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Entrevista:JOAQUIM NADAL | Portavoz del Gobierno catalán

"En la Constitución no cabe el fermento de la desigualdad y el desequilibrio"

El portavoz del Gobierno catalán, el socialista Joaquim Nadal (Girona, 1948), considera que la reforma de la Constitución debe servir para resolver el encaje de las "nacionalidades históricas". Pero subraya que este reconocimiento simbólico nada tiene que ver con los privilegios: "En la Constitución no cabe el fermento de la desigualdad", subraya.

Pregunta. ¿Cuáles son las prioridades del Gobierno catalán a la vuelta de vacaciones?

Respuesta. Septiembre significa debate de política general y Presupuesto para 2005, la primera oportunidad de marcar un acento político con un grado superior del que ha permitido el Presupuesto de 2004.

P. ¿Cómo se notará?

R. Por primera vez se podrán planificar las prioridades políticas. Bienestar y Familia, Educación y Sanidad son tres ámbitos que tendrán una fuerza clarísima. Después hay otro ámbito, que es el del pacto por la competitividad y por la internacionalización de la economía. Y luego las infraestructuras, una de las bases para hacer que la economía catalana funcione y disponga de instrumentos para crear riqueza.

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P. ¿Se notará, aun sin cambios en el sistema de financiación?

R. El consejero Antoni Castells [de Economía] ya nos ha perfilado un primer escenario de los presupuestos con tres hipótesis en función de cómo haya evolucionado la negociación del sistema de financiación. En los tres hay margen. El escenario más optimista permitiría hacer mucha política. En el menos optimista hay también margen, pero con menos opciones.

P. No ha citado entre las prioridades la reforma del Estatuto y de la Constitución.

R. Existe una relación inseparable entre los grandes temas de pacto nacional y los contenidos presupuestarios y de gestión. A veces se nos dice: "No os concentréis sólo en el Estatut, habladnos de qué salud queréis". ¡Pero es que el nuevo Estatut es para conseguir una salud mejor! O establecemos una relación directa entre más autogobierno y mejor salud o el debate sobre el Estatut habrá sido un debate frustrado.

P. ¿Pero en qué ayuda a la mejora de la vida cotidiana que la Constitución cite a Cataluña como nacionalidad o nación?

R. En algún rincón del imaginario colectivo de Cataluña hay un tema mal resuelto, que se origina o explota en la República y la Guerra Civil, y en parte se resuelve en la Constitución de 1978. La Constitución de 1978 fue un pacto de Estado que implícitamente enumeraba las nacionalidades históricas, que eran aquéllas que habían tenido un Estatuto plebiscitado en la República: Cataluña, Euskadi y Galicia. Si acabamos llamando a las cosas por su nombre, tal vez el mosaico de la España plural encajará mejor con todas sus piezas. Al mismo tiempo, todo el mundo debe poder tener el máximo de todo si así lo quiere. En la Constitución no cabe el fermento de la desigualdad y el desequilibrio.

P. Pero en estos momentos hay 17 comunidades autónomas y no tres comunidades que habían querido tener Estatuto en la República. ¿Por qué impedir entonces que se definan también como nacionalidad?

R. En la carrera por obtener todos lo máximo, todo el mundo podría decir en su Estatuto que es nacionalidad. Ésta es una carrera abierta en el Estatuto. Pero tal vez la Constitución debe consagrar que hay unas piezas del total que lo son por razón de un acuerdo institucional y político que se origina en la superación de un determinado conflicto. Y esto no obsta para que finalmente el modelo de los 17 haya sido un éxito. En lugar de decir que el café para todos es un desastre, ¿por qué no felicitarnos por el modelo, que ha acabado, por ejemplo, dando a los andaluces fuerza, poder y capacidad de invertir desde allí mismo y tener apetencia de nacionalidad? Por eso Pasqual [Maragall] les guiña el ojo y les dice que se embarquen con nosotros y juguemos juntos a un proceso de reforma estatutaria que consolide un nuevo modelo, que haga de la España plural un nuevo marco constitucional que funcione para los próximos 25 años.

P. ¿Esto es posible?

R. Yo creo que sí, aunque es difícil cuando uno ve las urticarias que generan superficialmente este tipo de debates identitarios. Los extremos se retroalimentan, pero el 80% de la gente vive al margen de ellos. Entre el intransigente ultraderechista españolista que dice "ante la secesión, mandemos al Ejército", y el que dice que por vías democráticas quiere llegar a la independencia, está el grueso ampliamente mayoritario, intermedio, que quiere vivir en paz.

P. ¿Al mundo socialista lo ubica en el grueso intermedio?

R. El mundo socialista también puede ser expresión, localizada políticamente, de una parte de este conflicto. Pero ha hecho una evolución más rápida. Lo que hace dos años parecía imposible, hoy es nomenclatura aceptada y ahí está el ejemplo de la España plural. La oxigenación que ha representado la victoria del PSOE da pie a una segunda transición pacífica respecto a estas cuestiones, que son de marco. Volvamos a hablar de ello y hagámoslo bien. Ahora tenemos menos urgencias históricas que hace 25 años.

P. Pero el Gobierno central y la Generalitat, el PSOE y el PSC, no plantean la cuestión en los mismos términos. Unos hablan de retoques muy acotados, los otros de nueva transición.

R. Vayamos a la conferencia de Maragall en El Escorial. Hace una reflexión y dice que Cataluña seguramente no se vería cómoda votando una Constitución que no recogiera unas aspiraciones que en Cataluña son de mínimos, y dice: "Lo expongo públicamente para que todo el mundo sepa a qué estamos jugando, y te pido a ti, Andalucía, y a los socialistas de todas partes, que nos entiendan y que lo hagan posible".

Joaquim Nadal, en su despacho de consejero del Gobierno catalán, en Barcelona.
Joaquim Nadal, en su despacho de consejero del Gobierno catalán, en Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

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