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Reportaje:

La imagen playera de 'Il Cavaliere'

El pañuelo en la cabeza exhibido por Berlusconi durante la visita a Cerdeña de los Blair provoca estupor y burlas en Italia

Enric González

Los italianos se confeccionaron el chiste antes de que lo hicieran otros: "Ya no somos una república bananera, somos una república bandanera". Ayer se hablaba y se reía del pañuelo en la cabeza (bandana) de Silvio Berlusconi en todos los rincones de Italia; con vergüenza ajena en muchos casos, con estupor en otros, a veces con un punto de orgullo por la audacia sin límites de Il Cavaliere. No es frecuente ver a un presidente de Gobierno de 68 años con un pañuelo en la cabeza, y menos en un día en que sus tropas en Irak han sufrido bajas y recibe al primer ministro del Reino Unido, Tony Blair. Berlusconi, en cualquier caso, se hizo con todas las portadas y recuperó protagonismo, en un momento en que su popularidad declinaba.

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El golpe publicitario resultó un tanto excesivo, incluso para un país acostumbrado a las gracias de Berlusconi: la foto en que ponía los cuernos a Josep Piqué, entonces ministro de Exteriores de España, o la de Cáceres en que se sacaba el zapato para demostrar que (al menos aquel día) no llevaba alzas, o los 28 días de desaparición en enero para hacerse un lifting, causaron menos impacto que "el disfraz de abuelo del Pirata Negro" o "el atuendo de esposa de notario en jornada playera", según las definiciones publicadas por la prensa local. Los portavoces de la Presidencia del Gobierno se apresuraron a dar explicaciones: Berlusconi se había quemado la calva navegando bajo un sol intenso y había optado por la bandana, dijeron, porque la gorra podía volar con el viento. La justificación oficial no atenuó el vendaval de comentarios.

Los aliados políticos de Il Cavaliere salieron del paso como pudieron. "Quizá se esté haciendo un tratamiento capilar y en septiembre nos sorprenda con un tupé", aventuró Roberto Calderoli, ministro de Reformas y dirigente de la Liga Norte. Daniela Santanché, de Alianza Nacional, felicitó a Berlusconi por su "increíble coraje". Antonio Tajani, de Forza Italia, le echó entusiasmo al asunto y opinó que, "como siempre, la izquierda genera polémicas inexistentes y ataca sin motivo al presidente, que es libre de vestir como quiera". La oposición lamentó la "exhibición patética", en palabras de Vannino Chiti, de los Demócratas de Izquierda, especialmente en un día en que tres carabinieri italianos habían resultado heridos en Irak.

Los medios informativos de Silvio Berlusconi intentaron pasar de puntillas sobre el asunto de la bandana y los ropajes blancos. Rete 4, la más berlusconiana de las televisiones de Il Cavaliere, no tuvo estómago para emitir las imágenes del presidente del Gobierno vestido de corsario de discoteca e ilustró las declaraciones sobre el ataque contra los carabinieri con una filmación de archivo. Il Giornale, dirigido por el hermano de Berlusconi, llevó la polémica a páginas interiores y la cubrió con el discreto epígrafe "New Look". Il Foglio, financiado por Berlusconi, admitió en su editorial que el presidente del Gobierno parecía "una esposa de notario en jornada playera", pero, con una finta, pasó a otorgar tintes casi heroicos al asunto: "Berlusconi roza el ridículo, lo desafía y sale vencedor".

El principal diario italiano, el moderado Corriere della Sera, deploró el estilo de Berlusconi, "digno de un vendedor de alfombras en una fiesta de camelleros magrebíes", e indicó que reforzaba "todos los prejuicios antiitalianos" en el mundo. El diario La Repubblica, de centro-izquierda, se declaró "inquieto, como ocurre cada vez que un hombre poderoso da muestras de desequilibrio", pero hizo notar también que el pañuelo en la cabeza constituía un símbolo populista con el que simpatizaría parte del electorado natural de Berlusconi.

La principal víctima del new look berlusconiano, el invitado Tony Blair, no hizo comentarios. La prensa británica afirmó, sin embargo, que Cherie Blair, la esposa, se sintió "desconcertada" por el desenfado del hombre más poderoso de Italia. The Daily Telegraph definió al presidente del Gobierno italiano como "un ex cantante de crucero con un pañuelo en la cabeza", y The Times criticó "el circo mediático en que se convirtió una visita anunciada como estrictamente privada".

Silvio Berlusconi deparó a los Blair 24 horas trepidantes, quizá inolvidables y sin duda agotadoras en Vila Certosa, su inmensa finca de recreo en la costa de Cerdeña.

En cuanto llegaron, a las cinco de la tarde, les subió al barco y les llevó rumbo a Porto Cervo, donde se lo pensó mejor y, sin desembarcar, les trasladó a Poltu Quatu. Allí les hizo dar un paseo, les devolvió en coche a Porto Cervo, les metió en la presentación de un libro, les acompañó a hacer compras entre la multitud, les invitó a cenar, les ofreció fuegos artificiales a media noche con un remate luminoso que decía "W Tony" y les tuvo cantando melodías napolitanas hasta las 2.30.

A la mañana siguiente, les acompañó a corretear por las 50 hectáreas de Vila Certosa y volvió a embarcarles, pero falló el motor del barco y, como alternativa, Berlusconi organizó un partidillo de fútbol con los escoltas en su campo privado. Blair marcó un gol.

Luego, como despedida, sirvió un banquete largo y ancho con cochinillo, berenjenas rellenas, ravioli, cordero y dulces de miel. Tony y Cherie Blair se fueron con los postres en la boca, un poco antes de lo previsto. "Los Blair se lo pasaron de maravilla y dieron a entender que volverían el año próximo", aseguró un portavoz oficial italiano.

Berlusconi pasea el lunes con el matrimonio Blair por Porto Rotondo.
Berlusconi pasea el lunes con el matrimonio Blair por Porto Rotondo.AP

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