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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caos palestino

Yasir Arafat sobrevive malamente a la más grave crisis interna desde su regreso del exilio de Túnez en 1994. Aislado en su forzada reclusión de la Mukata, en Ramala, el presidente de la Autoridad Palestina se debate sobre si meter en cintura a la vieja camarilla corrupta para salvar así su propia piel o dar alas a una nueva dirigencia, encabezada sobre todo por el prooccidental Mohamed Dahlan, que busca la regeneración democrática del movimiento palestino para poner las bases de un Estado democrático y moderno. El veterano líder ha tenido en los últimos días algunos gestos sensatos, como el de dar marcha atrás al nombramiento de su primo como jefe de seguridad o prometer más poder al dimitido primer ministro, Ahmed Qurei, un político cada vez más débil a quien el Parlamento ha comenzado a dar la espalda. Tal vez estas acciones de Arafat sean demasiado tardías y esté próximo su final político ante el regocijo de su gran enemigo, el jefe del Gobierno conservador israelí, Ariel Sharon. En cualquier caso, sería un grave error apartar sin más del proceso de paz al fundador de la OLP, que aún goza del carisma de los palestinos.

El caos imperante en Gaza desde hace dos semanas no tiene visos de terminar. No está claro qué deriva tomará ni tampoco si provocará una guerra civil perjudicial para todos y con grave riesgo de desestabilizar aún más la región. Se está asistiendo a una profunda ruptura de Al Fatah, el partido y núcleo de la OLP de Arafat, como consecuencia de una lucha por el poder. Dahlan, apreciado por EE UU y por Israel, aún no ha pedido el relevo en la cúpula palestina. Puede que sea una cuestión táctica. Por ahora, insta a Arafat a sumarse a la rebelión popular en la que están como punta de lanza Hamás y toda la milicia fundamentalista radical. Es un cóctel explosivo que podría extenderse también a Cisjordania, y allí Israel no se cruzará de brazos.

Sharon, que negocia una coalición con los laboristas, está jugando hábilmente sus cartas pese a la derrota política sufrida esta semana en la ONU, que ha condenado por abrumadora mayoría, con el voto sin fisuras de la Unión Europea, la forma en que se está erigiendo el muro cisjordano. El respaldo de la UE ha irritado al primer ministro israelí, según el cual los europeos no deben formar parte de las negociaciones de paz, que son cosa de tres: EE UU, Israel y la Autoridad Palestina.

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