La rebelión chií alcanza Basora y obliga a paralizar la producción de petróleo
El clérigo radical Al Sáder desafía a EE UU y anuncia que resistirá hasta la liberación de Irak
La rebelión de los chiíes se extendió ayer como un reguero de pólvora por varias zonas de Irak y alcanzó Basora, la segunda ciudad del país y el puerto de exportación del 85% de su petróleo. Los combates en Basora, una zona vigilada por tropas británicas, obligaron a las autoridades iraquíes a paralizar la extracción de crudo en los campos petrolíferos del sur después de que los radicales chiíes del Ejército del Mahdi amenazaran con sabotear las instalaciones. El líder chií Múqtada al Sáder anunció ayer que resistirá hasta "la liberación" de Irak.
Testigos presenciales aseguraron ayer que los milicianos de Al Sáder controlaban distritos enteros de Basora. Un soldado británico murió y cinco resultaron heridos durante los choques armados. El valor estratégico de esta ciudad, de 1,3 millones de habitantes, que hasta ahora había permanecido ajena a la sublevación chií, resulta fundamental para la economía iraquí. Un portavoz de la Compañía de Petróleo del Sur explicó que la suspensión del bombeo de petróleo se mantendrá "hasta que desaparezca la amenaza". La exportación de petróleo, que alcanzaba 1,9 millones de barriles diarios, acapara el 90% de las ventas iraquíes.
Los combates, cuyo epicentro se encuentra en la ciudad santa de Nayaf, se extendieron ayer a Diwaniya y Nasiriya, entre otras ciudades chiíes. Ante la gravedad de los ataques, Polonia decidió ceder ayer a Estados Unidos el control militar de esta zona, en la que estuvieron acuerteladas las tropas españolas.
Como ninguna de las dos partes parece dispuesta a ceder -el ministro de Defensa aseguró que el Ejecutivo está decidido a "aplastar" el alzamiento, mientras que el clérigo Al Sáder llamó a sus fieles ayer a resistir "hasta la última gota de sangre"-, el panorama se presenta extremadamente turbulento a cinco días de la apertura de la Asamblea Nacional, que deberá elegir un Parlamento interino hasta las elecciones de enero de 2005.
La milicia del Ejército del Mahdi, dirigida por el clérigo Múqtada al Sáder, combatió ayer contra soldados de EE UU en Nayaf y Diwaniya; asaltó e incendió la sede del partido del primer ministro, Ayad Alaui, en Nasiriya, y, sobre todo, atacó a las tropas británicas en Basora, la segunda ciudad del país, que hasta ahora había permanecido ajena a la revuelta. Estos combates obligaron a Bagdad a paralizar la extracción de petróleo, otro golpe para la empobrecida economía iraquí.
En Basora, situada a más de 500 kilómetros al sur de Bagdad, la situación es "extremadamente tensa", según informó a Reuters un portavoz del Ejército británico. Un vehículo militar fue atacado con lanzagranadas por leales a Al Sáder por la mañana. Los soldados británicos lucharon durante varias horas en las calles de la segunda ciudad del país, con 1,3 millones de habitantes, en su inmensa mayoría chiíes. Según relataron varios testigos, los miembros del Ejército del Mahdi campaban a sus anchas en Basora y controlaban numerosos cruces de calles.
Un soldado británico murió y cinco resultaron heridos durante los combates en una ciudad estratégica -es el principal puerto de Irak, desde donde se exporta el 85% del petróleo- que hasta ahora había permanecido en relativa tranquilidad. Por la noche los combates cesaron; pero no la tensión.Después de que las milicias amenazasen con atacar las instalaciones para exportar petróleo en esta ciudad, el Gobierno decidió suspender ayer la producción de petróleo en el sur del país, en torno a 1,9 millones de barriles al día.
Grupos de insurgentes
El errático líder del Ejército del Mahdi, que apareció ayer por primera vez en público desde que estallara la revuelta el jueves, desbarató la esperanza de que se pueda volver siquiera a una precaria calma: "El Ejército del Mahdi y yo resistiremos. Seguiré en Nayaf hasta que no me quede aire para respirar". El Ejecutivo aseguró el sábado que los alzados en armas son extranjeros y criminales liberados por Sadam. Sin embargo, Al Sáder lo rebatió ayer sin tapujos. "El Gobierno dice que hay individuos fuera de la ley en Nayaf. Pero lo que hay es una resistencia honorable que defiende los santos lugares", declaró el jefe religioso en una rueda de prensa celebrada en el mausoleo de Alí. Y, tras señalar que quien lo desee puede abandonar la ciudad, y por si quedaran dudas de su intención de aguantar los embates de las fuerzas de seguridad iraquíes y del Ejército de EE UU, añadió: "Quienes quieran continuar la resistencia son bienvenidos. Sólo queremos la liberación y la independencia del país".
El ministro de Defensa, Hazem Shalaam, no empleó un verbo menos incendiario que el utilizado por Al Sáder. "Nuevos grupos han llegado a Nayaf, Nasiriya, Amara y otras ciudades para sumarse a las filas de estos villanos. Con la ayuda de Dios, los machacaremos lo antes posible si no se avienen a entregar las armas", algo que siempre ha rechazado el líder radical chií, de 32 años. La última vez, anteayer, cuando su reunión con Alaui concluyó con un fracaso rotundo.
Los frutos de esta decepción se apreciaron con claridad en Nayaf, 160 kilómetros al sur de Bagdad, y otras localidades meridionales del país. En el cementerio de la ciudad santa, de 15 kilómetros cuadrados de extensión, los marines, apoyados por aviones de combate y helicópteros artillados, se enfrentaron durante horas a los milicianos del Mahdi. Testigos citados por Reuters aseguraban que columnas de humo se elevaban con frecuencia sobre el camposanto, tal vez el más grande del mundo. Los portavoces militares no ofrecieron ayer un recuento de víctimas, pero en los primeros cuatro días de batalla, 360 insurrectos y cuatro militares norteamericanos han muerto en los sangrientos choques. La cifra aumentará, entre otros motivos, porque el gobernador de Nayaf, Adnan al Zorfi, decidió ayer permitir a los soldados de EE UU adentrarse en el centro de la ciudad. Hasta la fecha se mantenían alejados unos centenares de metros del mausoleo de Alí, situado en el corazón de Nayaf. Una tregua alcanzada por la tarde por motivos humanitarios se rompió nada más ser declarada.
En Nasiriya, 375 kilómetros al sur de la capital, un grupo de enmascarados tomó al asalto y quemó la sede del partido del primer ministro. No trascendió ningún parte de bajas. Sí se informó de la muerte de un policía en una emboscada en Kerbala, también ciudad santa del chiísmo, próxima a Nayaf. Y se supo del secuestro en Bagdad de un general de la policía iraquí por seguidores de Al Sáder.
En Ciudad Sáder, la inmensa y empobrecida barriada chií de Bagdad, con más de dos millones de habitantes, escenario de constantes combates, el Gobierno provisional decretó un toque de queda indefinido entre las cuatro de la tarde y las ocho de la mañana.
Pero la violencia no se concentra sólo en zonas de población mayoritariamente chií. En el denominado triángulo suní, los atentados perpetrados por insurgentes se cobraron ayer la vida de más de una decena de personas. Siete policías perecieron al estallar un coche bomba conducido por un suicida en las cercanías de Baquba. El objetivo era el vicegobernador de la provincia de Diala, Akil Haned al Adili, quien resultó herido. Un grupo islamista dirigido por el jordano Abú Musab al Zarqaui, la Brigada de los Mártires, reivindicó la autoría de la matanza. En Jalidiya, cerca de Faluya, cuatro civiles fallecieron al estallar un explosivo en una carretera muy frecuentada por convoyes militares estadounidenses. Y en la capital, dos policías y un funcionario perdieron la vida en un ataque con morteros contra el Ministerio del Interior.
A cinco días de la apertura de la Asamblea Nacional, cuyos 1.000 delegados elegirán un Parlamento de 100 escaños con derecho de veto sobre las decisiones del Gobierno hasta los comicios de enero de 2005, la inseguridad no garantiza el mejor escenario. La Asamblea ya ha sido aplazada una vez.
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