo principalmente desde Alemania a países que pertenecieron a la órbita soviética, como Bulgaria, Rumania, Polonia y Hungría. El ministro de Defensa ruso, Serguéi Ivanov, que se entrevistó con Donald Rumsfeld este mes en San Petersburgo, ha dicho que fue informado por su colega y que no ve "nada preocupante" en sus proyectos. Su reacción no es una sorpresa, porque tras el 11 de septiembre de 2001, los dirigentes rusos, con el presidente Vladímir Putin a la cabeza, muestran una comprensión antes insólita frente a cada nuevo paso de Estados Unidos en el espacio de la antigua Unión Soviética.

Los cambios no servirán para mejorar la lucha antiterrorista, opina un experto militar ruso

Los especialistas independientes aportan otros matices. Expresan, por ejemplo, el complejo de asedio del pensamiento geoestratégico ruso, la frustración por el cambio de chaqueta de los antiguos aliados y el pesar por la falta de ímpetu y desidia de Moscú para solventar los conflictos que quedaron pendientes en su entorno a resultas de la desintegración de la URSS.

En una conversación con este diario, Arbátov considera que los planes de Bush no amenazan a Rusia directamente, pero sí el papel que Moscú ha venido desempeñando en varios países vecinos. En su opinión, "Estados Unidos se prepara para utilizar sus fuerzas en la periferia de Rusia" y es previsible una rivalidad ruso-norteamericana en el Cáucaso (concretamente en Georgia y fomentada por los mismos georgianos), así como una coexistencia indiferente entre Rusia y Estados Unidos en Asia Central. En aquella zona, las buenas perspectivas para cooperar contra el terrorismo y el fundamentalismo islámico se han resentido por la invasión de Irak, que ha incrementado el antiamericanismo en la región. "La tarea inacabada de Afganistán va a dejar secuelas en Asia Central", pronostica el experto, según el cual, Rusia, debido al problema checheno, no puede permitir que los musulmanes asiáticos se indispongan también contra ella.

El argumento de que las tropas norteamericanas podrán luchar mejor contra el terrorismo desde nuevos emplazamientos en Europa es "para idiotas", en opinión de Arbátov. "Nadie sabe por dónde surgirá el terrorismo", señala el experto, según el cual, Estados Unidos ganaría, a lo sumo, media hora si trasladase por vía aérea tropas desde Bulgaria o Rumania, en lugar de Alemania, a posibles destinos en Asia o en el Cáucaso. A efectos de la lucha antiterrorista, una base en Polonia o en el Báltico resulta inexplicable, a no ser que la amenaza sea percibida como procedente de Rusia. Konstantín Kosachev, jefe del comité internacional de la Duma Estatal, la Cámara baja del Parlamento ruso, ha expresado temor a que se instalen elementos de la futura defensa antimisiles norteamericana en Polonia, y el general Vladímir Dvorkin ha advertido del riesgo de que aparezca infraestructura de defensa antimisiles norteamericana en la periferia de Rusia.

Los militares norteamericanos, que repatriarán decenas de miles de soldados desde Europa, no tienen intención de irse del Asia Central ex soviética, una región a la que llegaron por primera vez en 2001 en su despliegue para la ofensiva antiterrorista en Afganistán. Washington tiene más de 1.500 hombres en dos bases en Uzbekistán y otros 1.000 más en la base de Manás en Kirguizistán, un acuartelamiento en plena ampliación, donde están también tropas de otros miembros de la coalición antiterrorista. Por medio de programas de entrenamiento y equipamiento, Washington ha incrementado su cooperación militar con otros países postsoviéticos, como Kazajistán, Tayikistán y Georgia.

La presencia norteamericana en Asia Central ha espoleado a Rusia. El resultado ha sido la base aérea de Kant, inaugurada por Putin en octubre de 2003, y presentada como la primera de una nueva generación de bases rusas en el mundo. Rusia tiene también tropas (la división 201) en Tayikistán y guardias fronterizos en los confines con Afganistán. La transformación de la división en una base avanza con lentitud y la sustitución de los guardias fronterizos rusos por otros tayikos ha relajado el control sobre el contrabando de narcóticos desde Afganistán, según Arbátov. Los tayikos opinan que el relajo viene de la falta de control de los rusos.

Cree Arbátov que la iniciativa norteamericana pone en peligro el futuro del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (TFC) adaptado, que da un margen muy escaso para instalar tropas en los nuevos Estados de la OTAN. Rusia ha ratificado el documento, pero no así Estados Unidos y otros países occidentales, que exigen a Moscú la retirada de sus bases de Georgia. En el nuevo despliegue de las tropas norteamericanas no se refleja, en opinión de Arbátov, ni un deseo de contener a China, ni un impulso democratizador (el régimen de Uzbekistán sigue siendo tan represivo hoy como hace tres años), ni un plan para la protección de rutas del crudo. El periódico Nizavísimaia Gazeta apunta la posibilidad de que Estados Unidos envíe un contingente móvil a Azerbaiyán para vigilar el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyjan, que transportará petróleo del Caspio a Occidente a partir del año próximo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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